La lengua toma conciencia en el ámbito sanitario. Si en Catalunya ha robado el protagonismo el nuevo curso de catalán que estará disponible para 2.700 profesionales, en las Islas Baleares también hay novedades. En este caso, sin embargo, el movimiento no llega por la vía oficial porque en el territorio insular no es el gobierno (del Partido Popular y con el apoyo externo de Vox) quien se ha encargado de potenciar la lengua propia en el sector de la salud. Más bien al contrario: centenares de profesionales baleares se unieron a finales de enero para promover el catalán, bajo el nombre Sanitarios por la Lengua y con el apoyo de la Obra Cultural Balear. La iniciativa arrancó con la participación de 300 personas, pero en pocas semanas ya se ha subido hasta cerca de 700.

En la presentación de la plataforma, sus promotores explicaron que el principal motivo para la fundación de Sanitarios por la Lengua es precisamente el "retroceso importante del uso habitual del catalán en el ámbito sanitario" que se ha vivido en los últimos años. De hecho, las Islas Baleares son uno de los territorios con mayor presencia de profesionales de la salud provenientes de fuera: cerca de la mitad vienen de regiones que no son de habla catalana. Eso provoca una situación en que el castellano gana progresivamente más fuerza en la comunicación cotidiana. "Existe un desconocimiento de los derechos lingüísticos de los pacientes tanto por parte de los profesionales sanitarios como por parte de los mismos usuarios", lamentan. ElNacional.cat ha hablado con tres miembros de la plataforma para saber más detalles.

 

¿Un 'atac de feridura' o 'el ballador de l'anca'?

El problema principal no es el que podríamos imaginarnos. Según relata Quique Manuel-Rimbau, que es cirujano vascular, los casos que se encuentran no son de sanitarios o pacientes "radicales incapaces de cambiar de lengua". La discriminación que sufre el catalán en el ámbito de salud en las Islas Baleares, pues, no es de un rechazo por parte de la población castellanohablante, sino todo lo contrario. Son los mismos isleños quienes, a pesar de tener como lengua habitual el mallorquín, el menorquín o el ibicenco, cambian de lengua para dirigirse de primeras a su médico o enfermera. "Cuándo un paciente va al hospital, tiene siempre una actitud colaboradora. Y como están angustiados y quieren que se les entienda, tienen la impresión que se les entenderá mejor si hablan en castellano", explica Quique.

Coincide Tomeu Ramis, que es anestesista. Para él, este comportamiento se explica por una herencia pasada en que el catalán era visto como una lengua de segundo nivel. Los pacientes, explica, tienen "miedo de sufrir rechazo" si hablan en mallorquín, menorquín o ibicenco, y optan por el castellano desde el primer momento. "Mucha gente sufre todavía el marco mental del posfranquismo, en el que los sanitarios son vistos como la autoridad y, por lo tanto, se los tiene que tratar en castellano". Marc Bonet, que es médico anestesiólogo y coordinador de Sanitarios por la Lengua, también describe esta realidad en las salas de consulta. "Muchas veces el paciente no quiere inconvenientes y charla en castellano porque sabe que así no tendrá problemas", explica. Por eso, los profesionales que son miembros de la iniciativa llevan ahora unos pins a la bata con el fin de identificarse de cara al paciente y que este pueda saber que puede dirigírsele de entrada en catalán.

Marc no tiene inconveniente para comunicarse en ninguna de las dos lenguas, pero no todos sus compañeros pueden hacer lo mismo, cosa que pasa factura al paciente porque no puede expresarse de la manera que le es "más coherente". Eso comporta dificultados particularmente cuando se quieren comunicar dolores y afecciones sin conocer su traducción exacta. Un 'atac de feridura', por ejemplo, es 'un ictus', mientras que 'el ballador de l'anca' es la 'cabeza del fémur', ahí donde este hueso se une con la pelvis. De hecho, la plataforma ya está elaborando un documento en el cual quiere recopilar una larga lista de palabras y expresiones típicamente insulares con sus significados.

Mientras tanto, ya se han dado numerosos casos prácticos de dificultades para entenderse. "Una vez, un enfermo tenía picores y le salía decir 'coïtja', que es propio del dialecto de aquí. ¿Y una anestesista se extrañaba y pregunta 'Dice que tiene 'coïtja' y se rasca, que quiere decir 'picor' eso?", recuerda Tomeu. Otra anécdota lo relata Marc, que recuerda cómo una paciente de mediana edad quería explicar a una enfermera que sentía pinchazos por el cuerpo. "Pero no le salía la palabra y decía que sentía 'punyiments', ella insistía e insistía y se ponía nerviosa porque no le salía la palabra y la enfermera no la entendía", describe.

Cursos de catalán, una necesidad

La iniciativa, inevitablemente, ha generado recelos y oposición de una parte de la sociedad mallorquina, menorquina e ibicenca que no ha acabado de entender cuál es su objetivo, con voces que han acusado a los promotores de catalanofobia, y algunos compañeros de trabajo que consideran que es una imposición. Quique cree que se trata de un "conflicto interesado", y lamenta que se haya utilizado esta cuestión de "forma política". No es casualidad, tampoco, que el movimiento haya tenido lugar en las Islas Baleares, donde el gobierno autonómico del Partido Popular y con el apoyo externo de Vox eliminó el verano pasado la obligación de conocer el catalán con el fin de poder trabajar a la sanidad isleña. El argumento era que este requisito repelía posibles profesionales que solo hablaban castellano, en un momento en que el territorio tiene demanda de nuevos médicos y enfermeras.

Marc coincide en que viene "mucha gente de fuera" a trabajar al sector de la salud, pero remarca que saber hablar la lengua propia "es una necesidad". "Los pacientes tienen que poder explicar su sufrimiento íntimo en catalán", subraya. Por eso, la iniciaba no quiere demonizar el castellano, sino que simplemente "ponerlo más fácil a la gente". Si son los profesionales los que han puesto en marcha la campaña es solo porque "el paciente no empezará nunca ninguna batalla", tal como remarca. "Ellos quieren cuidarse y, por lo tanto, callarán. Los sanitarios tenemos que dar el primer paso", concluye.

Con el fin de resolver esta problemática, la solución es sencilla: fomentar el aprendizaje del catalán entre todos los profesionales. De esta manera, los pacientes que se expresan en su casa en mallorquín, menorquín o ibicenco no tendrán que cambiar de lengua cuando llegan a la sala de consulta. Por eso, más allá del documento con el vocabulario idiosincrático del ámbito de la salud que prepara la plataforma —y asumiendo que el actual gobierno no recuperará la exigencia de conocer catalán—, los sanitarios proponen otra opción: cursos de catalán. "Es una de las cosas que tenemos intención de preguntar cuándo nos reunamos con la Conselleria o con Ib-Salut", explica Tomeu. Actualmente existen, pero son fuera de horario laboral y no hay facilidades para hacerlos". En todo caso, la mayoría de sanitarios tan solo pretende hacer bien su trabajo. "Y por eso todo el mundo tiene que tener claro que atender a los pacientes en catalán es una necesidad asistencial".