Hasta hace pocos años, Caló des Moro era un pequeño paraíso en Mallorca: una cala de poco más de 20 metros de longitud, aguas turquesas, arena blanca y silencio. Hoy, aquel sueño mediterráneo se ha convertido en una pesadilla colectiva, víctima de un éxito tan masivo como peligroso. Las redes sociales han convertido esta pequeña joya del municipio de Santanyí en un símbolo de lo que puede pasar cuando el turismo, los algoritmos y la vanidad digital se mezclan.
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Colapso turístico en una cala para 100 personas
Con una capacidad estimada para 100 personas, Caló des Moro ha llegado a recibir, según el ayuntamiento, hasta 4.000 visitantes en un solo día. El flujo es tan exagerado que hay colas para bajar y subir a la playa, atascos a pie y con vehículos: 1.200 coches al día llegan a acumularse en los alrededores. Esto provoca retenciones, tensión vecinal y un deterioro visible del paisaje.
El consistorio ha reaccionado como ha podido: eliminó toda referencia a la cala de su web oficial y ha hecho un llamamiento público a los medios de comunicación y operadores turísticos para que dejen de promocionarla. Pero la realidad va por otro lado: las redes la siguen haciendo viral. Influencers, parejas de postureo y viajeros "inspiracionales" siguen llegando en masa.
"¡Cap a ca vostra!": el clamor local contra el turismo masivo
Un vídeo reciente en Instagram, publicado por un usuario conocido como @el_hombre_mas_rico_del_mundo, mostraba el estado actual de la playa: docenas de bañistas hacinados, sin espacio para extender una toalla ni respirar. Las reacciones no se hicieron esperar.
«Tendría que ser solo para residentes... que se vayan al Arenal los guiris», escribía un usuario.
«Yo soy de Mallorca y nunca he ido. Es demasiado pequeña y se peta», decía otro.
«Antes era un paraíso... ahora es como hacer cola en un supermercado», comentaba una usuaria con nostalgia.
Otros lo decían más crudo: «Borregos», «Es una vergüenza», «Esto es una plaga», «No voy ni aunque me paguen». Entre la rabia y la ironía, el malestar es evidente.
¿De dónde sale este colapso en la playa de Caló des Moro?
La respuesta a este fenómeno no es ningún misterio: el efecto Instagram. Una imagen preciosa compartida miles de veces, una recomendación viral en un blog de viajes, un vídeo con música suave y paisaje idílico... y la consecuencia es automática: miles de personas quieren exactamente la misma foto, en el mismo lugar, desde el mismo ángulo.
«La gente está enferma por poder decir que ha estado. Qué pena», comentaba una vecina. Otros van más allá y en las redes sociales reclaman medidas drásticas: «Entrada de pago para turistas», «Turismo regulado y menos influencers»..., comentan en la imagen publicada en Instagram.
La paradoja: vivir del turismo y no poder vivir en él
No todo el mundo está de acuerdo con demonizar al visitante. Algunas voces locales matizan: «Sin turismo nos moriríamos de hambre», decía un usuario. «Es muy triste ver un lugar tan bonito arruinado, pero peor sería no tener turismo». Otros proponen soluciones creativas: restringir el acceso a ciertas horas, fomentar el baño en otras calas menos conocidas, o simplemente, ir en invierno.
Pero la imagen ya ha quedado grabada: una playa que fue paradisíaca y que ahora es símbolo del turismo descontrolado. Quizá lo más triste no es que Caló des Moro esté llena, sino que ya ha dejado de ser especial. Porque, como decía otra voz en Instagram: «Si hay que hacer cola para ver el paraíso, ya no es paraíso».