Cuando menos lo esperábamos, el invierno ha decidido aparecer por sorpresa en casa. Según las últimas previsiones para la semana que empieza, la masa de aire polar que se dirige hacia Catalunya hará desplegar heladas intensas y un descenso notable de las temperaturas en toda Europa. En este contexto, encender la calefacción o el radiador no solo se convierte en un gesto habitual cuando llega diciembre, sino una necesidad urgente para preparar el hogar para el frío que llega de golpe.
Aunque el vínculo entre encender los aparatos de calefacción y la llegada del invierno sea casi ritual, lo cierto es que muchos nos preguntamos: ¿es más eficiente mantener la calefacción encendida constantemente a baja temperatura o apagarla y encenderla cuando es necesario? A continuación analizaremos, con datos y criterio, qué opción reporta un ahorro real y ajustado a nuestro consumo doméstico.
Una práctica extendida pero poco eficiente
De entrada, mucha gente da por hecho que lo más eficiente es dejar la temperatura estable y evitar arranques y paradas del sistema. El argumento habitual suele ser que, si dejamos enfriar la casa, después habrá que gastar más energía para volver a llevarla a la temperatura de confort. Una idea que suena lógica, sí, pero que los expertos desmontan con bastante seguridad.
La realidad, confirmada por técnicos en eficiencia energética y organismos como el IDAE, es bastante diferente: apagar la calefacción cuando nos marchamos o durante la noche suele consumir menos energía que mantenerla encendida todo el tiempo.
¿Por qué apagar y encender la calefacción puede ser más eficiente?
La respuesta tiene más de física básica que de magia. Cualquier vivienda, incluso las mejor aisladas, pierde calor. Y estas pérdidas térmicas son constantes mientras el interior de casa está más caliente que el exterior. Cuanto mayor sea esta diferencia, más energía deberá aportar el sistema de calefacción para mantener el ambiente estable.
Ahora bien, cuando dejamos que la temperatura de casa baje (ya sea porque salimos, porque es de noche o porque simplemente no nos hace falta tanto calor) también baja el ritmo al que se escapa el calor. Es decir, la casa pierde menos energía porque la diferencia entre interior y exterior se reduce. En este intervalo, nuestro sistema no trabaja, no compensa nada, y por lo tanto no consume.
Cuando lo volvemos a encender, es cierto que habrá un breve período de consumo más intenso hasta recuperar la temperatura ideal, pero este esfuerzo puntual suele ser mucho menor que todas las horas que habríamos estado gastando energía para mantener una temperatura constante. El IDAE (Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético) es claro: recomienda apagar la calefacción por la noche y optar por alternativas como abrigarse mejor en la cama o utilizar textiles más cálidos. Un consejo que, además de eficiente, puede ser sorprendentemente confortable.
Un dato clave que puede ahorrar mucho dinero
Hay un detalle importante que a menudo pasa desapercibido: una variación de 1 °C en la temperatura de una vivienda puede suponer un ahorro de aproximadamente un 7% en climatización. Esto convierte a los termostatos programables, los crono termostatos y los sistemas inteligentes de gestión de la calefacción en aliados muy potentes. No solo permiten regular la temperatura con precisión, sino que ayudan a automatizar hábitos de ahorro que, una vez integrados, reducen notablemente el consumo sin sacrificar confort.
Ahora bien, todo este debate no sería completo sin una mirada a un tema que a menudo ignoramos: el aislamiento térmico de la vivienda. Ventanas con puente térmico, paredes poco protegidas o un techo mal aislado pueden disparar el consumo sin que nos demos cuenta. Invertir en mejoras como doble acristalamiento, ventanas de PVC o aluminio con rotura de puente térmico, o incluso en pequeñas intervenciones como sellar grietas y mejorar cortinas, puede reducir las pérdidas de calor de manera drástica y, a la larga, aligerar las facturas.