Vale, de acuerdo: los señores diputados del Parlamento Europeo dicen que, a partir de 2035 no se va a poder vender ni un solo vehículo nuevo con motor de combustión. Al tiempo, dan a entender que quien se empeñe en seguir conduciendo un coche diesel o de gasolina a partir de esa fecha no va a poder pagar el repostaje ni con la camiseta porque la única alternativa serán los combustibles sintéticos neutros, que costarán un ojo de la cara. Sin embargo, hay otras soluciones y, hasta no hace tanto, eran comunes también aquí en España. Se trata, en concreto, de los combustibles de origen vegetal elaborados con aceite de cocina usado, aceites de colza, palma o girasol y residuos vegetales de todo tipo. De hecho, España entera se llenó hace unos años de proyectos de biorefinerías que, en su mayor parte acabaron no concretándose o que, si se construyeron, funcionaron durante muy poco. Ahora, Toyota, el segundo mayor fabricante de coches del mundo, bendice los biocombustibles, una solución de la que, al menos en España, no se acordaba casi nadie.

En el Hilux y el Land Cruiser
La marca japonesa ha adaptado –tampoco es que se necesiten grandes modificaciones- dos de sus modelos más populares (El Hilux y el Land Cruiser) para que puedan funcionar sin problema con estos combustibles que, hay que destacarlo, sí generan emisiones de CO2 pero no contribuyen al calentamiento global ni al efecto invernadero. ¿por qué? Pues porque el CO2 resultado de la quema de biocombustibles no es exógeno, a diferencia del que resulta de quemar carbón o derivados del petróleo. Cuando quemamos gasolina convencional lo que hacemos es, simplemente, liberar en la atmósfera cantidades de CO2 suplementarias que sí contribuyen al calentamiento global porque, cuando quemamos combustibles fósiles, además de obtener energía, liberamos en el medio gases que han estado enclaustrados durante milenios en el subsuelo y sin formar parte de la atmósfera. Con combustibles de origen vegetal, ese problema desaparece.

Más bendiciones
El combustible que podrán utilizar los nuevos Toyota Hilux y Land Cruiser es un gasóleo parafínico denominado HVO100 y procede de fuentes 100% renovables como, explica Toyota, “aceite de cocina reciclado” y aceites vegetales “de palma y colza”. Cumple las normas de calidad europea, contiene menos azufre que el gasóleo convencional y se vende sin problemas en más de un millar de estaciones de servicio europeas. Dichas gasolineras están en países como Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Estonia, Letonia, Noruega, Holanda y Suecia, pero a España no ha llegado aún este biodiesel en concreto aunque, cabe recordarlo, sí que se vendía de manera habitual hace no muchos años. Con todo, de aquel boom de los biocombustibles sólo quedaron cierres e inversiones fallidas.
Desde la UE se juega a favor de los combustibles sintéticos y no de los biocombustibles, porque se han dado por buenas las tesis ecologistas según las cuales el impacto negativo que la producción de biodiesel puede llegar a tener sobre el medio es mayor que el beneficio. Según su teoría, destinar grandes superficies de cultivo a obtener materias primas para fabricar biocombustibles es un error pero ¿para qué se usaban si no los bosques antes de que el carbón se empezase a explotar a finales del XIX? Si Transport&Environment tiene razón y el litro de combustible sintético va a salir por 2,80 euros en 2030, quizá sería ya hora de que alguien empezase a preguntar si Toyota no tendrá razón y resultará que el biodiesel es una buena idea. Los motores BlueHDi de Stellantis pueden usarlo sin problemas y Repsol tiene previsto construir una planta de biocombustibles en Cartagena.