No se habla demasiado del sistema nervioso entérico, pero lo cierto es que juega un papel fundamental en nuestro organismo, de hecho se le considera nuestro segundo cerebro. Es una parte del sistema nervioso que se encuentra en el tejido que reviste el esófago, el estómago, el intestino delgado y el colon. Regula funciones vitales del sistema digestivo, como entre ellos, la absorción y digestión de nutrientes y regular el hambre y la saciedad. Alberga más de cien millones de neuronas y se comunica con el sistema nervioso central a través de los sistemas simpático y parasimpático.

Además, influye también en el estado de ánimo, porque interviene en la producción de hormonas como la dopamina. Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Michigan ha hecho un importante descubrimiento al respecto. “La mayoría de las personas apenas han oído hablar de este sistema de su organismo”, asegura Brian Gulbransen, profesor de la Fundación MSU en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Ciencias Naturales.

El sistema nervioso entérico es notablemente independiente: los intestinos podrían realizar muchas de sus tareas habituales incluso si de alguna manera se desconectaran del sistema nervioso central. Y la cantidad de células especializadas del sistema nervioso que viven en el intestino de una persona es aproximadamente equivalente a la cantidad que se encuentra en el cerebro de un gato.

Contiene dos tipos de células, las neuronas cuya función es conducir las señales eléctricas del sistema nervioso y la glía, constituida por células que no son eléctricamente activas, lo que ha hecho que sea más difícil para los investigadores descifrar su función.

Neurona

Gulbransen y su equipo han demostrado que las células gliales desempeñan un papel mucho más activo en el sistema nervioso entérico de lo que se pensaba. En una investigación publicada en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, los expertos revelan que la glía actúa de una manera muy precisa para influir en las señales transportadas por los circuitos neuronales. Este descubrimiento podría ayudar a allanar el camino para nuevos tratamientos para enfermedades intestinales que afectan hasta al 15% de la población.

“Pensando en este segundo cerebro como un ordenador, la glía son los chips que trabajan en la periferia”, afirma Gulbransen. Son una parte activa de la red de señalización, pero no como las neuronas. La glía modifica la señal y se asegura de que las cosas funcionen sin problemas.

“Lo que debemos preguntarnos es si hay una manera de apuntar a un tipo específico o conjunto de glía y cambiar su función de alguna manera”, dijo Gulbransen. Su equipo ha descubierto que la glía podría abrir nuevas formas de ayudar a tratar el síndrome del intestino irritable. También está involucrada en otras afecciones de salud, incluidos los trastornos de la motilidad intestinal, como el estreñimiento, y otros como la pseudoobstrucción intestinal crónica, que consiste en una obstrucción no física en el intestino. En estos momentos, la ciencia no ofrece tratamientos eficaces para estos problemas, y estos expertos creen que con el estudio del sistema nervioso entérico, se pueden lograr grandes avances al respecto.