Durante muchos años, debido a la epidemia de obesidad infantil que se está extendiendo por todo el mundo, se indicó desde las autoridades sanitarias de diversos países occidentales que los niños mayores de dos años podían tomar leche desnatada o baja en grasas. Pero ahora, como está ocurriendo con otra serie de cuestiones alimentarias, todo está en revisión.

De hecho, un primer estudio mundial realizado por la Universidad Edith Cowan (ECU) concluye que la leche entera es tan buena para los niños como la baja en grasas. La investigación, publicada por el American Journal of Clinical Nutrition, sugiere revisar las recomendaciones nutricionales otra vez.

El estudio

En la investigación, y durante un período de tres meses, se proporcionó a un grupo de niños sanos de cuatro a seis años productos lácteos enteros o bajos en grasa para realizar un seguimiento. Los productos lácteos se entregaban a domicilio cada quince días en envases sencillos. Ninguno de los grupos sabía si consumían lácteos enteros o bajos en grasa.

Por primera vez, los investigadores han medido de manera integral la obesidad, la composición corporal, la presión arterial y los biomarcadores sanguíneos de los niños para registrar los efectos del consumo de lácteos. Independientemente de si los consumían enteros o bajos en grasa, ambos grupos de niños consumían cantidades similares de calorías, aunque los niños que consumieron productos lácteos bajos en grasa ingirieron menos calorías y grasa de los productos lácteos. Las conclusiones no mostraron diferencias significativas entre la obesidad o la salud cardiovascular de los grupos.

Niña leche

“Anteriormente se pensaba que los niños pequeños se beneficiarían de los productos lácteos desnatados debido a sus niveles más bajos de grasas saturadas y menor densidad de energía, lo que a su vez ayudaba a evitar la obesidad y el riesgo de enfermedades cardiometabólicas asociadas”, indican los expertos. “Los resultados sugieren que los niños sanos pueden consumir de forma segura productos lácteos enteros sin mayor obesidad ni efectos cardiometabólicos adversos”.

“Teniendo en cuenta nuestros resultados y la investigación anterior, las revisiones futuras de las pautas dietéticas deberían considerar la posibilidad de recomendar que los niños de dos años o más puedan consumir productos lácteos enteros o reducidos en grasa”, expresan. Además creen que este nuevo enfoque basado en la evidencia ayuda a simplificar las elecciones de productos lácteos de los padres y permite a los niños consumir productos lácteos de acuerdo con sus preferencias individuales.