Una tensión desmedida que luego se moldea según la votación y el día. Una estrategia arriesgada porque necesitará mantener su coherencia en el tiempo. La ruptura de Junts con el Gobierno dio en el clavo en el timing. La fecha es buena porque coincidía con semanas con previsión de cierta "normalidad" parlamentaria, si eso es posible. Salvo la agenda judicial, el ejecutivo tenía vía libre de ruido y salía de dos votaciones de éxito: la consolidación del embargo de armas a Israel y la Ley de Movilidad Sostenible. En Junts han tenido tres semanas para visualizar la fractura, verbalizado en el "s'ha acabat" de Miriam Nogueras. De cara a la galería, Pedro Sánchez no ha querido recoger el guante ni subir el tono. Internamente, han terminado por reconocer que algo tienen que hacer. En la metáfora de un alto cargo, si te tiran la pelota en la puerta de la Moncloa una y otra vez y el presidente no la recoge, te acaban rompiendo el cristal.
Con varios cristales rotos, es posible que Junts vuelva a entrar al edificio. No de la gobernabilidad, pero sí necesitará tomar decisiones y posicionarse. En la letra pequeña, esta semana está el voto a favor de la ley ELA —que ya excluyeron de la ruptura— y la ponencia del proyecto de ley de lobbies. Esto último no estaba previsto en la agenda parlamentaria, pero sirve para obligar a votar. Y ahí se va a cerrar el curso en diciembre, con PP y PSOE llevando iniciativas donde Junts tenga que decir dónde está. De momento son votaciones menores, la clave estará en la financiación. Si llega, Junts tendrá que posicionarse más allá del beneplácito de ERC.
Junts ha dicho a las bravas lo que otros socios dicen en los pasillos. La falta de pericia de la Moncloa para negociar, la dejación para sumarles a la mesa de negociación en distintos ministerios y ser conscientes de la fragilidad parlamentaria para actuar en consecuencia. En definitiva, tratarlos como actores clave en cualquier tramitación. Al decirlo en alto, está la complejidad de mantenerlo. En un contexto de bloques y polarización, la equidistancia no tiene hueco. Romper con el Gobierno y no apoyar al PP es muy difícil de hacer al mismo tiempo. Y luego están los gestos que el ejecutivo hace discretamente. Como la campaña “Poder posar un anunci en català enmig de la Gran Vía. La democracia es tu poder” y el reconocimiento del “Gobierno más parlamentario de la historia por convicción y por necesidad”, que señaló Sánchez en el Congreso el pasado miércoles en plena ruptura y dando por seguro que Junts aprobaría la prórroga de las nucleares que finalmente decayó.
El buen timing de Junts y la necesidad del Gobierno de hacer gestos se cruza con el ciclo electoral
El buen timing de Junts y la necesidad del Gobierno de hacer gestos se cruza con el ciclo electoral. En cuatro semanas empieza la cascada de citas autonómicas que desdibujan el papel de los independentistas y, al mismo tiempo, cualquier gesto extra con Junts o ERC desgasta al PSOE en unas elecciones en las antípodas de las coordenadas catalanas. Extremadura para abrir y, previsiblemente, el cierre de las andaluzas en primavera. Con María Jesús Montero de candidata, arriesgándose a llegar achicharra por la financiación singular y unos presupuestos generales que cuanto más retrase su salida como ministra del Gobierno más se acercará a que decaigan con ella al frente.
La presentación de las cuentas está prevista ya para enero, con un calendario parlamentario al que le quedan tres plenos, con enero inhábil, y un arranque de carrera electoral que favorece al PP. El presidente ya ha dado por descontado gobernar sin Presupuestos hasta final de mandato —lo anunció en su entrevista con Pepa Bueno—, aun así sufrirá con una declaración de intenciones que es una enmienda a la totalidad del parlamentarismo.
Los Presupuestos nacen heridos de muerte. Y aunque los socios negociarán —o escenificarán la negociación— para justificar el rechazo a las cuentas, la ruptura con Junts es el recuerdo permanente de esa falta de mayoría anunciada. De momento, todos parecen estar en el día a día. Paradójicamente, los únicos que parecen tener horizonte son los de VOX. De la ruptura —real o en diferido— sabemos que Junts tiene la llave de la caja y no está dispuesto a tirarla al mar. La enmienda nuclear, la moción de censura, está en manos de Junts. En su caja y bajo su llave.
