Joan Mena sale en defensa de la inmersión lingüística cuando más lo necesita. El modelo educativo catalán no pasa por su mejor momento. Hace solo unos meses, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya veía cómo prosperaba una de sus sentencias más discutidas: imponer un 25% de castellano en las aulas catalanas. En la práctica, esto significa el fin de la inmersión lingüística. No importa que el Congreso haya derogado ya la Lomce, normativa sobre la cual se sustenta la sentencia del TSJC; no importa que la legislación actual, la Lomloe, derive a las administraciones autonómicas la potestad de escoger el régimen lingüístico en las escuelas; no importa que la ley de educación de Catalunya sitúe la inmersión lingüística como el modelo de país. Ahora mismo, está en peligro crítico de extinción.

Ante esta ofensiva judicial, las formaciones independentistas en el Parlament ya han salido en defensa del modelo y a reivindicar su supervivencia. Lo han hecho en las instituciones, pero también en las calles, junto con amplios sectores de la comunidad educativa y la sociedad civil. Y, en esta batalla, Esquerra Republicana, Junts y la CUP han contado con el apoyo agradecido de unos aliados útiles: los comuns. Con ellos, se demuestra algo trascendental: la inmersión lingüística no es una manía independentista, sino que puede ser (y lo ha estado en el pasado) un consenso transversal.

Apoyo en formato de libro

En medio de todo este debate político, el portavoz de Catalunya en Comú, Joan Mena, ha publicado recientemente un libro que hace una defensa firme de este modelo educativo. Bajo el nombre No hablarás nunca un buen catalán (Eumo Editorial), Mena arranca su relato con una anécdota sonada: el título de su obra es, precisamente, una frase que le dirigió una profesora porque era incapaz de diferenciar la 'o' abierta de la cerrada. Hijo de migrantes andaluces, estas seis palabras las cargó como una losa durante años, asegura. Para él, la inmersión lingüística fue fundamental para aprender la lengua de su tierra. Con este trasfondo, Mena explica la evolución de la inmersión lingüística, desde sus orígenes hasta la actualidad, así como todos los ataques que ha recibido a lo largo de los años de la derecha conservadora y de la justicia española.

Joan Mena nos aporta detalles muy curiosos de todo, y que sirven para entender la importancia del modelo. Se comparte, por ejemplo, una notificación enviada por una escuela del Vallès Occidental a una familia que se quería inscribir: "Se les notifica que su hija no puede ser admitida en este centro para el curso 1982-1983, ya que no se impartirán clases de segundo de EGB en catalán". No hace tanto tiempo de esto, y ya no valía la excusa del franquismo. No era algo extraño, sino la norma habitual. Ante esta triste realidad, el Parlament respondía: el mismo 1983 se aprobaba la ley de Normalización Lingüística.

La transformación del PSC

Otra cosa que nos permite descubrir el libro de Joan Mena es constatar la peligrosa dirección del PSC desde entonces, y especialmente en los últimos años. En el debate parlamentario previo a la votación de la normativa de 1983, el diputado socialista Joan Cornudella reivindicaba la postura favorable de su partido a la Normalización Lingüística porque permitiría que Catalunya "no se nos parta en dos". Hoy en día vivimos una situación totalmente contraria: más preocupados por las resoluciones judiciales que por ninguna otra cosa, los socialistas ya se abstuvieron en una moción que defendía la inmersión, y votaban a favor de aplicar el 25% de castellano. De hecho, el mismo primer secretario del PSC, Salvador Illa, dejaba clara su postura hace solo unos meses: "No me parece mal que se imparta otra asignatura en castellano".

Con todo, se constata la amplia distancia en esta materia que existe entre los comuns y los socialistas, socios de gobierno en La Moncloa. Mena no evita la crítica a la deriva "hipócrita" actual del socialismo: "Cuando estaba en la oposición, el PSOE registró en el Congreso una proposición de ley para normalizar el uso de las lenguas oficiales del estado en las relaciones cotidianas de los ciudadanos con las administraciones públicas. En cambio, cuando llegaron al gobierno votaron en contra de esta misma ley. Incluso formando parte del gobierno de coalición han vetado una propuesta de nuestro grupo parlamentario para impulsar una ley de lenguas que pueda poner fin a la politización de la lengua en España".

Arma política de la derecha españolista

Ciutadans también recibe en este libro. Ninguna sorpresa, porque los naranjas han hecho de la lengua uno de sus principales campos de batalla. Ya quisieron llevar la contraria popularizando el uso del castellano en el Parlament durante la década pasada, practicando una peligrosa pseudohistoria y aprovechando cualquier oportunidad para intentar introducir el castellano en las aulas. Joan Mena alerta de la formación: "Esta opción política identitaria llamada Ciutadans ha utilizado la lengua, la educación y los orígenes como un arma de confrontación política. Se trata de la mayor irresponsabilidad que haya visto nunca", lamenta.

Pero no son los únicos. De hecho, como señala el portavoz, el Partido Popular y Vox también han profundizado en esta deriva. "La derecha españolista utiliza la lengua con el objetivo de buscar la confrontación social con la única voluntad de generar crispación y tensión política, y esto es una clara irresponsabilidad", afirma Mena. La ultraderecha, reconoce, es un grave peligro. "El discurso de odio y de la tensión política contra Catalunya sembró el campo para que Vox irrumpiera con la misma fuerza y generando todavía más odio y crispación", dice. Pero todavía lanza un último deseo, con un dardo hacia los naranjas: "No pierdo la esperanza de que este partido fascista acabe en la irrelevancia política como le ha pasado a Ciutadans".

Contra las mentiras

Joan Mena concluye desmontando las infinitas mentiras que se han pronunciado desde la derecha sobre el catalán en las escuelas. Sin ir muy lejos, el todavía presidente del Partido Popular, Pablo Casado, afirmaba que los niños castellanohablantes no tenían permitido ir al lavabo; el expresidente del Gobierno José María Aznar bramaba que la inmersión lingüística busca "exterminar el castellano", y no proteger el catalán; y el líder de Ciutadans en Catalunya, Carlos Carrizosa, comparaba a la familia de Canet de Mar con Rosa Parks. Ante estas declaraciones ridículas, el portavoz de los comuns se planta: el modelo catalán no adoctrina; no se lava el cerebro a los niños y las niñas; el castellano no está perseguido en Catalunya; y los niños no tienen prohibido hablar castellano en el patio. Parecen obviedades, pero en estos tiempos de mentiras continuas de la derecha españolista, cualquier ayuda es bienvenida.