El problema de los políticos españoles es que miran demasiado Baron Noir y muy poco Borgen. Su Dunkerque particular ha sido la ciudad y la región de Murcia, tierra de terremotos, ahora también políticos. Hace diez días chocaron dos placas tectónicas, la de la Meseta (Madrid) y la de la periferia (Murcia), y todo saltó inesperadamente por los aires. Por una vez Catalunya deja de estar en el foco, de abrir los telediarios, pero sigue siendo el elefante en la habitación. El mapa político se está reconfigurando. Un movimiento de fichas, este más propio de Gambito de dama, que dejará un nuevo tablero en el Estado español. Una sintética cronología de unos días alocados puede ayudar a visualizar las jugadas y maniobras. Las réplicas van más allá de Murcia y Madrid.

Miércoles 10 de marzo. Ante los presuntos casos de corrupción, Ciudadanos presenta una doble moción de censura de la mano del PSOE, en la ciudad y en la región de Murcia. En los dos plenarios, los socialistas tienen mucha más representación, pero acuerdan que el gobierno autonómico se lo quede la formación de Inés Arrimadas. La jugada se cuece a centenares de kilómetros, en Ferraz y Ventas (sede de Cs), para abrir una vía de entendimiento más amplia.

También miércoles 10 de marzo, unos pocos instantes más tarde. La presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, reunida como cada miércoles con su gobierno, reacciona disolviendo la Asamblea y convocando elecciones anticipadas. Tenía el decreto preparado en un cajón, consciente de que podía llegar el momento. Ya hace tiempo que se entiende mucho más con la ultra Rocío Monasterio que con su vicepresidente Ignacio Aguado. El parlamento autonómico, controlado por el PSOE y Ciudadanos, intenta frenar la maniobra admitiendo mociones de censura. Pero los tribunales dan la razón a la dirigente popular.

Viernes 12 de marzo, a las doce del mediodía. Génova desactiva la moción de censura. La mano derecha de Pablo Casado al partido, el murciano Teodoro García Egea, se desplaza hasta su tierra natal. Con reminiscencias al tamayazo, llega a un acuerdo con tres de los seis diputados de Ciudadanos en la Asamblea Regional de Murcia. Una de ellas es Isabel Franco, actual vicepresidenta murciana, que comparece con el presidente Fernando López Miras para anunciarlo. Los otros dos, Paco Álvarez y Valle Miguélez, son nombrados consejeros. La dirección estatal los expulsa, pero ya llegan demasiado tarde.

Lunes 15 de marzo, también al mediodía. Por sorpresa, el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, anuncia que deja La Moncloa tan sólo un año después de haber llegado al poder. Lo deja para hacer de candidato en la Asamblea de Madrid, el 4 de mayo, y plantar cara a la derecha "trumpista" de Díaz Ayuso. Propone Yolanda Díaz como sucesora a la vicepresidencia segunda y propone una alianza en Más Madrid, la formación de Íñigo Errejón, para ir juntos a los comicios, esta vez sí. Desde el entorno de Pablo Iglesias no se esconden: tienen que salvar los muebles y evitar la desaparición en la capital española.

Martes 16 de marzo, a media mañana. Pero Más Madrid dice que no. Rechaza el ofrecimiento envenenado sin ni siquiera consultarlo a la militancia. Son muchas las heridas sin cicatrizar entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Su cara visible en la Asamblea, Mónica García, no se ahorra los dardos: "A la irresponsabilidad de Ayuso de convocar elecciones en plena pandemia no podemos sumar ni más frivolidad, ni más espectáculo ni más testosterona". Desde el entorno de Iglesias lo tienen claro: la decisión no la ha tomado García, sino Errejón.

Martes 16 de marzo, ya por la noche. Después de un intenso debate en el seno del gobierno de coalición, se acuerda que Yolanda Díaz sea vicepresidenta. Pero vicepresidenta tercera, ascendiendo a Nadia Calviño, y no vicepresidenta segunda como lo era Pablo Iglesias. La excusa formal del sector socialista para degradar al socio pequeño es que podía afectar a la estructura del ejecutivo, situando a Díaz por delante de Calviño en la comisión de asuntos económicos. Los puñales quieren entre socios: fuentes de Podemos lo atribuyen a un "ataque de ego", mientras los socialistas ironizan que "esto de dictar los cambios es muy de Iglesias". También intoxican especulando que Iglesias podría no renunciar al escaño en el Congreso por si fracasa en Madrid.

La implosión en la derecha

La consecuencia más evidente y palmaria de esta serie de movimientos es la implosión en el espacio de la derecha y la caída en desgracia de Ciudadanos. Hay demasiadas siglas para un mismo espacio político y el PP huele sangre. La formación de Inés Arrimadas va de debacle en debacle desde el 10-N. Ha perdido 81 escaños desde aquellas elecciones generales, de los cuales 30 en Catalunya. Es un partido abierto en canal. Casado aprovecha la jugada fracasada de Murcia de la mano del PSOE y el movimiento de Ayuso —el líder del PP fue informado la noche anterior— para lanzar una OPA descarada. Hoy muchas encuestas dejan a Cs fuera de la Asamblea de Madrid, donde hace falta un 5% de voto para entrar. Y sus grupos parlamentarios se están desintegrando, con un goteo de desertores. Los populares han bautizado la estocada como "reunificación del centroderecha".

Pero no todo son buenas noticias para Pablo Casado. Es cierto que Isabel Díaz Ayuso lo tiene todo de cara el 4-M. Pero también es cierto que la presidenta madrileña, con agenda propia comandada por el aznarista Miguel Ángel Rodríguez (MAR), representa una enmienda a la totalidad de la estrategia de Génova de desmarcarse de la extrema derecha de Santiago Abascal. "Me vine arriba hablando de mayoría absoluta, pero no tengo ningún problema al pactar con Vox", decía esta semana la lideresa madrileña. Ya ha planteado una campaña en clave venezolana: "Socialismo o libertad". El éxito de Isabel Díaz Ayuso podría ser, pues, la derrota de Pablo Casado, nuevamente a remolque de los ultras que tanto terreno le han comido. Esta "reunificación" tiene justamente un handicap. Vox, que sigue en tendencia alcista, no entra. Una diputada expulsada suya, que será consejera de Educación en Murcia, empezará a aplicar políticas de extrema derecha, como el veto parental en las escuelas. Lo más cerca que han estado del poder. Por ahora.

Las turbulencias en La Moncloa

De puertas afuera, desde La Moncloa "agradecen" el trabajo hecho por Pablo Iglesias durante este largo año de gobierno de coalición. De puertas adentro, en privado, al día siguiente del anuncio de la candidatura, un ministro socialista no puede esconder su alegría y sobre todo alivio. El líder de Podemos se había convertido en el principal factor desestabilizador del ejecutivo. Pero las tensiones no desaparecerán, todavía menos en pleno ambiente electoral. El líder de Podemos se ha fijado entre ceja y ceja dejar aprobada la regulación de los alquileres antes de su salida en menos de un mes. Y está dispuesto a tensar la cuerda tanto como pueda, según su entorno. También secundando manifestaciones contra el ministro José Luis Ábalos, en definitiva, contra su propio gobierno.

¿Cómo saldrá el movimiento de Iglesias? Hoy todavía es una incógnita. Si lo ha hecho, es porque tocaba salvar Podemos de la desaparición en la Asamblea de Madrid, como ya pasó en Galicia, devorados por el nacionalismo de izquierdas del BNG. Debían tener encuestas por debajo del 5% necesario en la capital –con circunscripción única– y hacía falta un golpe de efecto. Primero sondeó al también ministro Alberto Garzón, que no lo vio claro, y entonces decidió que fuera él mismo. Los rumores del adelanto electoral en el Estado también han cernido sobre el ambiente, y por eso ha querido dejar el terreno preparado y hacer emerger ya el liderazgo de Yolanda Díaz. Es una de las ministras mejor valoradas (también entre los votantes del PSOE) y el mejor activo de la izquierda alternativa española. Emulando el personaje de Philippe Rickwaert en Baron Noir, ha hecho un movimiento que ha reordenado la batalla madrileña con sus coordenadas. Habrá que ver qué dicen las urnas. De momento, no ha podido recoser las heridas con Íñigo Errejón, aunque entrada no tenían muchas esperanzas. Juega a favor suyo la incomparecencia del PSOE, que mantiene al discreto Angel Gabilondo como candidato.

¿Y Catalunya?

Catalunya ha sido el elemento central en torno al cual ha girado la política española de los últimos años. Ahora, mientras se negocia la investidura de un nuevo presidente independentista, ha pasado paradójicamente a un segundo plano. Pero también hay réplicas en Catalunya. Una de muy evidente, y que juega a favor de ERC: la derrota de las jugadas cortoplacistas de Iván Redondo. El gurú de Pedro Sánchez intentaba solidificar la geometría variable, salvando al soldado Ciudadanos y haciéndolo volver al centro. Pero no ha funcionado. Ha tenido sus secuelas en el Congreso de los Diputados. El grupo de Inés Arrimadas se desangra y los trece votos de los republicanos se revalorizan. Desde Calabria aseguran que harán valer su peso, el hecho de ser la única opción realista para tirar adelante con el programa de gobierno.

Una segunda derivada, quizás menos evidente. La carpeta del conflicto catalán, tanto la de la liberación de los presos políticos como la de la reactivación de la mesa de diálogo, sigue congelada sine die. Después del 14-F, Pedro Sánchez pensaba que tendría dos años por delante sin elecciones dónde poder hacer y deshacer. Pero esta previsión se ha ido al garete. Primero de todo, habrá que esperar que pasen las elecciones en la Comunidad de Madrid antes de tocar nada y de hacer un ruido que se les gire en contra. Pero también se tendrá que resolver la conformación de Govern en Catalunya. A medida que pasan los días, en Madrid no se ve tan claro que las fuerzas independentistas consigan aparcar sus diferencias. El horizonte de la repetición electoral catalana hay que tenerlo presente como una posibilidad. En cualquier caso, no está en sus manos. Desde La Moncloa prefieren ser prudentes.