El pasado 12 de octubre un nuevo temporal causó estragos en las Terres de l'Ebre. El paso de la DANA Alice por el Montsià dejó imágenes escalofriantes a las que los vecinos, por desgracia, cada vez están más acostumbrados en municipios como Alcanar, la Ràpita o Ulldecona: calles anegadas, crecidas repentinas, carreteras cortadas o directamente con el pavimento destrozado y campos, casas y comercios enfangados. Todo, con el miedo por el impacto en el imaginario colectivo de los 229 muertos que provocó la DANA que arrasó parte de los municipios de l'Horta Sud de València mañana hará justo un año; imágenes que pasaron por la mente de los afectados en el Ebre cuando se encontraron de repente a media tarde ríos de agua corriendo violentamente a las puertas de su casa. Por suerte, esta vez no ha habido víctimas.

En Alcanar, donde es la quinta inundación similar que sufren en siete años, ya ha habido reacción. Más allá de las ayudas habituales que las administraciones aprueban cada vez que hay un fenómeno similar para paliar los efectos y ayudar a arreglar los estragos —que este año han sido de unos 10 millones de euros en ayudas directas por parte del Govern y unos 50 más en préstamos—, los ayuntamientos piden ir más allá de las acciones "reactivas" una vez ya ha pasado y piden prevenir yendo al grano y de manera drástica. El alcalde, Joan Roig (ERC), ha propuesto a la Generalitat el derribo de diez viviendas que se edificaron en medio de un paso de agua, el barranco del Llop.

Después de "mucha pedagogía", los vecinos están de acuerdo, dado que viven con miedo cada vez que hay previsión de lluvias. Si bien el president Salvador Illa avisó de que derribar es "siempre la última opción", ahora Govern y Ayuntamiento trabajan en esta solución, una vez constatado que en aquel punto "no puede haber casas" porque nunca será seguro. Si finalmente se ejecuta el plan, estos vecinos de la urbanización Serramar podrían convertirse pronto en los primeros refugiados climáticos de Catalunya, obligados a dejar su casa por la intensidad y recurrencia de las inundaciones en las Terres de l'Ebre.

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Carretera negada al Montsià / ACN

Esta es una posible solución, pero no es la única ni puede ser generalizable. Así lo asevera el profesor Ernest Bladé, experto en dinámica fluvial, ingeniero hidráulico e investigador vinculado a la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Bladé forma parte del Observatori de la Inundabilitat, el organismo asesor presidido por la catedrática Carme Llasat que ha creado el Govern ante la reiteración y la destructividad de los aguaceros. El experto acaba de llegar de Zaragoza, de unas jornadas de ingeniería del agua en las que ha constatado que la DANA, el riesgo de inundaciones y su gestión, es una cuestión candente y capital que preocupa a los investigadores y a las administraciones públicas.

En conversación con El Nacional, Bladé reitera que las trombas de agua no necesariamente son peores o algo nuevo que no ocurriera décadas atrás —es un fenómeno propio del Mediterráneo—. Es cierto que existe el factor climático y que la orografía de la zona "favorece la formación de estas gotas frías", siendo espacios entre el mar y las montañas en las cuales el aire caliente sube, se enfría rápidamente y estalla en fuertes lluvias. El País Valencià, además, es una zona "especialmente propensa a sufrir inundaciones y daños", con ramblas con mucha pendiente en las cuales cuando llueve el agua llega muy rápidamente a los ríos y estos desbordan fácilmente. Pero, añade, para entender los estragos que causan las trombas de agua, ahora hay que tener en cuenta el componente humano.

"Antes no había carreteras", apunta Bladé, irónico, al ser preguntado sobre por qué hemos visto las impactantes imágenes de vías interurbanas que han estallado en mil pedazos por el paso del agua. El profesor señala que en las últimas décadas, especialmente a partir de los años 60, se ha urbanizado de manera "desmesurada, descontrolada" alrededor de torrentes. "Los daños que se provocan son también porque hay elementos que se han ido poniendo allí y que antes no estaban", explica el experto.

El 9% de los catalanes viven en zonas inundables: "Se hacía lo que se podía"

El octubre pasado, el Govern reveló que más de 705.000 personas viven en Catalunya en zonas inundables, el 9% de la población. En concreto, un 15% de las zonas urbanizables del territorio catalán se encuentran afectadas por riesgo de inundaciones fluviales o marítimas. ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué las autoridades lo han permitido? Sobre esto, el profesor Bladé señala que antes había un mayor desconocimiento sobre el peligro de inundaciones. Y apunta al hecho de que es una cuestión que Europa se la ha empezado a mirar "con más detalle" desde que se aprobó la directiva europea de inundaciones, en 2007

Antes de esta regularización general, algunos países tenían mapas y algún trabajo hecho sobre la cuestión, como estudios concretos sobre zonas con inundaciones habituales, pero no había "una metodología, una manera de hacer mapas de peligrosidad y riesgos" como sí que hay ahora. "Sin criterios, se hacía lo que se podía", apunta Bladé. De todos modos, el experto señala que ahora la administración "es consciente y sabe lo que hay y qué tiene que hacer", aunque "tiene unos recursos limitados". "Hay muchísima gente trabajando el tema", recuerda.

dana sur catalunya  Foto: Lorena Sopêna / Europa Press
Los estragos de la DANA en las Terres de l'Ebre / Europa Press

¿Se puede prever una DANA?

Una vez el daño está hecho, la previsión es una necesidad. Sin embargo, las últimas lluvias han puesto en evidencia la dificultad para prever con suficiente tiempo cuándo caerá una gran tromba de agua, dado que la situación prevista ha cambiado en cuestión de minutos y en nada se ha formado una alerta roja que quizás una hora antes no se contemplaba. Bladé señala que estas gotas frías son fenómenos "rápidos e inciertos" que la meteorología "no está lo suficientemente avanzada para pronosticar" con detalle. "Se sabe que hay una previsión con días de antelación u horas de que lloverá, pero sobre la intensidad o el punto donde caerá más aún hay mucha incertidumbre", apunta. El cambio climático acentúa esta vertiente caótica. Por eso, el experto asevera que a pesar de los sistemas de alerta temprana y de que hay estudios de previsión de inundaciones con datos históricos, una lluvia torrencial no es pronosticable del todo. Además, muchos de estos estudios, apunta Bladé, a veces son de series muy cortas y pueden no ser representativos.

"No hay una solución mágica"

"Queda claro que vivimos en zonas inundables y que seguiremos haciéndolo, no nos podemos retirar de todas", admite Bladé, que señala que seguirá habiendo inundaciones y sostiene que "lo que tenemos que aprender con el tiempo es a convivir, a gestionar el riesgo de inundación y a volvernos más resilientes para que cuando nos inundemos no haya tantos daños". Así las cosas, el profesor explica que el riesgo existirá y que se tiene que gestionar de diferentes maneras. "Previsión, protección y gestión", resuelve.

En primer lugar, hacen falta estudios para analizar qué puede pasar cuando se da una tromba de agua extraordinaria y evaluar los daños. "Si son inasumibles", pues entran en juego las acciones que se pueden hacer para disminuir el efecto: desde renaturalizar espacios, almacenar agua en ciertas zonas o instalar sistemas de protección en las casas. Es lo que se denominan SUDS (Sustainable Urban Draining Systems), es decir, buscar maneras sostenibles de conseguir que el agua circule más despacio y en caudales más pequeños, como por ejemplo puede ser tratar el terreno para que no sea tan impermeable y que el agua se filtre o ralentizar el recorrido del agua creando pequeñas zonas de almacenamiento.  En Alcanar, por ejemplo, apunta Bladé, se está trabajando también en un proyecto para hacer balsas de laminación, espacios de almacenamiento de agua temporalmente para que el caudal sea más bajo y cuando pase lo peor de las lluvias se deje ir la tromba.

A estas posibles soluciones, añade, se debe llegar "buscando consensos" con el territorio, con quien conoce la afectación de primera mano, haciendo caso a los expertos y sin imponer desde el poder. "Y a veces si se deben tomar actuaciones, quizás se debe pedir algún sacrificio a alguien", ha avisado, remitiendo al ejemplo de las expropiaciones en Alcanar. "En lugares donde no hay solución, como Alcanar, algunas casas se deben ir", añade, aunque avisa que esto no debe ser generalizable y que solo se debe fondear cuando no hay otra manera de garantizar la seguridad de los afectados.

Hacer caso a las alertas pese al "margen de incertidumbre"

La cuestión, apunta el experto, es que no hay una "solución mágica" aplicable a todos los lugares que garantice que no habrá más destrozos ni tragedias, sino que "en cada caso se tiene que mirar qué se puede hacer". A la vez, es un trabajo complejo en el que todo suma: "Una sola medida normalmente no sirve para nada, pero si vas sumando por todas partes y cuando urbanizas lo tienes en mente, puede llegar a ayudar mucho", resuelve Bladé.

También subraya la importancia de las alertas en los teléfonos móviles. El experto insta a hacer caso siempre a los avisos en los móviles para evitar tragedias como la del País Valencià y a ser conscientes de que siempre hay un margen de incertidumbre: "Quizás hacemos caso un día o dos de un aviso y al final no pasa nada, pero si cuatro días al año nos tenemos que quedar en casa y no nos tenemos que mover para que al final un día no haya desgracias, pues hagámoslo".