En la segunda ola vuelven a salir conceptos que parecían olvidados de la primera. Uno de los términos que hoy ha utilizado el Dr. Valentí Fuster en una entrevista en RAC1 ha sido la referencia al conflicto bélico para comparar la situación de la pandemia: "Eso es una tercera guerra mundial biológica, pero la gente joven no ha vivido ninguna guerra, hemos tenido suerte hasta ahora".

El director médico del Hospital Mount Sinai de Nueva York hace un llamamiento a "la esperanza", pero de momento hay que confiar en que algún día llegarán tiempos mejores. En concreto, en verano del 2022, la fecha que se ha marcado donde podremos empezar a ver signos de más normalidad o posteriores a la vida que estamos palpando desde hace meses en primera persona.

Más allá del momento trágico, Fuster hace un llamamiento a cambiar la manera de entender la salud: "El problema es que se habla de la atención a la salud individual, no global". A modo de ejemplo, pone el acento en que hay que tener en cuenta los problemas medioambientales más allá de lo que podemos sufrir cada uno de nosotros.

Y en clave de futuro ha dicho que hay que mirar al pasado más reciente, de donde venimos, para analizar qué ha fallado. Fuster ha sido tajante y considera que "se han perdido tres años" ya que había tiempo suficiente y margen informativo para empezar a trabajar en la elaboración de una vacuna.

Ahora, lo que se ha puesto de relieve es el desastre: "No estábamos preparados por una infección que hiciera vulnerable la población". Por eso, durante la conversación ha vuelto a combinar un mensaje reiterado: "La principal terapia es la esperanza".

Para hacer efectivo un cambio que aleje el rebrote y las olas masivas a escala mundial, ha detallado los tres factores prioritarios a tener en cuenta: "Lo más importante es que no nos transmitamos la enfermedad unos a otros; segundo, que haya testeo, saber si tenemos o no el virus de forma rápida, y tercero, la resiliencia".

El trabajo con anticoagulantes

Desde el centro que coordina en los Estados Unidos, también ha marcado la línea médica actual. El punto clave lo sitúa en la coagulación de la sangre: Lo que realmente mata al enfermo es la defensa inmunológica, los órganos pueden acabar invadidos por células de productos de defensa que llevan a un mal.

Por otro lado, "los coágulos de sangre son la segunda razón por la cual los enfermos mueren". Por eso están trabajando con diferentes anticoagulantes para ver cuál es el más efectivo. Fuster habla de "meses para ver si serán efectivos".

Una de las secuelas de la Covid es el corazón, y en este sentido, llama a la calma: "El corazón de los enfermos que ingresan está infectado en un 30%  [de casos], pero muy pocos tienen secuelas importantes".