La política catalana nos tiene acostumbrados a grandes giros de guion. Y en los próximos días podría haber uno que pasaría a la historia. Se trata de la maniobra que determinados sectores han activado para evitar que en Barcelona gobierne a un alcalde independentista. Es decir, para cerrarle el paso a Ernest Maragall, el ganador de las elecciones municipales en la capital catalana. Para que la operación fructifique hace falta una mayoría absoluta alternativa y eso incluye necesariamente una alianza entre Comuns-PSC-Valls(Cs). Con estos planes encima de la mesa, Manuel Valls y Inés Arrimadas se han reunido este martes por la tarde en un hotel de Barcelona durante más de dos horas; un encuentro secreto del cual ha tenido conocimiento ElNacional.cat.

La operación para construir una alternativa a un gobierno municipal de ERC con Ernest Maragall al frente requiere de una aritmética diabólica, porque la alternativa se llama Ada Colau. Eso significa que Valls (ergo Cs) tendría que dar apoyo a aquellos a quienes durante toda la campaña ha estado calificando -despectivamente- de populistas: los comunes de Colau. Fijémonos en los resultados para entender cómo funcionaría la suma. Maragall i Colau empataron en número de concejales, ambos tienen 10. Durante el pleno de investidura, que se celebrará el 15 de junio, será escogido alcalde o alcaldesa aquel que obtenga mayoría absoluta (eso en Barcelona son 21 concejales). Si no la alcaldía caerá automáticamente en manos del más votado, en este caso sería Maragall. Comunes (10 concejales) + PSC (8 concejales) + Valls (6 concejales) superan de largo el umbral de la mayoría absoluta. De los 6 ediles que ha conseguido la plataforma de Valls, tres tienen el carné de Cs y tres no: el propio ex primer ministro francés, el ex-ministro socialista Celestino Corbacho y la ex de Unió Eva Parera. Sólo con el voto de ellos tres sería suficiente para la carambola.

El encuentro entre Valls y Arrimadas de esta tarde ha sido precisamente para abordar esta cuestión. Él sería uno de los partidarios de esta operación, mientras que en Cs genera más recelos. Según han explicado algunas fuentes a este diario, ha habido momentos (in)tensos. Se ha hablado de la conveniencia de apostar por esta estrategia y de cómo habría que argumentarla. El entorno de Valls se mantiene totalmente hermético. Este miércoles romperá el silencio en una rueda de prensa donde anunciará cuáles son sus intenciones. La propia Arrimadas ha abierto una rendija hoy afirmando que habrá que escoger "la opción menos mala". Y eso, tratándose de Cs pasa, sí o sí, por combatir el separatismo.

Manuel Valls ha querido desde el principio ser un verso libre y deshacerse de los corsés de Cs. No quiso ser su candidato en exclusiva. Ha renegado de los pactos de Rivera con Vox. Y se ha mostrado abiertamente dispuesto durante toda la campaña a tejer alianzas con los socialistas. Es más, hay quien en Cs reprocha a Valls que haya sido poco contundente durante la campaña contra el PSC.

Dicen que no hay nada que una más que un enemigo común, una frase hecha que pega perfectamente en esta estrategia. El enemigo de Valls, Cs y el PSC se llama independentismo. Los socialistas están totalmente resentidos con los republicanos, especialmente después del veto a Miquel Iceta. A ello hay que añadir que Maragall es un disidente del PSC, que rompió el carné cuando empezó el procés. Las conversaciones las pilota directamente Jaume Collboni, que ya ha dejado claro que ésta es su voluntad.

¿Aceptaría Colau los votos de Cs?

El elemento clave para resolver la ecuación es saber por dónde pasan las prioridades de Colau. En su entorno, hay voces disonantes. Mientras algunos afirman con contundencia que de ninguna manera se pactará con Valls y defienden una coalición con ERC, otros pesos pesados del espacio de los comunes apuestan abiertamente por entenderse. Fuentes oficiales del partido consultadas por este diario recomiendan "calma, que será una partida larga, donde la discreción será un activo especialmente bien valorado". La pregunta es: ¿quiere Colau seguir siendo alcaldesa? ¿A qué precio?