Cuando era voluntaria del comedor de las hermanas de la Caritat en el Raval, una vez, una de las monjas indias me riñó.
—¿Por qué no has ido a buscar pan para este hombre?
—Porque le he dado pan de cereales y no ha querido.
Yo le hablaba de practicidad. Si servía más rápido, podía dar más comida a más mendigos. Ella me hablaba de alimentar el alma. Me pidió que la prioridad era atender a aquella persona y que para él era importante su pan blanco. No lo entendía en ese momento, pero lo hice. Le di vueltas y pensé que era como tener un coche y quejarse porque no se tiene el soñado. Que todos, a distintos niveles, hacemos esto en la vida
Veo en las redes a muchas mujeres que critican a Pedroche diciendo que no se puede quejar, porque tiene ayuda en casa. ¿Es la dictadura de "los ricos no lloran"? Tiene tres millones de seguidores, pero parece que tiene más haters que nadie, porque no es la primera de las influencers ni la última que se quejará. Bueno, quizás algunas africanas sin electrodomésticos puedan pensar lo mismo de las que critican a Pedroche. O las madres solteras de las casadas. O las que no pueden tener hijos de las que pueden. O las que tenemos dos manos de las que no. Y así no acabaríamos nunca… Es verdad que el ejemplo de Pedroche del estrés de no poder jugar a pádel puede hacer daño a las que no pueden ni ducharse (por tiempo o por pagar el agua). Igual que pudo molestar que mostrara su figura perfecta poco después de parir, denotando poca empatía con las demás. Pero no ofende quien quiere, sino quien puede. Ella siempre ha defendido —también en su libro Gracias al miedo— vivir como quiere y sin filtros, a pesar de que todo lo que hace es observado con lupa. Me canso yo misma por escribir sobre el tema, porque no le quiero dar más bombo. El problema es que hay mucha gente opinando y que parte de su trabajo se debe a su físico y a su exposición pública. Hacía unos días, contaba en un post lo distinta que era su vida sin hijos y cómo le costaba ser el centro de atención, incluso, el día de su cumpleaños, ahora que el foco estaba en ellos. Welcome to our lives. Y sí, ya es Navidad no solo para Carey, sino también porque Pedroche ya habla de las campanadas, de la espectacularidad de sus looks y de todo eso. Que todo cambie para que nada cambie, dice el lema gatopardiano.
Deberíamos preguntarnos, como sociedad, por qué hay tantas madres que no son felices
¡El tema de mujeres contra mujeres lo encuentro tan démodé! Pienso mucho en la frase de Coco Chanel: "Las mujeres no se arreglan para gustar a los hombres, sino para molestar a otras mujeres". Bueno, la respuesta correcta tendría que ser para estar más a gusto consigo mismas. Lo que es cierto es que la gente que está feliz no toca las narices, y deberíamos preguntarnos, como sociedad, por qué hay tantas madres que no son felices. Que también Pedroche se lamente es lícito y ayuda a visibilizar la maternidad y su difícil conciliación en tiempos modernos. Aunque creo firmemente que, sea la época histórica que sea, "donde reina la hormona, la neurona no entiende mucho". Siempre hago la broma de que no era feminista hasta que tuve a mi segundo hijo. "No es uno más" —me avisaban— "es mucho más del doble". Y es verdad que todo el buen rollo del primer posparto ya se me había agotado en el segundo. Eran dos contra una. También que llevaba muchos años sin dormir y eso no te hace mejor persona.
—Pues imagínate lo que es tener un hijo enfermo —me dice mi pareja que su hijo tenía dos enfermedades raras.
Es entonces cuando se me pasa la queja y doy las gracias. Cristina, tu luz no se apaga porque alguien no la vea (aunque sea una misma) o la vida juegue a apagarla. A mí también me agobiaba mucho conducir con mis hijos llorando detrás cuando no se llevaban ni dos años, y admiraba a las mujeres que lo hacían todos los días. La maternidad no es una competición. Me niego a medir quién hace más sacrificios, quién duerme menos, quién da más tiempo el pecho… ¿Por qué, cuál es el premio? Todas intentamos ser las mejores madres para nuestros hijos. Y nos quieren por eso y mucho más. Incluso, cuando significa no estar al cien por cien para ellos, para dedicarnos tiempo a nosotras mismas. No se trata de ser perfecta, sino de estar contenta. Porque, cuando estás de mejor humor, todo se transforma en positivo. Como decía Confucio, "no te preocupes si no gustas a los demás, preocúpate si a ti no te gustan los demás". Sí, tienes razón, no me mojo ni criticando ni defendiendo a Pedroche, cada uno vive como puede, a pesar de que puedes convertirte en esclavo de tus propias palabras. La mente no entiende lo que el corazón sí comprende. Todas pensamos que teníamos que ser madres pluscuamperfectas hasta que acabamos agotadas en el intento. Intentar ser madres auténticas y reales es mucho mejor.