El jueves fui a la exposición "La luz es color", de Turner, en el MNAC. Tengo una cabeza tan desarreglada como mi armario y, enseguida, aquello que veía se me amalgamó con la lectura de esta semana: Poesíes, de Màrius Torres, editadas por Margarida Prats. Conocer el proceso creativo de un artista me incomoda un poco porque significa exponer sus obsesiones en el escaparate. Igual que piensas "pobrecito, no estaba bien" la primera vez que te enseñan los puentes deconstruidos que pintaba maniáticamente Monet cuando tenía cataratas, en la debilidad de Turner con la luz y el desnudar las formas entré como quien entra en casa de un desconocido: esforzándome en ocultar mis prejuicios. Ara, tenint una ànima per un amor només, / sé que puc viure encara que ja no hi hagi estrelles, / perquè la meva vida, solitària com és, / és plena de la Llum que resplendeix en elles ["Ahora, teniendo un alma para un amor solo, / sé que puedo vivir aunque ya no haya estrellas, / porque mi vida, solitaria como es, / está llena de la Luz que resplandece en ellas"] es Torres en Joia d'amor y es Turner en "La luz es color" haciendo el ejercicio de vaciar lo innecesario para llegar a aquello que da sentido al resto de cosas de una manera sublime y presente. El jueves filtré a William Turner a través de Màrius Torres porque a veces necesito que quien me explica lo que es nuevo sea alguien que ya he estado dispuesta a escuchar. Entender cómo Torres habla de Dios sirve para entender cómo Turner desovilla la luz.

Turner y Torres hablan desde la eternidad porque se anclan en lo inmutable de la vida: que el sol brilla y que la gente se muere

“Sé que hauré d’oblidar, per poder-te comprendre, / les paraules que he après amb la carn d’aquest món, / o Déu silenciós, que de música i cendra / ordenes un llenguatge darrere el meu front” ["Sé que tendré que olvidar, para poder comprenderte / las palabras que he aprendido con la carne de este mundo, / o Dios silencioso, que de música y ceniza / ordenas un lenguaje detrás de mi frente"]. Desamueblar lo intrascendente para llegar a lo trascendente es el bajo continuo con el que uno y otro absorben la realidad para proyectarla desde el arte con un nuevo lenguaje, uno más preciso, con un núcleo más sólido. Turner y Torres hablan desde la eternidad porque se anclan en lo inmutable de la vida: que el sol brilla y que la gente se muere. Lo hacen desde la fragilidad del hombre ante los fenómenos que lo sobrepasan, sin separar aquello que para ellos todo lo dota de sentido. Miran el cielo desde la tierra para volver a mirar la tierra y descifrarla mejor. Turner se planta ante una tormenta como Torres se planta ante la enfermedad porque elaboran un patrón donde la luz que retorna del acontecimiento consigue ser más potente que el acontecimiento en sí. Por eso ganan “Somiar la llengua d’una major naixença / on sigui cada síl·laba com el batec d’un cor / fent ritme en el torrent d’una sang que no mor” ["soñar la lengua de un mayor nacimiento / donde sea cada sílaba como el latido de un corazón / creando ritmo en el torrente de una sangre que no muere"]. Hablando desde la persistencia de la sublimidad luminosa, vencen la oscuridad.

Detrás de este método hay meditación y detrás de la meditación hay tiempo. Es irónico que para hacer algo que quede cuando tú te marches tengas que entregarte a la única cosa que cuando se marcha ya no puede volver, pero la mortalidad y la inmortalidad siempre juegan una partida de ping-pong cuando quien arbitra tiene el arte por silbato. Turner y Torres ceden al reposo de la admiración por aquello que los excede y extraen la calma para entregar el tiempo. Y el alma. "Si jo he de viure solament per esperar / que sigui a ple saber del dany i la mentida; / i Déu meu, que no deixi d’esperar més enllà, / si el que espero no és d’aquesta vida" ["Si debo vivir solamente para esperar / que sea plenamente a sabiendas del daño y la mentira; / y Dios mío, que no deje de esperar más allá / si lo que espero no es de esta vida"]. La adoración de la luz de Turner es la plegaria de Torres porque ambos se encomiendan a la superioridad de lo que existe por encima del mundo y esperan la inspiración en retorno. Miran la luz y ella los mira. Y así van pasando las horas. Si no hubiera leído a Torres antes de ver a Turner, habría podido reverenciar la belleza, pero no habría sido capaz de atesorarlo espiritualmente. Desde la eternidad y hacia la eternidad, ahora sé que corren sus almas como dos ríos paralelos. Hacen el mismo camino, bajo los mismos cielos.