La importancia de proteger la piel de los rayos solares es de sobra conocida. Es uno de los consejos que se repite todos los veranos, y que llega a la ciudadanía por diferentes frentes. En las consultas médicas, con reiteradas recomendaciones para todas las edades y con independencia de si tienes la piel clara o algo más morena; en las farmacias, en forma de multitud de cremas protectoras en todo tipo de formatos, tamaños y factores de protección; y en los medios de comunicación, con anuncios o informaciones como esta.

Sin embargo, y pese a que cada año siguen creciendo los casos de cáncer de piel, directamente relacionados con la exposición solar, el gusto por el bronceado acaba prevaleciendo y basta con ir a una playa o piscina para ver que no son pocos los que desafían a los rayos ultravioleta y se exponen a sus quemaduras. Y claro, al final, muchos acaban sufriendo las molestas quemaduras.

“Hay quienes piensan que si se exponen al sol solo un rato sin protección no pasa nada, o que, cuando se queman, el daño desaparece al tiempo que también lo hace el enrojecimiento. Pero el problema está en que cuando la quemadura hace acto de presencia, el daño a las células de la piel ya está hecho, y puede tener efectos serios a largo plazo”, advierte el Dr. Aram Boada, responsable asistencial del Servicio de Dermatología del Hospital Quirónsalud Badalona.

Este experto insiste, sin miedo a resultar redundante, en la necesidad de evitar las horas centrales del día (sobre todo entre las 12 y las 16 horas); utilizar protectores solares SPF 50, media hora antes de la exposición solar y cada 2-3 horas durante la misma, y recurrir también a otros métodos barrera como sombreros, gorras, sombrillas o camisetas para baño, sobre todo en los niños, ya que “en la infancia y la adolescencia recibiremos hasta el 80% de la radiación solar que acumularemos a lo largo de la vida, ya que realizamos más actividades al aire libre, tenemos más tiempo vacacional de ocio que cuando somos adultos, etc.”.

Sin embargo, si estos y otros consejos llegan tarde, y el enrojecimiento y picor que caracteriza a las quemaduras ya han penetrado en tu piel, es necesario ser más estricto con las recomendaciones para reducir el daño. Lo ideal es acudir a un dermatólogo para que pueda evaluar el grado de quemadura y te indique las pautas más apropiadas para tratarla, pero siempre se pueden aplicar unos primeros auxilios en casa.

Una buena forma de empezar es con un baño o ducha de agua fría, para posteriormente aplicar cremas que ayuden a regenerar la piel lo mejor posible. El aloe vera es un gran aliado y un producto muy recomendable en estos casos, por su efecto antiinflamatorio, refrescante y reparador. Y en caso de que aparezca alguna ampolla, no tocar ni arrancar nunca su capa superior, en estos casos, un vendaje seco puede ayudar a prevenir infecciones.

Asimismo, si el sol ya ha dejado su huella, es más que evidente que hay que evitar todo tipo de exposición solar en la zona afectada, al menos hasta que finalice el periodo de recuperación de la piel. Y también es importante hidratarse bien, bebiendo abundante agua y zumos de fruta naturales.

El daño solar en la piel se manifiesta con las típicas quemaduras que van y vienen cada verano, pero también tiene consecuencias a medio-largo plazo. Incluso un exceso de exposición en la niñez puede ser responsable de lesiones cutáneas cuando somos adultos. Una razón de peso para empezar a tomarnos en serio todos los mensajes que nos rodean e insisten en proteger nuestra piel del sol. El sol, al final, siempre pasa factura.