La palabra arsenal, igual que las palabras dársena y atarazana, deriva del mismo término de origen árabe, daras-sina'ah, que significa "casa de construcción", cómo normalmente se llamaba al espacio dentro de los puertos donde se construían y reparaban barcas. En los siglos XIV-XVI los venecianos derivaron este término original del árabe hasta arsenale, y esta nueva palabra incluía, además del espacio de reparación y construcción de los barcos, los almacenes de cañones, munición y otras armas con las cuales armarían el barco. Hoy día, cuando hablamos de arsenal, lo hemos desvinculado de este contexto naval y nos referimos a un sitio (edificio, habitación) donde hay una gran diversidad de armas diferentes. De forma figurativa, también utilizamos arsenal cuando nos referimos a tener a nuestra disposición una elevada cantidad de elementos. Si hablamos de una enfermedad, como la Covid-19, lo que desearíamos es tener un arsenal de vacunas y medicamentos para hacerle frente, pero ¿lo tenemos a punto?

La editorial de la revista Nature de esta semana proclama que ya es hora de invertir de verdad en medicamentos anti-Covid. Ciertamente, el desarrollo de las vacunas en un año ha sido un avance espectacular, pero el botiquín anti-Covid no está bien provisto. La vacuna intenta entrenar a nuestro sistema inmunitario para que fabrique anticuerpos neutralitzantes, que una vez tengamos la infección impida la replicación virulenta (perdonad la redundancia) del virus. Se han desarrollado vacunas en diferentes compañías de muchos países del mundo, utilizando diferentes estrategias (como todos bien sabemos), pero todas las vacunas van dirigidas contra las proteínas de la espícula del SARS-Cov-2. Las espículas son estas proteínas protuberantes que sobresalen de la cubierta del virión y que le confieren la capacidad infectiva. Lo que eso significa es que la proteína de la espícula actúa como una llave que tiene que encontrar una cerradura. La cerradura del virus es una proteína receptora que se encuentra en la membrana (es decir, en la superficie) de las células huésped que pueden ser infectadas. Cuando la proteína de la espícula encuentra su receptor, hace como una llave cuando encuentra su cerradura, y le permite entrar dentro de la célula que, a partir de ser infectada y de que el virus introduzca su material genético (en este caso, el RNA), fabricará más virus. Es decir, se replicará el genoma del virus y se traducirán sus proteínas. Por lo tanto, si fabricamos anticuerpos que reconocen las espículas del virus, estamos impidiendo que el virus pueda infectar a muchas células una vez entra dentro de nuestro cuerpo. De aquí que las vacunas que se han desarrollado hasta el momento, no puedan impedir la infección, pero sí la gravedad de la enfermedad.

Aunque están siendo muy efectivas, las vacunas no tienen que ser ni pueden ser las únicas armas de nuestro arsenal de defensa contra el SARS-Cov-2. Las vacunas suelen ser muy específicas de cepa vírica, y hay que encontrar tratamientos que sean efectivos no solo contra el SARS-Cov-2 sino, óptimamente, contra otros virus similares.

Porque ya hace mucho tiempo que se estaba anunciando que tarde o temprano surgiría un virus lo suficiente infectivo y transmisible como para causar una pandemia, pero es que nos ha pillado sin medicinas efectivas en el botiquín. Hay que llenar los estantes de otros medicamentos. Hasta ahora, las empresas farmacéuticas no habían desarrollado medicamentos eficientes contra otras infecciones de coronavirus, y hay que reconocer que es difícil convencerlas de dedicar muchos esfuerzos a una amenaza cuando esta todavía no existe. Ya hay empresas e instituciones públicas de investigación que han hecho una alianza para identificar componentes químicos que sirvan como un medicamento panvírico, que pueda ser efectivo contra más tipo de virus, con los cuales compartan mecanismos moleculares. Actualmente, hay en torno a unos 25 que se están probando, y algunos ya están en fase clínica para comprobar su posible seguridad y eficacia, y quizás dentro de un año o dos, ya estén disponibles para tratar la Covid-19 u otras infecciones víricas. En caso de que las vacunas no nos inmunicen por mucho tiempo y se tengan que repetir los recordatorios, o incluso, teniendo en cuenta que están saliendo nuevas variantes, más infectivas, contra las cuales las vacunas no sabemos si serán tan efectivas, hay que tener un arsenal de medicamentos que nos ayuden contra esta enfermedad infecciosa.

Nos tenemos que poner las pilas, y además de vacunarnos cuanto antes y cuantas más personas mejor, también hace falta desarrollar medicamentos efectivos y tener un arsenal más completo para luchar contra esta pandemia

Todos hemos oído hablar de nuevas variantes del SARS-Cov-2: la variante identificada como británica, la que ha surgido en Sudáfrica o la brasileña. ¿Realmente son variantes del virus más infectivas? ¿Cómo explicamos su diseminación? La revista Nature ha creado un magnífico vídeo explicativo de cómo son estas nuevas variantes víricas. En primer lugar, todas estas variantes presentan mutaciones en la proteína de la espícula. No hay una única mutación para cada variante, sino que cada variante contiene diferentes mutaciones, que pueden afectar a la infectividad del virus diferencialmente. Los virus, como hemos dicho, tienen que infectar una célula huésped para poder replicar su genoma, y hacen miles y miles de copias. Es normal que si se hacen millones de copias, haya errores, y como los virus no tienen mecanismos de reparación, estos errores se incorporan como mutaciones. En general, las mutaciones en el genoma del virus suelen ser deletéreas, es decir, hacen que el virus no sea tan eficiente, sin embargo, claro está, si alguna mutación favorece que se pueda transmitir con más facilidad, incrementando la infectividad o haciendo que se puedan escapar mejor del sistema inmunitario del paciente, entonces, se incrementa el potencial infeccioso. Y eso empeora a cuantos dejamos replicar un virus sin control.

Las mutaciones salen al azar, pero es más fácil que se generen mutaciones cuantos más ciclos de replicación y más copias se hagan. Pensad que solo con que salga una que haga el virus más infeccioso, esta variante se multiplicará mucho más rápidamente en la población y será mucho más prominente. Pero hay que averiguar exactamente por qué una variante se vuelve más frecuente en la población. Puede ser, sencillamente, porque una persona portadora de una variante viaje mucho y se esparza a mucha gente el virus. En este caso, no es que el virus sea mucho más eficiente, sino que su portador lo ha diseminado por todas partes, en un efecto fundador. Por lo tanto, hay que averiguar bien cuáles son las consecuencias moleculares de las variantes. En el vídeo veréis que los científicos llaman a algunas mutaciones haciendo un juego de pronunciación (un truco mnemotécnico, muy anglosajón, para recordar nombres), por ejemplo, la mutación N501Y (en el que el aminoácido asparagina de la posición 501 de la proteína de la espícula ha sido sustituido pora una tirosina) se llama Nelly. Esta mutación incrementa la transmisibilidad del virus y la encontramos en las tres variantes, la británica, la sudafricana y la brasileña. La mutación E484K (sustitución de uno glutámico por|para una lisina a la posición 484), denominada Eek (una expressión inglesa de sorpresa negativa), le permite al virus escaparse del sistema inmunitario de los infectados. Así que ya veis, cuanto más tiempo le dejemos al virus para reproducirse y expandirse, más mutaciones y más variantes pueden aparecer.

Nos tenemos que poner las pilas, y además de vacunarnos cuanto antes y cuantas más personas mejor, también hace falta desarrollar medicamentos efectivos y tener un arsenal más completo para luchar contra esta pandemia.