Rosalía tiene 33 años, los mismos que Jesucristo cuando murió —y resucitó. Nació un 25 de septiembre, el día de la Virgen de la Misericordia. La cantante de Sant Esteve Sesrovires reaparece mundialmente para anunciar el lanzamiento de su nuevo disco pulcramente vestida de monja y anuncia que su cuarto disco se titula (se bautiza, podría haber dicho) Lux. Lux, 'la luz' en latín, la máxima exposición en la vida espiritual. Y el disco no quiere confundir: ya ha dejado entrever que hay salpicaduras de fe a raudales.

En Rosalía, la aparente descontextualización de los objetos sagrados se coloca en un horizonte de la elección: me apropio de lo que es mío

Esta deriva espiritual —no sabemos si es un puro juego comercial o si es una moción interior auténtica— de Rosalía nos vincula con Madonna, la cantante italoamericana iconoclasta que se ponía lencería atractiva con rosarios en el pecho y que osó ponerse el nombre de Madonna, la Virgen María en italiano. En el caso de Madonna, Madonna Louise Veronica Ciccone, su formación fue en el catolicismo, después abrazó el judaísmo, en especial la cábala; aunque no se declara especialmente religiosa. En Rosalía, la aparente descontextualización de los objetos sagrados se coloca en un horizonte de la elección: me apropio de lo que es mío. Porque el rosario no es de nadie, y ella lo abraza con devoción (o no), pero nadie tiene un catolicómetro para hacer una gastroscopia espiritual a Rosalía. Lo que pase por su cabeza, por su corazón, por su número de cuenta y por su conciencia es bien suyo. Este acercamiento y esta ostentación de simbología religiosa de manera tan evidente ha sido un camino con pistas. El hilo espiritual ya lo ha ido dejando entrever en canciones, entrevistas y conversaciones.

En su ficha de la Wikipedia pone que el padre se llama José Manuel Vila y la madre Pilar Tobella, pero quien influye más a Rosalía espiritualmente hablando es una de las dos abuelas que tiene —la que se llama Rosalía—, a quien cita muy a menudo y enseña frases y consejos que le hace llegar en los que Dios está siempre en el centro, antes incluso que la familia.

Rosalía corría en medio de los fans en Callao en Madrid, toda vestida de blanco, con zapatos rojos (tal cual la imagen de los papas hasta Benedicto XVI), en una versión adulta de la joven cantante que ya triunfó con un primer disco sobre los ángeles. La artista entra sin tapujos en la exhibición de la fe y en la exaltación de la vida religiosa, incluyendo contenido religioso en medio de las canciones, explicando que admira a las monjas, mostrándose emocionada y llorando escuchando la Escolanía de Montserrat. La religión se cuela en la vida pop, y deja atónitos a los transeúntes descolocados que no entienden qué quiere decirles Rosalía desde una vestimenta de monja. La provocación de Rosalía podría ser aún más llamativa, y podría incluir el credo en catalán en sus montajes. Sería la celebración más exitosa e internacional hecha en Catalunya por el Concilio de Nicea, que ahora celebra 1700 años.