La industria del calzado es muy importante en el mundo y desde hace años, los zapatos y las zapatillas ergonómicas se han convertido en una de las opciones preferidas para muchas personas que gastan su dinero pensando que están escogiendo lo mejor para sus pies.

De hecho, sus ventas no dejan de crecer sobre todo en personas que sufren dolores en las articulaciones o que tienen más edad. Sin embargo, un estudio que ha aparecido en la prestigiosa revista Nature, acaba de concluir que un simple zapato tipo mocasín con suela fina tiene más beneficios que cualquier otra clase de calzado para la salud de las personas.

Los humanos nos calzamos desde hace solo 40.000 años, pues durante mucho más tiempo andábamos descalzos todo el día. Los pies se protegían porque la piel se engrosaba mediante el roce con el suelo y se formaban callos que endurecían la planta.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard ha querido hacer un estudio al respecto y para ello ha seleccionado dos grupos de personas: 22 adultos de los Estados Unidos que andaban con calzado y 81 de Kenia que no solían usar zapatos. Los expertos evaluaron el grosor de los callos en la planta de los pies, la dureza y la rigidez de la piel, así como la cinética en el grupo de Kenia. En el grupo de Estados Unidos, por su parte, también observaron los efectos sobre el pie del uso de diferentes tipos de zapatos.

Durante los trabajos se descubrió, como es obvio, que las personas que normalmente preferían caminar descalzos tenían callos más gruesos y más duros, en comparación con las personas que optaban por ir calzados. Pero lo curioso es que esta diferencia de grosor en la piel no afectó a la sensibilidad de los que andaban descalzos. En cambio, entre las personas que utilizaban los zapatos, aquellos que usaban calzado cuya suela tenía orificios acolchados y era más mullida, presentaban una reducción de la sensibilidad del nervio plantar. Y no sólo eso, además se alteraron las fuerzas de impacto que se producen cuando los pies tocan el suelo, ejerciendo más presión sobre las articulaciones. 

Esto quiere decir que los supuestos beneficios de este calzado, podrían tener más de marketing que de otra cosa. Porque la realidad es que los científicos aún no saben con certeza cómo los calzados ergonómicos, que se venden supuestamente como más adecuados para la salud del pie y que mejoran la pisada, pueden afectar a nuestra postura y nuestros huesos. Por este motivo, los investigadores creen que el uso de calzado con suelas más finas y menos mullidas podría acercarse a la experiencia de ir descalzo y, por tanto, tienen más posibilidades de ofrecer protección sin afectar la sensibilidad táctil y, posiblemente, a la postura y el equilibrio.