A partir de los 40, todos los hombres deberían controlar médicamente su próstata. Es precisamente desde esa edad cuando generalmente comienzan a producirse los primeros síntomas de la enfermedad más común de esta parte del cuerpo del varón, la hiperplasia prostática benigna que, tal y como la define la Organización Mundial de la Salud, es una condición por la que nódulos benignos agrandan la glándula prostática.

No se conoce a ciencia cierta cuáles son sus causas, aunque todo parece indicar que tiene que ver con los cambios hormonales que se producen a medida que se va envejeciendo. Su incidencia aumenta según pasan los años a los 50 años se calcula que la padecen el 40% de los hombres y el 75% a los 80.

Cuando comienza a producirse esta hiperplasia, no siempre salen a la luz los síntomas. De hecho, solo tienen lugar en la mitad de los casos. Pero las revisiones son importantes porque si no se trata de una forma adecuada, puede derivar en otras patologías más graves, como las infecciones urinarias recurrentes, la hematuria o la insuficiencia renal.

Síntomas

Generalmente, el primer indicio de la hiperplasia prostática es la necesidad de orinar de forma constante. Otros síntomas que deben alertar de la posible aparición de la enfermedad son la tardanza en el flujo urinario, la disminución de su fuerza y proyección, la incontinencia, la necesidad de orinar constantemente por la noche, la disuria (dolor al orinar) o la hematuria (presencia de sangre en la orina). Cualquier de estas circunstancias se puede dar a partir de los 40, y cuando aparecen es necesario acudir a un especialista.

Pruebas

Para el diagnóstico se realizan diferentes pruebas, entre las que se encuentran el tacto rectal, el análisis de orina, el análisis de sangre y el análisis para medir el antígeno prostático específico, que es una sustancia que se produce en la próstata y que aumenta cuando esta comienza a agrandarse. Si el diagnóstico es más complicado se puede realizar una ecografía o una biopsia.

Tratamiento

Una vez diagnosticado, dependiendo del avance de la hiperplasia, se puede prescribir un tratamiento farmacológico o una cirugía en los casos más graves. Los tratamientos más comunes son los que utilizan los llamados los bloqueadores alfa, que relajan la musculatura del cuello vesical y de la próstata y mejoran la sintomatología y los inhibidores de la 5-alfa-reductasa, que producen una regresión del aumento del tamaño de la próstata y mejoran la velocidad del flujo urinario.

Estos inhibidores se han visto en los últimos tiempos rodeados de polémica, después de que un estudio publicado en la revista JAMA International Medicine alertara de que los hombres que los tomaban fueron diagnosticados de un cáncer de próstata 3,6 años más tarde después de que la prueba del antígeno diera positivo frente a los 1,4 años de aquellos que no tomaron el fármaco. En todo caso, la recomendación de someterse a una revisión a partir de los 40, sigue estando tan vigente como siempre para que los varones no dejen de ser incluidos en un protocolo tan necesario para evitar problemas mayores.