Quién iba a decir que después de desalojarlo del poder, Pedro Sánchez iría a buscar en la librería de la Moncloa el manual político de Mariano Rajoy. El político gallego hizo del quietismo absoluto ante las situaciones de conflicto o inestabilidad una cierta virtud, o al menos un arma de supervivencia política. Se hizo merecedor de comparaciones con la figura taurina del Don Tancredo, consistente en quedarse quieto encima de un pedestal como un pasmarote mientras el toro pasa muy cerca. Como Rajoy, Sánchez ha esperado que le hicieran el trabajo sin moverse demasiado, en este caso también la investidura. Pero, hoy por hoy, y justamente por el quietismo, todo apunta al fracaso.

En aquel caso, en 2016, Rajoy consiguió a última hora la abstención socialista gracias a una campaña de presión del sistema, que hizo rodar la cabeza del mismo Pedro Sánchez. Tres años más tarde, paradójicamente, este ha sido justamente el plan inicial del candidato del PSOE: forzar un escenario de abstención, en este caso por parte de Ciudadanos. No ha salido bien. Y no será por la ayuda que ha recibido esta semana, una presión que ha llegado del mismo Ibex 35, con los presidentes de la CEOE y Fomento de Trabajo reclamándolo. Pero también de miembros importantes de la ejecutiva de Albert Rivera y fundadores del partido. Pero él no se mueve, a pesar de dejar el gobierno de España en manos de los independentistas. Ni parece que lo vaya a hacer, al menos hoy por hoy. De hecho, sopesa una purga de los críticos este verano (los que no se han ido), a los que ya ha avisado que "monten otro partido" si quieren hacer a Sánchez presidente. Ha llegado a rechazar volverse a reunir con el presidente en funciones.

Y aunque se abstuviera Ciudadanos, seguiría siendo insuficiente sin los votos de Unidas Podemos. O sumando, también, la abstención del PP. Unos escenarios que parecen alejados de la realidad.

En este contexto, a Sánchez sólo le queda una alternativa: la mayoría de la moción de censura. Pero, a diferencia de hace un año, ya no tiene estos apoyos garantizados. Empezando por el más importante, el de Pablo Iglesias, que a pesar de las cuatro reuniones que ya han mantenido no han llegado a un entendimiento. El candidato socialista ha optado por el quietismo: poner una oferta de gobierno casi en solitario sobre la mesa, insuficiente para Iglesias, y espera que sea el otro quien se mueva para aceptarla. Gobierno de "cooperación" o gobierno de coalición: alguien tendrá que ceder, y no quiere ser él. En público, pero sobre todo entre pasillos, los reproches vuelan de un lado a otro y sólo enfangan unas negociaciones atascadas. Esta semana se han cumplido ya dos meses de las elecciones generales.

 

Pero Pedro Sánchez no sólo está condenado a entenderse con Pablo Iglesias, sino también con Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Arnaldo Otegi. Los votos de Unidas Podemos son insuficientes, incluso en segunda vuelta, y los votos del independentismo son imprescindibles. Tanto ERC y JxCat como EH Bildu tienen buena predisposición a facilitarle la investidura y la gobernabilidad, siempre y cuando haya una apuesta clara y decidida por el diálogo. El presidenciable tendrá que mirar hacia Catalunya y coger el toro por los cuernos, en vez de hacer el Don Tancredo. La presión ambiental, especialmente después de la llamada Zapatero-Junqueras y de la entrevista de Otegi en TVE, no se lo pondrán nada fácil.

Este próximo martes, Pedro Sánchez se reunirá con la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, para fijar la fecha del debate de investidura, que todo apunta a la segunda o tercera semana de julio. Se quieren presentar con apoyos o sin. La mayoría absoluta está en 176, no llega a ella a través de ninguna fórmula plausible, y la simple en más síes que noes. Hoy por hoy, sólo tiene 124 escaños ligados: 123 del PSOE y 1 del Partido Regionalista de Cantabria (PRC). Le faltan los de Unidas Podemos (42), el PNV (6), Compromís (1) y abstenciones independentistas (22). Cada vez son más las voces que pronostican una primera investidura fallida antes de las vacaciones de verano. Todo tiene un cierto aroma a 2016: aquella legislatura también arrancó con una investidura fallida de Pedro Sánchez.

Hoy por hoy, Sánchez sólo tiene atados 124 escaños: los 123 del PSOE y 1 del PRC

Cooperación vs. coalición

Esta semana, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias mantuvieron su cuarta reunión, que volvió a evidenciar las posiciones muy alejadas entre las dos formaciones. La pugna por las sillas del Consejo de Ministros sigue acaparando gran parte de las discusiones. Desde el PSOE no quieren a Pablo Iglesias, pero tampoco nadie de su equipo, sentado los viernes a las reuniones de la Moncloa. Todavía menos cuando, en pocos meses, se espera la sentencia del Tribunal Supremo al juicio al procés. Desde de Unidas Podemos quieren que él, su líder, se siente en la misma mesa. Ydenuncian que Sánchez les trasladó que "prefiere buscar el apoyo de la derecha". Llueve sobre mojado y el terreno está muy enfangado. En eso coinciden voces de una lado y el otro de la mesa de negociación. Iglesias ya se sitúa en el escenario de septiembre, pero Sánchez se resiste a ello.

Los votos de Lledoners

Esta semana los diputados presos y suspendidos, una vez acabado el juicio, han vuelto a ser trasladados a la prisión catalana de Lledoners. Y desde allí, aunque sus votos no cuentan, han vuelto a demostrar que es por donde pasarán las decisiones del independentismo en Madrid. Los diputados presos de JxCat hicieron llegar este jueves, después de reunirse con Laura Borràs y Míriam Nogueras, una carta a la dirección del grupo defendiendo la abstención, en contra del criterio de sus propias filas. Aunque fuentes de JxCat señalan que el debate todavía está "abierto", es una toma de posición determinante. Mientras tanto, ERC y EH Bildu están trabajando en una posición conjunta. Desde las filas republicanas están dispuestos a allanarle el camino a Pedro Sánchez, pero a cambio de una apuesta decidida por el diálogo político. Oriol Junqueras, con escaño en las Cortes españolas, lo supervisará todo.

La jugada navarra, muy compleja

Hay una jugada que permitiría investir a Sánchez sin concurso de los independentistas: la abstención de los dos de Navarra Suma, a cambio de que los socialistas entreguen el gobierno foral a la derecha. Se beneficiaría de la suspensión de los diputados presos, unos votos que no podrían contar en el bloque del no. Aunque algunos sectores dan credibilidad a esta carambola, es del todo improbable, especialmente después de que las izquierdas hayan conseguido un acuerdo para constituir la Mesa del Parlamento de Navarra. No hay que olvidar tampoc que el PNV es el principal integrante de Geroa Bai, la tercera fuerza en Navarra. En este escenario, cada voto cuenta, y los seis votos de los nacionalistas vascos también son imprescindibles.