El caso Cerdán ha dinamitado la legislatura, pero los planes de futuro de Pedro Sánchez continúan siendo los mismos: agotar el mandato hasta 2027 sin asumir ningún tipo de responsabilidad directa por haber cometido la negligencia —como mínimo— de haber entregado el timón del PSOE a dos secretarios de Organización presuntamente corruptos. El máximo líder socialista continúa atrincherado; simbólicamente en la Moncloa y físicamente este fin de semana en la finca toledana de Quintos de Mora, donde estaría según apuntan algunas informaciones diseñando su nuevo núcleo. Descarta por ahora superar esta crisis con una cuestión de confianza. Por su parte, Alberto Núñez Feijóo tampoco se atreve con una moción de censura. Teme que el tiro para desgastar al presidente español le salga por la culata si se demuestra nuevamente incapaz de articular una mayoría alternativa en el Congreso: los socios critican a Sánchez, pero no lo tumban. En privado, sin embargo, algún ministro de máxima confianza del jefe del ejecutivo admite tener dudas sobre si la situación es sostenible. Y ya hay militantes socialistas que no esconden su decepción con Sánchez; hay miembros que dicen que el partido se encuentra en estado de "shock".
Pedro Sánchez —que según algunos medios está pasando este fin de semana de crisis en la finca toledana de Quintos de Mora—consiguió el cargo de presidente del Gobierno gracias a una moción de censura contra Mariano Rajoy a causa de la sentencia del caso Gürtel, una trama de corrupción del PP. Siete años después, Sánchez quiere hacer ver que la figura de jefe del ejecutivo se puede separar de la del líder del partido. Por eso el jueves compareció con aquella cara de pocos amigos en la sede de Ferraz, desde un atril que no utilizaba desde que es el inquilino de la Moncloa. Las medidas para responder al escándalo las limita, de momento, al seno del PSOE: no dimite, no convoca elecciones, no se somete a una cuestión de confianza y ni siquiera renueva los miembros de su Gobierno. Aparte de pedir unas inocuas disculpas, solo ha anunciado una auditoría externa y en el próximo comité federal del partido renovará a su ejecutiva. Se celebrará el 5 de julio en Sevilla; coincidiendo con el congreso del PP que empezará un día antes en Madrid.
Volverá a la capital andaluza más de medio año después de haber celebrado un congreso federal en que optó por bunquerizarse con su núcleo duro; ya en plena tormenta judicial. Después de haber anunciado que remodelaría la dirección del partido, no lo hizo; y mantuvo a Santos Cerdán a su lado, aunque ya se sabía que había sido él quien había introducido a Koldo García dentro del PSOE y quien se lo había llevado después a Madrid. Sánchez asegura ahora que se ha enterado de las irregularidades de su escudero una vez se han publicado los audios que acreditan la gestión de comisiones por adjudicaciones. Siete meses después, afronta —ahora sí— una renovación de la ejecutiva socialista. No podrá hacer una limpieza a fondo si quiere mantener como número dos del partido a María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno y candidata de la formación en las próximas elecciones andaluzas, que tienen que celebrarse dentro de un año.
Madina y González afilan las armas para una guerra de sucesión
Sánchez impulsará esta renovación del partido en pleno cuestionamiento de su liderazgo; ya se hablaba sobre quién podría sustituirlo cuando las encuestas del 23-J situaban a Feijóo y a Abascal en la Moncloa y también cuando se clausuró cinco días cuando estalló el caso Begoña. En medio de una tormenta judicial con cada vez más rayos y truenos, Eduardo Madina vuelve a aparecer; once años después de haber perdido contra Sánchez unas primarias que, según la Guardia Civil, Cerdán podría haber manipulado. En los últimos días, ha criticado el escándalo del caso Leire Díez y también ha pedido reflexionar sobre la continuidad del fiscal general del Estado. Precisamente el jueves, el día en que estallaba el caso Cerdán, fue señalado por Felipe González como su candidato favorito para relevar a Pedro Sánchez como líder del PSOE.
Mientras tanto, el alcalde de Mérida, Antonio Rodríguez Osuna, ha puesto voz al malestar que hay en varias federaciones socialistas con Pedro Sánchez, por haber confiado en dos personas que han sumergido al PSOE en una nueva trama corrupta. El alcalde pedía "actuar de otra manera" y abogaba por la convocatoria de un congreso federal extraordinario para que la militancia "opine". "Los socialistas no nos merecemos eso", lanzaba.
Los socios no tumban a Sánchez mientras el PSOE está en "shock"
De momento, los socios parlamentarios de Pedro Sánchez han sido críticos con el escándalo, pero no hay ninguno aún que se posicione a favor de un cambio de ciclo. Jordi Turull aseguraba este sábado que el futuro del presidente del Gobierno continúa atado al cumplimiento del acuerdo de Bruselas, aunque afirmaba que Junts per Catalunya aprovecharía la debilidad socialista y recordaba que en Madrid tienen "intereses, no amigos". Podemos, el otro socio más duro con el PSOE, ha exigido una comisión de investigación en el Congreso. El PNV, que gobierna Euskadi de la mano de los socialistas, ha asegurado que las explicaciones de Sánchez son "insuficientes"; mientras que Bildu pide "transparencia" y Esquerra Republicana quiere que la auditoría se extienda al Ministerio de Transportes.
Mientras tanto, algún ministro admite en privado que la situación es crítica y reconoce las dudas sobre si la legislatura es sostenible. Este sábado, la ministra Diana Morant admitía estar sufriendo "dolor e indignación". Paralelamente, la presidenta del PSOE de Madrid, Paca Sauquillo, asegura que el partido está en "shock" y que ha sufrido un "golpe". De momento, en Aragón ya se ha tomado una primera medida como cortafuegos: suspender de militancia a un concejal que aparece en los audios de Koldo y Cerdán.
Ni cuestión de confianza... ni moción de censura
"Si el señor Sánchez quiere continuar así, sin poder salir a la calle, sin ser un presidente digno, yo no puedo impedirlo en este momento". Desde la calle Génova, Alberto Núñez Feijóo asume con resignación que no puede transitar ningún camino viable para llegar a la Moncloa a corto plazo. El mismo jueves, después de la rueda de prensa de Pedro Sánchez, lo volvió a constatar. Y continúa atascado en una rueda de hámster de la que no puede salir. Hace quince días, después del estallido del caso de Leire Díez, el líder del PP había agitado nuevamente la idea de presentar una moción de censura. Ahora bien, evitó dar un paso firme adelante y se limitó a convocar una movilización. De hecho, desde que el pasado mes de noviembre Víctor de Aldama declaró en la Audiencia Nacional y señaló directamente al presidente español, el relato del PP ha sido invariable: amenazar con una moción de censura, pero esperar pasivamente que alguno de los socios habituales del PSOE se atrevan a ello. Y es que tanto delante de los micrófonos como lejos de las cámaras, los dirigentes del PP defienden que han hecho todo lo que podían hacer, descartan levantar el teléfono para llamar a Junts o el PNV y apelan a la responsabilidad del resto de partidos.
"Si alguno de los socios quiere poner fin a todo esto, que sepan que estoy a disposición para abrir una nueva etapa en nuestro país", afirmó el líder del PP el 21 de noviembre. Ahora, siete meses después, la posición es la misma, con una combinación de voluntad, impotencia y resignación. Feijóo se niega a presentar una moción de censura para perderla, pero no abandona la idea definitivamente: "No daré un balón de oxígeno para que lo ratifiquen como presidente del Gobierno. [...] En el momento que vea alguna posibilidad, la utilizaré", reiteró el jueves. Y volvió a presionar a los socios: "Tienen la oportunidad de salvar un poco de honor y evitar que todo eso los arrastre sin remedio. Les sugiero que reflexionen. [...] Les aseguro que acabará mal". El día que reaccionó a las maniobras de Leire Díez para desacreditar a la Guardia Civil, mantenía la misma línea argumental: "Si quieren poner fin a eso, el Partido Popular continúa a disposición. Si [los socios] no quieren, no tengan duda que los arrastrará y que a la mayoría de los españoles decentes les hará cómplices de esta degradación".
Feijóo no da por válidas las explicaciones de Sánchez
Las únicas cartas que tiene el PP bajo la manga es citar a Pedro Sánchez a la comisión de investigación del caso Koldo del Senado, un movimiento por el que en Génova no hay prisa, o volver a la calle, una jugada que gastó la semana pasada para responder al caso Leire Díez. Ante la imposibilidad de pasar a la acción, Alberto Núñez Feijóo opta por elevar el tono, volver a exigir elecciones y situar al presidente español en el epicentro de la trama de corrupción. Algunos ejemplos de la intervención del líder del PP del jueves: "No hay cortafuego posible, no puede pretender sobrevivir. [...] Es imposible que pretenda sacudirse la responsabilidad porque la tiene toda. [...] No es creíble que Sánchez, que todo lo controla a su gobierno y a su partido, no se enteraba de nada. [...] No hay ninguna huida hacia adelante, es una huida ninguna en ningún sitio. Quien se tiene que caer es el uno".
Feijóo lamentó que las explicaciones del presidente español eran "absolutamente insuficientes y decepcionantes", le reprochó el "tono lastimero" que tuvo durante la rueda de prensa y le exigió "poner fin a la escapada" porque "sobrevivir no es una opción". "Que no vaya de víctima porque las víctimas somos todos los españoles. [...] Espero que los españoles se sientan igual de insultados que me he sentido yo. Eso atenta contra la inteligencia de los ciudadanos", remachó.
El líder del PP fue un paso más allá y plantó a Pedro Sánchez y al rey Felipe VI en el acto institucional del 40.º aniversario de la entrada de España a la Unión Europea. Tampoco estuvieron Mariano Rajoy, José María Aznar y Felipe González. Feijóo pidió perdón a la Casa Real, pero sostuvo que estaba convencido que la Zarzuela entendería que él no podía "compartir escenario" con Pedro Sánchez. "Estrechar la mano al presidente del Gobierno es convertirme en cómplice de lo que está haciendo con mi país y no lo haré", justificó. "Mi presencia ni era imprescindible, ni era aconsejable para salvaguardar la democracia", añadió. Sobre qué pasará en actos en el futuro, no quiso aclarar qué haría, pero dejó la puerta abierta a repetir el plantón.