El pollo es uno de los alimentos más populares en todo el mundo. Es más saludable que otras carnes, tiene un buen precio y gusta a todo el mundo, desde niños a personas mayores. A menudo se recuerda que Catalunya tiene tantos cerdos como personas, y la ternera de Girona tiene fama, pero no se dice tanto que somos una potencia en la producción de pollos, más allá del aclamado pota blava de El Prat. Catalunya tiene unas 1.500 granjas de pollos y gallinas y hemos entrado en una para explicar cómo se cría un pollo.


Las granjas catalanas ya no son aquellas instalaciones viejas y precarias de hace décadas. Las normativas sanitarias han profesionalizado el sector, que trabaja de forma metódica y automatizada, y todo está calculado al milímetro. No puede ser de otra manera, ya que está controlado por veterinarios que las visitan periódicamente, recogen muestras y las envían al Ministerio de Agricultura, y por auditores que se aseguran de que se siguen los protocolos industriales y sanitarios que marca la ley.

La granja que hemos visitado tiene una capacidad modesta, de 30.000 pollos. No es pequeña, pero tampoco una macroinstalación. Un solo granjero la gestiona, y aún tiene tiempo para otras actividades. Eso sí, es exigente porque debe visitarla como mínimo dos veces al día y siete días a la semana mientras haya pollos. Después, durante el vacío sanitario de 14 días, debe limpiarla y desinfectarla de arriba a abajo. Es sacrificado, pero si se hace todo bien, resulta rentable.

La producción comienza con la entrada de los pollitos, que llegan recién nacidos, y termina con los pollos pesando entre 1,7 y 3 kilos, según el mercado al que se quieran destinar. Cuando salen de la granja van directamente al matadero y al día siguiente ya están en las tiendas, para que la carne esté bien fresca y tenga una amplia caducidad. Pasan del huevo a la carnicería o el supermercado en 45 días.

Granja pollastres interior 2

Durante estos 45 días que pasan en la granja, atraviesan varias fases. Cuando son pequeños, tienen luz todo el día y comen un pienso específico. Cuando ya tienen algunas semanas, la ley permite que tengan 18 horas de luz y seis de oscuridad, de las cuales cuatro deben ser consecutivas. La norma está hecha para potenciar el crecimiento del animal, pero protegiendo su bienestar, ya que si los pollos no crecen sanos y enferman o mueren, eso supone pérdida de rentabilidad para la granja.

Los pollos tienen comida y agua a discreción durante todo su engorde, y el pienso va cambiando. Cuando sale, cada animal habrá comido entre 3 y 4,5 kilos de pienso; por tanto, esta granja consume unas 120 toneladas de pienso. En cuanto al agua, la granja cuenta con un depósito por si sufriese un corte de suministro, los pollos no se quedasen sin hidratarse. También cuentan, por normativa, con un grupo electrógeno, por si se va la luz, y además tiene placas solares. Los pollos no notaron el apagón.

¿Cómo ganan dinero las granjas?

El gasto en pienso es una de las claves para la rentabilidad de la producción: la relación de kilos que come por kilo de engorde, que está alrededor de 1,5 kilos de pienso por kilo de pollo, cuanto más baja sea, más rentable resultará ese engorde. ¿Y de qué depende que esta ratio sea más o menos alta? Pues aquí volvemos al bienestar y las condiciones de los animales, y a la automatización de la granja.

Cumplir las normativas y priorizar el bienestar de los pollos hará que se engorden más con la misma cantidad de pienso y que, por tanto, el granjero cobre más por ese engorde. Depende de factores como la temperatura: cuando entran los pollitos, están a 33 grados; después, va bajando hasta los 21. Los cálculos y los cambios se hacen automáticamente; el ordenador de la granja calcula cada día la temperatura media y la va reduciendo según los días de engorde.

Granja Aeria 2

También depende de otros factores, como la ventilación, la humedad, que debe estar entre el 50% y el 60%, y el nivel de CO₂. Como la temperatura, la comida y el agua, todos estos factores se controlan con un ordenador que los va calculando y regulando, y si detecta algún error, activa una alarma que suena en la sala de máquinas de la granja y en el móvil del granjero, que también tiene alarmas si alguien accediera a la instalación y puede ver la granja, tanto la sala externa como los pollos, en tiempo real.

La salud de los pollos

Si todo este engranaje funciona, los pollos no solo crecerán más, sino que lo harán de forma más saludable, lo que minimiza las opciones de que enfermen y también la mortalidad, que se sitúa por debajo del 2%. Los animales muertos se dejan en un depósito aislado fuera de la granja, que se vacía periódicamente. También hace que se mediquen lo mínimo posible, algo que cada vez se potencia más desde las instituciones sanitarias y que, además, también hace ganar rentabilidad a las instalaciones.

Las medidas de protección sanitaria son muy exigentes. No se puede entrar a la granja así como así, sino que se debe pasar por unas duchas especiales y con unos trajes específicos, para no contaminar el interior y, por tanto, a los pollos. Durante el vacío sanitario, no solo se desinfecta, sino que se recogen muestras para hacer pruebas y asegurarse de que no hay salmonela.

La seguridad alimentaria debe ser una prioridad porque los volúmenes de producción son estratosféricos. Solo esta granja, una de las 1.500 que hay en Catalunya, y que ni siquiera es de las más grandes, produce casi 30.000 pollos por cada engorde. Entre los 45 días de producción y los 14 de vacío sanitario, cada dos meses tiene una nueva remesa de pollos. Por tanto, hace seis engordes al año —las granjas no suelen tener vacaciones—, durante los cuales produce unos 180.000 pollos. Si lo multiplicamos por 1.500... calculad. Comemos mucho pollo, por tanto, todo debe estar en perfectas condiciones sanitarias.