Una escenificación pública en dos actos. Primero, la ministra de Defensa, Margarita Robles, que en una entrevista en TVE este viernes por la mañana desautorizaba a Pablo Iglesias por actuar como si estuviera "en el gobierno y en la oposición al mismo tiempo". La dirigente socialista pedía "humildad" y "lealtad" al vicepresidente segundo, recordándole que el presidente era Pedro Sánchez. Pocos instantes después le respondía, también públicamente, la secretaria de Estado Ione Belarra. La número dos de Iglesias en la Vicepresidencia Segunda le lanzaba desde su cuenta de Twitter: "Cuando eres la ministra favorita de los poderes que quieren que gobierne el PP con Vox, quizás estás haciendo daño a tu gobierno".

El principal detonante de todo esto: que Unidas Podemos haya enmendado su propio proyecto de presupuestos del Estado. Esta semana ha presentado una enmienda conjunta con ERC y EH Bildu para parar cualquier desahucio al menos hasta diciembre del 2022. Es sólo un episodio más, bastante sintomático, de la negociación de los presupuestos del Estado. Es la principal batalla del Gobierno en plena crisis sanitaria, económica y social. Una batalla que también es interna, una guerra soterrada entre dos almas dentro de un mismo gobierno, que no siempre se corresponden exactamente con los dos partidos que lo componen.

Ahora el calendario de tramitación está mucho más definido, pero a la vuelta de las vacaciones de verano no lo estaba tanto. A la ministra María Jesús Montero le costó sangre, sudor y lágrimas cerrar un proyecto de presupuestos del Estado con Nacho Álvarez, secretario de Estado de Unidas Podemos. Algunas cosas se quedaron en el tintero, como la ambiciosa reforma fiscal que se ha quedado a medio camino. Sin embargo, incluso después de aquella complicada negociación, Montero y Álvarez sólo firmaron un borrador de presupuestos, no un alto el fuego. La enmienda a los propios presupuestos lo evidencia. Pero también las negociaciones para los posibles aliados, que son hechas a contrarreloj por dos gobiernos diferentes. Porque la realidad es que buscan aritméticas diferentes. El PSOE más escorada al centro, rescatando a Ciudadanos de la foto de Colón para futuras alianzas; Podemos, escorada a la izquierda porque es su programa y, sobre todo, su principal salvavidas como socio pequeño.

Es en este contexto que aparece EH Bildu en la ecuación, una jugada entre Pablo Iglesias y Arnaldo Otegi hecha pública pocos minutos antes del inicio del debate al Congreso sobre las enmiendas a la totalidad. Para Pedro Sánchez fue un dolor de cabeza inesperado, pero los impulsores del movimiento conseguían el objetivo: dejar a Ciudadanos en fuera de juego, abaratar su voto, si es que se acaba poniendo bien. Inés Arrimadas ha insistido una vez y otra que es incompatible con ERC y sobre todo con EH Bildu, a quien ha criminalizado delante de su electorado. Con estos dos partidos es justamente con quien Iglesias ha registrado la polémica enmienda, de la que el PSOE se enteró poco antes de hacerse pública, según aseguran los socialistas.

Desde entonces Sánchez se ha visto obligado a apagar fuegos: con Ciudadanos, con sus propios barones y con uno de sus socios más leales, el PNV, a la cresta viendo que la izquierda abertzale le roba protagonismo. Andoni Ortuzar reclamaba el miércoles por la tarde que Pedro Sánchez hiciera "un puñetazo encima de la mesa del Consejo de Ministros" ante las interferencias de Podemos. Ni 48 horas después, Aitor Esteban anunciaba un primer acuerdo, negociado con el PSOE, según el cual los aceptan cuatro enmiendas. La principal, la eliminación del impuesto al diésel, que ha hecho remover de la silla los de Pablo Iglesias. Acción-reacción.

La primera batalla de los presupuestos del Estado se ha librado sobre todo en el País Vasco. Faltan dos semanas para que el Congreso debata y vote el proyecto de cuentas públicas. Todavía falta la partida catalana, que aparentemente tendría que ser más tranquila. Los principales interlocutores del Gobierno serán ERC y los cuatro diputados del PDeCAT. Por ahora, este viernes Pedro Sánchez ya ha enviado una carta a Pere Aragonès prometiéndole ayudas económicas. Pero no se puede desvincular del clima preelectoral de la política catalana, que también se puede palpar en Madrid con duros reproches entre partidos independentistas.

Ciudadanos, en fuera de juego

Mientras tanto, Inés Arrimadas intenta salir como pueda en la fotografía de los presupuestos del Estado para irse de la fotografía de Colón. Los movimientos con EH Bildu, ERC y el PNV la dejan en fuera de juego. Ciudadanos quiso dejar a Unidas Podemos de la mesa de negociación, y acabaron sentándose juntos. Puso como línea roja la inmersión lingüística, pero esta semana ha salido adelante la Ley Celaá sin el castellano como lengua vehicular en Catalunya. Vendió que había pactado con el Gobierno la supresión del impuesto al diésel, el Gobierno la desmintió rotundamente y lo ha acabado pactando este viernes con el PNV. Dijo que era incompatible con ERC y EH Bildu, pero sigue tendiendo la mano. La líder de Ciudadanos escenifica la indignación, pero al mismo tiempo no se levanta de la mesa. Se aferra a cualquier cosa para formar parte de la ecuación y poder decir que ha vuelto al centro. Aunque sea con un 'sí' gratis.

Pero aún queda mucha partida hasta la semana del 30 de noviembre, cuando el Congreso votará el proyecto de presupuestos y lo enviará al Senado.