En ple debat sobre la investidura de Quim Torra, a qui se li atribueix un suposat supremacisme per haver piulat fa uns anys diversos tuits denigratoris cap als espanyols -dels quals ja s’ha disculpat en diverses ocasions-, retorna a l’actualitat un article escrit per l’actual president del Govern espanyol, Mariano Rajoy, on desenvolupava una sèrie d’idees contràries al principi de la igualtat entre totes les persones que, de fet, conculquen i conculcaven un dels principis constitucionals que fonamenten l’Estat de Dret.

L’article en qüestió, publicat pel Faro de Vigo el 4 de març del 1983 per l’aleshores diputat al Parlament Gallec d’Alianza Popular Mariano Rajoy Brey es titulava Igualdad humana y modelos de sociedad, i en ell, l’autor propugnava teories de classisme i determinisme científic segons les quals estaria demostrat que “els fills de ‘bona estirp’ superen als altres”.

“La desigualtat natural de l’home ve escrita al seu codi genètic”, defensava Rajoy, per concloure que aquest fet determina “les desigualtats humanes”, però no només les físiques com ara salut, color dels ulls o el cabell o constitució, sinó, i això és el més significatiu, també “les psíquiques, com la intel·ligència, la predisposició per a l’art, l’estudi o els negocis”.

Contrari a principis constitucionals

És a dir, que per a l’actual president del Govern espanyol, la ciència era contrària al principi de la igualtat, una idea contrària a un dels valors bàsics de l’Estat de Dret sobre els que es fonamenta l’ordenament democràtic, i entrant en clara contradicció amb el següent text: “Espanya es constitueix en un Estat social i democràtic de Dret, que propugna com a valors superiors del seu ordenament jurídic la llibertat, la justícia, la igualtat i el pluralisme polític”, que és simplement l’article primer de la Constitució Espanyola.

Cal tenir en compte també que en el seu escrit, Rajoy fa referència a un llibre publicat per l'escriptor Luis Moure Mariño, conegut per la seva ideologia feixista i per ser el biògraf de Francisco Franco durant la Guerra Civil, com a base per les seves teories sobre la igualtat -o desigualtat- humana.

L’article, que ja va ser mencionat pel socialista Alfredo Pérez Rubalcaba al febrer del 2014 al Congrés dels Diputats, aflora ara com a mostra del posicionament del líder del Partit Popular a favor de teories suposadament científiques que avalarien la diferenciació dels éssers humans en virtut del seu bressol, una línia de pensament que, estirant el fil, pot arribar a ser molt perillosa, ja que entronca amb el racisme biològic.

Text íntegre de l’article

Igualdad humana y modelos de sociedad, por Mariano Rajoy Brey

Uno de los tópicos más en boga en el momento actual en que el modelo socialista ha sido votado mayoritariamente en nuestra patria es el que predica la igualdad humana. En nombre de la igualdad humana se aprueban cualesquiera normas y sobre las más diversas materias: incompatibilidades, fijación de horarios rígidos, impuestos –cada vez mayores y más progresivos- igualdad de retribuciones…En ellas no se atiende a criterios de eficacia, responsabilidad, capacidad, conocimientos, méritos, iniciativa o habilidad: sólo importa la igualdad. La igualdad humana es el salvoconducto que todo lo permite hacer; es el fin al que se subordinan todos los medios.

Recientemente, Luis Moure Mariño ha publicado un excelente libro sobre la igualdad humana que paradójicamente lleva por título “La desigualdad humana”. Y tal vez por ser un libro “desigual” y no sumarse al coro general, no ha tenido en lo que ahora llaman “medios intelectuales” el eco que merece. Creo que estamos ante uno de los libros más importantes que se han escrito en España en los últimos años. Constituye una prueba irrefutable de la falsedad de la afirmación de que todos los hombres son iguales, de las doctrinas basadas en la misma y por ende de las normas que son consecuencia de ellas.

Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de “buena estirpe”, superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas “Leyes” nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación. Cuando en la fecundación se funde el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, cada uno de ellos aporta al huevo fecundado –punto de arranque de un nuevo ser humano- sus veinticuatro cromosomas que posteriormente, cuando se producen las biparticiones celulares, se dividen en forma matemática de suerte que las células hijas reciben exactamente los mismos cromosomas que tenía la madre: por cada par de cromosomas contenido en las células del cuerpo, uno solo pasará a la célula generatriz, el paterno o el materno, de ahí el mayor o menor parecido del hijo al padre o a la madre. El hombre, después, en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia…hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios. Y buena prueba de esa desigualdad originaria es que salvo el supuesto excepcional de los gemelos univitelinos, nunca ha habido dos personas iguales, ni siquiera dos seres que tuviesen la misma figura o la misma voz.

Esta búsqueda de la desigualdad, tiene múltiples manifestaciones: en la afirmación de la propia personalidad, en la forma de vestir, en el ansia de ganar –es ciertamente revelador en este sentido la referencia que Moure Mariño al afán del hombre por vencer en una Olimpiada, por batir marcas, récords…-, en la lucha por el poder, en la disputa por la obtención de premios, honores, condecoraciones, títulos nobiliarios desprovistos de cualquier contrapartida económica…Todo ello constituye demostración matemática de que el hombre no se conforma con su realidad, de que aspira a más, de que busca un mayor bienestar y además un mejor bien ser, de que, en definitiva, lucha por desigualarse.

Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas –porque como con tanta razón apunta Moure Mariño, la de inteligencia, carácter o la física no se pueden “Decretar” y establecen para ello normas como las más arriba citadas, cuya filosofía última, aunque se les quiera dar otro revestimento, es la de la imposición de la igualdad, son radicalmente contrarios a la esencia misma del hombre, a su ser peculiar, a su afán de superación y progreso y por ello, aunque se llamen asimismos “modelos progresistas” constituyen un claro atentado al progreso, porque contrarían y suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido al mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos, que la imposición de esa igualdad relajaría a cotas mínimas al privar a los más hábiles, a los más capaces, a los más emprendedores…de esa iniciativa más provechosa para todos que la igualdad en la miseria, que es la única que hasta la fecha de hoy han logrado imponer.