Las estimaciones sobre la caída de la inflación de la eurozona se han cumplido este miércoles después de que Eurostat, la Oficina Europea de Estadística, haya informado de un descenso del IPC hasta el 6,9% en marzo. Tal y como adelantaron desde la oficina, la inflación del Viejo Continente sigue cediendo en un momento en el que existen dudas sobre cuál será el alcance de la próxima subida de tipos de interés del Banco Central Europeo. Pese a que el IPC ha ido cediendo poco a poco, algo que refuerza la política monetaria de la institución liderada por Christine Lagarde, las turbulencias financieras desatadas a mediados de marzo han cambiado la percepción del BCE.

Aunque los descensos de la inflación en la eurozona evidencian que la política monetaria restrictiva está surtiendo efecto, aún hay cabos sueltos que complican el panorama financiero del Viejo Continente. En esas, el IPC subyacente se ha convertido en el mayor de los problemas tanto para el organismo bancario continental como para la ciudadanía de Europa. En marzo, el IPC subyacente ha escalado hasta el 5,7%, confirmando un récord que afea la estadística general de la inflación. Pese a que los menores precios de la energía han frenado la escalada de la inflación, el precio de los alimentos sigue siendo el catalizador del IPC europeo, al igual que en el resto de los Estados miembro de la Unión Europea.

La caída del precio de los productos energéticos reduce la inflación general

Tal y como indican los datos reportados por Eurostat este miércoles, la caída de la inflación desde el 8,5% que ondeaba en febrero se debe, principalmente, al descenso en el precio de los productos energéticos, más si lo comparamos con los precios que manejaba en marzo de 2022, cuando estos se revalorizaron a raíz del estallido de la guerra de Ucrania. En concreto, la cotización de los productos energéticos retrocedió casi un punto en el último año y 2,2 puntos porcentuales con respecto al último mes.

Pese a todos los problemas financieros desatados durante el pasado mes, la inflación ha seguido descendiendo. Cabe recordar que, a mediados de marzo, el BCE volvió a elevar los tipos de interés en 50 puntos básicos, hasta el 3,50% actual. Aunque las circunstancias podían haber influido en la decisión del organismo bancario central, este optó por cumplir con lo proyectado en febrero y endurecer la política monetaria un 0,50%. Estas decisiones, pese a poner en un brete los mercados financieros, parecen haber surtido efecto sobre la inflación, al menos en términos generales.

El precio de los alimentos, un catalizador para el IPC

Los alimentos procesados, el alcohol y el tabaco siguen siendo las tareas pendientes de los organismos continentales, puesto que estos registraron un aumento del 15,7%, mientras que el precio de los alimentos sin procesar creció un 14,7%, desde el 13,9% que manejaba en febrero, lo que supone alzas de tres y de ocho décimas, respectivamente.

Sea como fuere, el descenso de la inflación y, sobre todo, el elevado precio de los alimentos, podrían motivar nuevas alzas de tipos por parte del BCE. Hasta antes del estallido de la crisis financiera de Estados Unidos, la cual salpicó a Europa, la idea era la de seguir endureciendo la política monetaria pasada la reunión de marzo. De hecho, hubo miembros de la institución bancaria central que abogaron por realizar nuevas subidas de hasta 50 puntos básicos en las reuniones de mayo, junio y julio, lo que conduciría a los tipos de interés de la eurozona hasta el 5%.

De hecho, Christine Lagarde ha mostrado en numerosas ocasiones su voluntad de seguir endureciendo la política monetaria, especialmente en un plazo corto de tiempo, obviando las dificultades económicas a las que podría someter a los mercados, empresas y ciudadanos del Viejo Continente.

El BCE tira de cautela

Ahora, tras la neutralización de las turbulencias financieras, el BCE ha optado por actuar con cautela, referenciándose en la evolución de los datos macroeconómicos para llevar a cabo la nueva subida de tipos. Lagarde admite que el compromiso del organismo que preside es el de preservar la estabilidad de los precios, algo que, por el momento, está lejos de lo que pretenden, que es un IPC al 2%. Pese a ello, la propia presidenta aseguró el pasado 22 de marzo que el BCE “ni está comprometido en seguir elevando los tipos”, pero tampoco descarta endurecer la política monetaria aún más si cabe, tal y como informó ON ECONOMIA.

El último descenso de la inflación de la eurozona es un condimento más para ver nuevas subidas de tipos de interés. Los oradores del BCE entienden que no es momento de pausar las políticas monetarias restrictivas, ya que el IPC, pese a descender, sigue lejos de las cotas deseadas. En esas, y atendiendo a la evolución descendente que marca la inflación en los últimos meses, lo único que el BCE contempla son nuevas subidas de tipos. La única duda radica en el calado de estas.

España, el segundo país europeo con la inflación más baja

En cuanto a la inflación por países, España sigue asentada entre los Estados miembro con los niveles de IPC más bajos de la eurozona. Luxemburgo es el país con la cota más baja, un 2,9%; le sigue España, con un 3,1%; y después Países Bajos (4,5%), Bélgica (4,9%), Grecia (5,4%), Chipre (6,1%) y Francia y Finlandia, que tienen un IPC del 6,7%.

Por encima de la media se situaron Irlanda (7 %), Malta (7,1 %), Dinamarca (7,3 %), Alemania (7,8 %), Portugal (8 %), Italia y Suecia (8,1 %) y Austria (9,2 %), mientras que se mantienen en cifras de dos dígitos Eslovenia (10,4 %), Croacia (10,5 %), Bulgaria (12,1 %) o Rumanía (12,2 %). Finalmente, las mayores tasas de inflación del club comunitario de marzo fueron las de Eslovaquia (14,8 %), Lituania y Polonia (15,2 %), Estonia (15,6 %), República Checa (16,5 %), Letonia (17,2 %) y Hungría (25,6 %).