La investigación sobre los abusos en el seno de la Iglesia católica sigue dando sus frutos y van saliendo a la luz nuevos casos que las víctimas no se habían atrevido a denunciar hasta ahora. Es el caso de dos hombres que cuando eran niños estudiaron en la abadía del Valle de los Caídos durante la dictadura de Franco y fueron abusados sexualmente por parte de seis monjes, tal como ellos mismos han denunciado al diario El País. Son Antonio Arévalo, que estudió en la abadía entre 1959 y 1962, cuándo tenía entre 9 y 11 años; y también José G, que vivió allí entre 1967 y 1971, cuando tenía entre 10 y 14 años. Los dos vivieron en el internado para niños que forman parte de la escolanía y que estudian en el monasterio, un modus operandi que todavía sigue siendo lo mismo hoy, en el renombrado como Valle de Cuelgamuros.

Solo uno de los dos ha explicado ya su caso a la comisión de investigación que ha arrancado al Defensor del Pueblo, mientras el otro asegura que tiene la intención de hacerlo en los próximos días. Los dos eran hijos de republicanos y entraron en este internado porque cantaban bien y, después de la guerra, era de las pocas oportunidades que tenía para escolarizarse. Ahora, han devuelto en este espacio emblemático del franquismo donde estuvieron víctimas de la pederastia de la iglesia para poder contar a su testimonio a este medio. Antonio Arévalo, explica El País, fue abusado por un monje, pero conoce a otros cuatro a los que vio agrediendo a otros niños o que sabe que lo hicieron porque se lo explicaron sus compañeros. Décadas después de ser abusado, se ha atrevido a contar su caso tras ver que otros hombres también se han atrevido a hacerlo en los últimos meses: "Tuve mis primeras experiencias sexuales a los diez años con los monjes", explica, mientras señala como agresor en Albino Ortega, que murió en 1980.

Agresores con nombres y apellidos

Según detalla, era famoso porque fabricaba un licor en una destilería que tenía en el monasterio, donde llevaba a los niños y les hacía beber una copa de la bebida alcohólica. En su caso, lo tocó y lo masturbó. "Yo no le gustaba mucho, le gustaban más los niños gorditos y con dos compañeros míos fue más allá". Además, también era su monje confesor, pero hacía a los niños sentarse encima de él y los tocaba. Arévalo reconoce que eso hizo que se dejara de confesar, cosa que era un problema porque comulgaba sin haberse confesado: "Esto me torturaba porque creía que estaba en pecado mortal". Aparte de Ortega, también pone el foco sobre otro monje que ya ha muerto y del cual no dicen el nombre: "Te ponía la mano sobre el hombro y te empezaba a tocar. Te tocaba los genitales por encima de la ropa y te cogía la mano y se lo llevaba a los suyos. Era un pederasta". Estos fueron los dos monjes que abusaron de ellos, pero señala tres más que habrían hecho lo mismo con otros compañeros.

En el caso de José, él señala al monje T.B, que todavía se vive y dejó la abadía en 1975, el año de la muerte de Franco y desde hace 50 años hace de sacerdote a Madrid. En este caso, era uno de los vigilantes y un día lo invitó a su celda con la excusa de mostrarle unos sellos. Entonces, le bajó la bragueta y lo empezó a tocar, intentando masturbarlo. El niño se enfadó y se marchó de la habitación, mientras el monje le pedía que no se lo contara a sus padres. También sabe que no es lo único que ha sufrido lo mismo y el diario El País localizó a su abusador, que ha negado en rotundo estas acusaciones.