La autonomía de un coche eléctrico depende de varios factores. El peso del vehículo, los neumáticos o el tipo de motor eléctrico, así como el software de gestión energética, el entorno (temperatura exterior y orografía) y el estilo de conducción influyen directamente, pero el elemento más determinante es la batería.
Es simple: cuanto más grande es la batería, más energía es capaz de almacenar y, por tanto, más kilómetros es capaz de recorrer. El tamaño de la batería varía bastante según el vehículo. Por ejemplo, la de un Tesla Model S puede ser de hasta 100 kWh, lo que se traduciría en torno a 600 kilómetros WLTP (protocolo internacional para la medición de forma realista de la autonomía y el consumo energético).
Se estima que la autonomía media de los automóviles eléctricos que circulan actualmente por las carreteras españolas es de 250 kilómetros, con unas baterías de entre 30 y 50 kWh de capacidad. Es una cifra plausible para entornos urbanos, pero que se queda corta para los que realizan viajes largos, obligándoles a parar a “repostar” en las estaciones de carga. La última innovación de China podría duplicar la densidad energética.
Una batería de 600 Wh/kg, el doble que ofrece lo mejorcito de Tesla
Un grupo de investigadores de la Facultad de Ciencias de los Materiales de la Universidad de Tianjin (China) ha desarrollado una nueva batería de metal de litio que alcanza una densidad energética de 600 Wh/kg. Si es real, significaría un gran avance en la industria automotriz, ya que es el doble de densidad que las mejores baterías de Tesla (alrededor de 300 Wh/kg) o cuatro veces las baterías Blade de BYD (150 Wh/kg).
Sin embargo, las baterías de metal de litio tienen un problema: el electrolito. El electrolito es el medio por el que circulan los iones de litio. Los diseños de baterías antiguos tienen dificultades para equilibrar aspectos como la alta densidad energética, la vida útil y la seguridad. Por suerte, los investigadores han conseguido superar estas deficiencias.
El equipo logró romper la estructura de solvatación tradicional, creando una estructura más dispersa para que el ion interactúe con mayor flexibilidad. Por otro lado, utilizó aprendizaje automático para probar computacionalmente sales de litio y disolventes y encontrar las mejores combinaciones. Incluso añadieron flúor para proporcionar al electrolito una alta estabilidad térmica (resiste el fuego, la congelación y las perforaciones con clavos).
Durante las pruebas, los investigadores se dieron cuenta de que la batería, además, era muy segura: puede funcionar a -60 °C sin congelarse. La batería se ha puesto a prueba en drones, prolongándose el tiempo de vuelo 2,8 veces. Incluso sobrevivió a 25 ciclos completos de carga sin presentar inestabilidad o degradación apreciables.
Si bien el experimento ha sido un éxito, todavía no se sabe si llegará a comercializarse. De momento, no es más que una prueba de concepto, pero los investigadores son optimistas y esperan que salga adelante, ya que la batería podría solventar algunos problemas de los vehículos eléctricos actuales, como la corta autonomía.