El duelo electoral del 26-J entre el PP y Podemos en el Estado, inédito en unas elecciones españolas, incluidas las últimas, tiene su variante catalana en la batalla entre los comunes de Xavier Domenèch y Ada Colau, y ERC, que encabeza el tándem Gabriel Rufián-Joan Tardà. En el ecuador de la campaña, ECP, que lidera todos los sondeos, se ha puesto a la defensiva. ¿Está en riesgo la anunciada –segunda– victoria de los comunes en Catalunya?

Los viejos esquemas de la política hispánica parecen empeñados en repetirse con mapas nuevos. Si en el pasado era el PSC quien sufría en Catalunya los efectos de los discursos unitaristas del “partido hermano”, el PSOE –cosa que todavía se repite, como prueban las continuadas embestidas anticatalanistas de Susana Díaz–, ahora es la nueva fuerza emergente de la izquierda catalana, ECP, quien puede pagar los platos rotos de su aliado estatal: el Podemos sorpassista de Pablo Iglesias. De hecho, ya tuvo un aperitivo en las catalanas del 27S con el sonoro fracaso de la primera generación electoral de los comunes, los Sí Que Es Pot, otrora conocidos como los QWERTY, de Rabell y Coscubiela.

Primero fue la ausencia en el programa electoral de Podemos de una referencia de conjunto a el corredor mediterráneo, como reveló El Nacional, y la apuesta por el eje aragonés, desestimada por Europa y de clara matriz centralista. Iglesias y Domènech (que sí que defiende el corredor, como Colau) han tenido que firmar un artículo conjunto en La Vanguardia a fin de negar la mayor y, sobre todo no enfadar a nadie (“por Murcia, Valencia, o Barcelona”), con lo cual no han aclarado nada. Es más: Domènech ha tenido que soltar que “otras conexiones” también son posibles. La sombra del aragonés Echenique, número 3 de Podemos, es alargada.

¿Referéndum de reconexión?

Tampoco es menor el efecto que pueda tener en la batalla entre ECP y ERC por el voto útil soberanista de izquierdas la repentina desaparición en vivo y en directo, en el debate televisivo a cuatro del lunes, de la gran línea roja mantenida por Iglesias en las negociaciones de la frustrada investidura ante el PSOE: el referéndum para reconectar Catalunya a España (Podemos defendería el 'no'). Domènech ha tenido que multiplicar las referencias a la no nata consulta en los mítines, negando otra vez la mayor. ERC, CDC y sectores independentistas, sin ir más lejos la cúpula de la ANC, que veían con preocupación cómo los comunes se estaban “apropiando” de la bandera del referéndum, empiezan a respirar. Más seguro en las últimas horas, el tupé hispter de Rufián parece haber mutado en cresta punk para entrar en el cuerpo a cuerpo con los comunes.

Y todavía ayer, Iglesias añadió otro elemento de duda sobre hasta qué punto su patriotismo español de nuevo cuño es tan de nuevo cuño, al afirmar, al poco que lo hiciera Mariano Rajoy, que “Por descontado, Gibraltar es español”. Así se pronunció aunque parezca mentira el líder morado ante la visita del premier David Cameron al Peñón a raíz de la campaña contra el Brexit, suspendida a raíz del brutal asesinato de la diputada laborista Jo Cox. En todo caso, Iglesias, como Rajoy parecía obviar el hecho de que los gibraltareños por dos veces han dicho en referéndum que quieren ser británicos con un resultado abrumador: 44 votos a favor de la españolidad y 12.672 en contra en 1967 y un 98,4% en contra de una cosoberanía hispano-británica en el 2002. Los llanitos quieren seguir siendo británicos, con Franco y sin Franco.

CDC exhibe las facturas del proceso

Los líderes de Convergència, como los de ERC, han intentado rentabilizar en la primera semana de campaña la autodeconstrucción a marchas forzadas del discurso “soberanista” de los comunes por la vía de los olvidos y las renuncias de Iglesias con el corredor o el referéndum. No obstante, los de Francesc Homs, han apostado sobre todo –aunque parezca mentira– por una campaña de “resurrección” del mensaje convergente de toda la vida en pleno proceso de demolición de la vieja Convergència.

Aunque parezca lo contrario, la estrategia es clara: evitar confundir al elector convergente de toda la vida (incluso han apelado a los antiguos votantes de Unió, huérfanos de siglas), como sucedió el 20-D con Democràcia i Llibertat. Homs, y el expresident Artur Mas, lo han ejemplarizado con duras cargas contra la CUP, a la que responsabilizan del (mal) estado del proceso soberanista. Pero también han empezado a poner los puntos sobre las ís en ERC, llegando a insinuar una cierta condescendencia con la estrategia diáfana de acoso y derribo de CDC que practican los cupaires. Son las facturas del procés. De momento, ERC ha preferido no responder. El tridente de la CDC vieja/nueva lo ha completado el president, Carles Puigdemont, que ha desembarcado en la campaña con un discurso complementario al de Homs y el de Mas: apelar a los votantes de JxSí para que esta vez rompan la transversalidad en favor de CDC.

El PSC y los derechos históricos cepillados

En cuanto a los socialistas, y a pesar de acusar los embates del discurso abiertamente anticatalanista de Díaz, la consigna es no entrar en polémicas de campaña y centrarse en los mensajes propositivos. Incluso, exhibiendo la demanda de la incorporación de los derechos históricos de Catalunya a la Constitución "federal" de Pedro Sánchez, los mismos derechos históricos cepillados por Alfonso Guerra en la cepillada del Estatuto previa a la fulminación total del Constitucional.

El riesgo, evidente, es que los de Meritxell Batet, relevo de una Carme Chacón que algún día fue la gran promesa del neoespañolismo en Catalunya, queden fuera de la órbita de los debates en que han surgido a lo largo de la primera semana. Tampoco ha faltado una cierta confusión en cuanto a la relación con Podemos: Batet (como Parlon y otros) ha soltado que su apuesta es un gobierno de izquierdas, pero sin aclarar si volverían a validar un pacto con C's como el forjado por Sánchez. El candidato del PSOE a la Moncloa (parte 2) sólo estará un día en Catalunya, este sábado en la plaza siempre segura de l'Hospitalet de Llobregat.

Rajoy entra en la batalla de Lleida

También pasará una sola jornada en el Principat, mañana, en Lleida, Mariano Rajoy. A los estrategas del PP les preocupa más hacer tumbar a su favor los escaños en disputa con Ciudadanos en circunscripciones electorales muy concretas que la larga batalla del procés, aunque algunos de sus pesos pesados, como el ministro José Manuel García-Margallo, hayan aprovechado la campaña para confesarse: resulta que de hace tiempo el Ministerio tiene activada una célula de combate, de nombre "Montserrat", que libra la batalla del "mejor juntos" con cordialidad y afecto. Quién lo iba a decir.

A Girauta no le gusta el fútbol

Los Ciudadanos, un poco desdibujados, como su líder Albert Rivera en el debate en cuatro (una vez más, TV3 evidenciará este domingo de qué hablamos cuando hablamos de pluralismo informativo con el debate a seis de los candidatos catalanes), aspiran a mantener a raya a los populares. La noche de este viernes la pasarán con La Roja, delante de una pantalla instalada en plena calle en Barcelona. No se descarta que su candidato por Barcelona, Juan Carlos Girauta, se marche a media parte. Parece ser que no le gusta el fútbol.

Con información de: Josep Prat, Maria Macià, Ainhoa Sorrosal, Albert Acín, Marta Lasalas y Marta Alcolea