Buena parte de la población sufre los efectos de la tensión baja. Se considera que se da tensión baja cuando las cifras son inferiores a 90/60 Hg mm, aunque como ocurre con las mediciones, siempre varía en función de la persona.

Tener la tensión baja significa que la presión con la que el corazón bombea la sangre al latir es más baja de lo normal, lo que puede provocar que no llegue la cantidad necesaria a todas las partes del cuerpo. Y esta circunstancias produce una serie de síntomas muy identificables, como son los mareos, la debilidad, la falta de energía e incluso las arritmias y síncopes si se produce de una forma súbita, por ejemplo, por un cambio de movimiento.

EstetoscopioDe hecho, esto tiene un nombre, se llama tensión baja ortostática o postural, que tiene lugar cuando una persona experimenta estos síntomas al levantarse bruscamente de una posición tumbada o cuando se incorpora tras haber estado sentada un periodo prolongado. Es entonces cuando tiene lugar una reducción de flujo de sangre al cerebro que puede llegar a provocar una pérdida de la consciencia y un desmayo. Normalmente no reviste gravedad y pasados unos segundos el flujo se recupera. Aun así, tener esta presión arterial ha sido siempre considerado como un seguro de salud frente a las graves consecuencias de la tensión alta.

Pero además de estos síntomas, lo cierto es que las personas que tienen este problema pueden tener una mayor tendencia a sufrir depresión. No es algo nuevo, de hecho se han llevado a cabo estudios al respecto, como una investigación realizada por la Universidad de Noruega que constataba que la tensión baja puede favorecer la aparición de depresión y ansiedad.

Al parecer, la causa podría tener que ver con las neuronas que controlan la tensión, y en concreto con un neurotransmisor que se llama neuropéptido Y, que tiene que ver con los comportamientos emocionales humanas y, al mismo tiempo, reduce la presión arterial. O lo que es lo mismo, la hipotensión está relacionada con una lenta reactividad de los mecanismos que controlan la presión sanguínea y esa lentitud puede provocar un cierto estrés, que puede desembocar en un estado de ansiedad que a su vez derive en una depresión.

Y no solo eso. También se ha demostrado que algunos de los medicamentos más utilizados para el tratamiento de la hipertensión con el objetivo de disminuir las cifras de la misma –como son los antagonistas beta o beta bloqueadores– provocan que las personas que los toman tengan el doble de riesgo de ser ingresadas en un centro hospitalario con un trastorno de estado de ánimo, como depresión severa.

DepresiónPor lo tanto, una persona que sufra de hipotensión de forma crónica y que presente síntomas relacionados con estas enfermedades, debería acudir a un especialista para que valorara el tratamiento específico necesario, porque podría variar en caso de no estar relacionada la depresión con las cifras de presión arterial.

Y, en cualquier caso, y para evitar otras consecuencias, a las personas que la sufran les vendría bien seguir las siguientes recomendaciones. Deberían no permanecer demasiado tiempo en lugares cerrados y con temperaturas altas, sobre todo donde hay mucha concentración de personas, hidratarse frecuentemente, no realizar movimientos bruscos y alimentarse de forma periódica pero ligera y mejor con productos frescos y una dieta equilibrada, así como evitar el abuso de azúcares. Además, la práctica del ejercicio es muy recomendable por los demostrados beneficios que produce en el estado de ánimo.