Todo en la sala de plenos del Supremo está destinado a dejar claro que el Tribunal es quien reina en aquel espacio. El presidente, Manuel Marchena, es quien decide quién entra y quién sale, quién habla y qué se puede preguntar o no. La misma sala parece diseñada para cohibir, la solemnidad, la frialdad del mármol, la sombra de la cruz inmensa en la pared del fondo, el ceremonial, las togas negras...

Pero la escenografía se está mostrando claramente insuficiente para mantener a raya a los testigos convocados al juicio del responsables de los procés.

Si el miércoles fueron Antonio Baños y Eulàlia Reguant los que se amotinaron negándose a responder a las preguntas de la acusación popular de Vox, lo cual les comportó la expulsión y una sanción de 2.500 euros, este miércoles Marchena ha intentado cortar de raíz que se repitiera la escena. También los testigos han aprendido. Han aprendido, por ejemplo, a expresar su protesta sin hacer descarrilar su testimonio.

"Responderé al señor Ortega-Smith y a su compañero, porque me lo han pedido las defensas, aunque me parece una vergüenza que estén aquí", ha reprochado al republicano Gabriel Rufián, que ha tildado a Vox de "xenófobo y racista".

"No ha sido llamado para hacer valoraciones de ningún tipo, ni sobre las partes ni sobre valoraciones políticas", le ha frenado Marchena.

Uno a uno, el presidente de la sala ha ido advirtiendo a los comparecientes de su obligación de responder a todas las partes. Pero no ha podido evitar que, en medio de un proceso eminentemente político, las reivindicaciones aparecieran por todas partes y desbordaran la sala.

Marchena ha tenido que mantenerse en guardia en todo momento. Escrutando los gestos de los testigo. La actitud. Ante la más mínima señal de alarma se erguía en su asiento tenso como la cuerda de un violín y activando las defensas. Una cuestión tan sencilla como la profesión que ha pedido a Albano Dante Fachín se ha convertido en una fuente de conflicto. "Precario", ha respondido el exdiputado. "Es una manera de describir la situación laboral de millones de personas", ha replicado el exdirigente morado cuando Marchena le ha preguntado qué tipo de profesión era aquel.

La ruidosa reacción del público ante la respuesta de Fachín ha provocado una nueva advertencia sobre el desalojo de la sala. Incluso un sorprendente grito de atención de la funcionaria que actúa como auxiliar del tribunal -casi de terror- ante tamaño motín.

El acotamiento de Marchena no ha desanimado a los testigos. Fachín todavía ha osado al acabar su interrogatorio pedir cándidamente: "¿Entiendo que no puedo manifestar lo que pienso de este proceso?". La mirada del presidente de la sala hacía del todo prescindible la respuesta, y a pesar de todo, el "no" lo ha resultado fulminando.

"Estoy dispuesta a responder a todas las preguntas por respeto a la sala, pero quiero expresar mi incomodidad profunda por tener que responder a una fuerza de extrema derecha que amenaza los derechos fundamentales", ha sido la fórmula utilizada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

El presidente le ha permitido esta puntualización al igual que ha aguantado estoicamente mientras Colau advertía que se le parte el alma de ver a Jordi Cuixart y al resto de acusados sentados en la sala. "Tendríamos que estar millones de personas", ha remachado.

Al acabar la declaración, la última de la jornada, Colau se ha fundido en un largo abrazo con Cuixart, igual que con la presidenta Carme Forcadell y la consellera Dolors Bassa. Ha saludado a los presos antes de abandonar la sala. Al igual como han hecho Rufián -que ha evitado saludar a Santi Vila- y Fachín, estrechando manos rápidamente y cruzando sonrisas con los acusados que siguen sentados en medio y los que han optado por sentarse tras sus letrados. También los acusados han aprendido a aprovechar el terreno de juego que han ido conquistando.

Los límites de Marchena no sólo afectan a los testigos. Europa y el tribunal de Estrasburgo parecen siempre presentes en cada movimiento del presidente de la sala. La intervención de las partes también han recibido las collejas del presidente. Y de nuevo, la abogada del Estado, Rosa María Seoane se ha llevado la peor parte. En el interrogatorio a Rufián, el presidente de la sala no le ha permitido plantear prácticamente ninguna de sus preguntas. Su cuestión sobre la hoja de ruta, ha sido tildada de "prescindible" y ha recibido como respuesta de Rufián un "ni pajorera idea".

Pero Seoane todavía ha tenido que encajar la reprobación de Marchena cuando ha intentado interrogar al testigo sobre una entrevista a El Nacional durante las elecciones del 2015. "Está preguntando cosas que a la sala no le interesan", le ha reprochado Marchena, a pesar de sus protestas. La furia del juez contra la letrada se está convirtiendo en un tema de conversación -y curiosidad- en los pasillos del Tribunal.