Pablo Isla, el ejecutivo español conocido por haber pilotado la edad de oro de Inditex, asume desde este miércoles la presidencia de Nestlé, avanzando en dieciocho meses la fecha prevista inicialmente, en abril de 2026. Este movimiento, que se interpreta en los círculos financieros como una medida de urgencia para otorgar solidez y legitimidad después de un reciente escándalo ejecutivo, sitúa a Isla al frente de un imperio de 100.000 millones de euros de facturación.
La decisión, tomada en una sesión extraordinaria del consejo de la multinacional, cierra un período de cierta turbulencia y abre una nueva etapa marcada por la necesidad de restablecer la confianza e impulsar la adaptación de un coloso que se enfrenta a retos complejos, desde la inflación en las materias primas hasta el auge de los productos healthy y la competencia de nuevas marcas emergentes.
Isla no es un recién llegado a las altas esferas de Vevey (Suiza), sede de Nestlé. Ingresó en su consejo de administración como consejero independiente en 2018, justo un año después de dejar la dirección ejecutiva de Inditex. Su ascenso dentro del órgano de gobierno ha sido constante y deliberado: el pasado 2024 fue nombrado vicepresidente y consejero independiente principal, una posición clave que lo situaba como delfín natural de Paul Bulcke, quien ahora pasa a ocupar el cargo de presidente delegado. Su elección no es casual. El consejo de Nestlé busca replicar en el sector alimentario el "milagro" que Isla protagonizó en el textil.
Bajo su mandato como consejero delegado (2005-2011) y después como presidente ejecutivo (2011-2022) de Inditex, el grupo gallego no solo consolidó su modelo de fast fashion, sino que multiplicó su valoración bursátil, perfeccionó su logística global y llevó a cabo una transición digital ejemplar. Esta habilidad para dirigir compañías con una red operativa gigantesca y una fuerte presencia al detalle es precisamente lo que Nestlé necesita para optimizar sus propias operaciones. El avance del nombramiento de Isla no se puede entender sin el terremoto gubernamental que sacudió la compañía hace semanas.
Laurent Freixe, un alto ejecutivo de larga trayectoria y considerado uno de los posibles sucesores del CEO actual, Mark Schneider, fue destituido de forma inmediata por "infringir el código de conducta empresarial". La investigación interna, supervisada conjuntamente por Bulcke y el mismo Isla, reveló que Freixe había mantenido una relación sentimental con una subordinada directa sin revelarlo, una violación grave de los protocolos de gobernanza corporativa diseñados para prevenir conflictos de interés y asegurar un entorno de trabajo equitativo.
Este episodio forzó un reajuste rápido de la alta dirección. Philipp Navratil fue nombrado nuevo director general para cubrir la vacante, y el consejo consideró que, en un momento que exigía estabilidad y autoridad moral, era necesario que la presidencia recayera sin dilación en la persona que ya había perfilado como líder natural para la siguiente fase.
La nueva etapa se inicia con un equipo de gobierno renovado y reforzado. Acompañando a Isla en su nueva etapa, Dick Boer, antiguo CEO de la cadena de supermercados Ahold Delhaize, asume también desde hoy el cargo de consejero independiente principal y vicepresidente del consejo. Su experiencia en distribución y venta al detalle será un activo clave para Nestlé. Completa el núcleo duro Marie-Gabrielle Ineichen-Fleisch, que se convierte en la vicepresidenta del consejo, llevando consigo una amplia experiencia en asuntos económicos y comerciales internacionales.
Este triunvirato se enfrenta a una agenda cargada: continuar con la estrategia de desinversión en negocios menos rentables (como ha pasado con parte de su línea de pieles de conejo), impulsar la categoría de productos de salud y bienestar, y afrontar la presión de los inversores para mejorar los márgenes en un contexto económico aún inflacionista. El ascenso de Pablo Isla a la presidencia de Nestlé no es solo un cambio en el organigrama; es una señal clara a mercados y empleados: la compañía quiere pasar página rápidamente y lo hace poniendo su futuro en manos de un estratega probado, conocido por su discreción, meticulosidad y capacidad para transformar grandes organizaciones desde dentro.