El uso intensivo de aviones no tripulados es, sin duda, la gran innovación de la Guerra de Ucrania. Los cielos del país eslavo andan estos meses llenos de drones de las más diversas procedencias y los resultados son, en términos militares, más que satisfactorios. Ahora, el mismo sistema llega al mar: Ucrania ha empezado a utilizar Unmaned Surface Vehicles (USV) o, si se prefiere embarcaciones de superficie no tripuladas.

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¿Dónde y para qué las usan?

Ucrania, siempre según el Ministerio de Defensa ruso, ha utilizado estos dispositivos en el Mar Negro, más en concreto en Sebastopol. Y lo han hecho para atacar a la Flota del Mar Negro rusa, atracada en Crimea. El ataque, explican fuentes rusas, implicó a nueve drones aéreos y siete USV que causaron daños en un dragaminas y el sistema de protección del puerto. Sebastopol es una de las bases navales rusas mejor protegidas.

Fabricación propia

En los últimos días, han aparecido en la red diferentes imágenes del ataque y se comprueba que los drones marítimos son de fabricación propia ucraniana. De hecho, se especula con la posibilidad de que sean motos de agua de origen canadiense modificadas que pueden alcanzar hasta 110 kilómetros por hora y habrían sido modificadas para portar explosivos y controlarse de manera remota. La parte superior de los vehículos ha sido reemplazada por una carcasa de aluminio sobre la que se ha instalado una antena de comunicaciones, cámaras y sensores de distancia. En la proa, hay detonadores que, si se produce algún tipo de contacto, detonan los explosivos que porta el vehículo. Las mismas fuentes rusas señalan que Ucrania habría lanzado el ataque con USV desde Ochakiv, una ciudad costera situada a 270 kilómetros de Sebastopol. Los barcos no tripulados llevan usándose desde hace siglos, pero nunca habían alcanzado el actual nivel sofisticación. De hecho, parecen una versión moderna de los Siluro a Lenta Corsa Maiale, verdaderos torpedos submarinos tripulados, que la Regia Marina italiana utilizó para hundir buques ingleses en la Bahía de Algeciras durante la II Guerra Mundial. De esa historia nos habla Arturo Pérez Reverte en su novela El Italiano.