En mi último artículo en este periódico me refería al consumo insostenible de recursos de la tierra que hacemos los humanos. En síntesis, visto desde la perspectiva de la economía ecológica, hace 100 años que el desarrollo económico se basa en quemar combustibles fósiles (los coches, la calefacción, los camiones, los hornos de la industria, una parte de la electricidad, entre una infinidad de consumos) y en el consumo de materiales que encontramos en la naturaleza, todo tipo de materias primas extraídas de los ecosistemas.

Tanto la explotación de los combustibles fósiles como de los materiales presentan dos graves carencias. La primera es que la tierra dispone de estos recursos de manera limitada, es decir, que un día se acabarán, como si tuviéramos un depósito de agua que vamos vaciando, pero que no tenemos manera de llenarlo para consumos futuros. La segunda es que ante su naturaleza finita, no los gestionamos como si fueran recursos escasos: por ejemplo, la mayor parte de combustibles fósiles los quemamos, con lo cual la energía se disipa, con el agravante que emite gases de efecto invernadero; con respecto a los materiales, no reciclamos más que una misérrima parte.

El progreso de las sociedades se ha fundamentado en este sistema de relación de la economía con la naturaleza y si seguimos así, la cosa no es sostenible

El progreso de las sociedades, incluida la catalana, se ha fundamentado, al menos hasta ahora, en este sistema de relación de la economía con la naturaleza y, francamente, si seguimos así, la cosa no es sostenible. En este contexto, si bien en un mundo tan globalizado como el actual, el problema no es específicamente catalán, ni español, ni europeo, me ha parecido oportuno recoger información sobre nuestra contribución al grave problema de sostenibilidad ambiental de tres variables que entiendo que resultan bastante indicativas: el consumo de materiales, el reciclaje de residuos y la emisión de gases de efecto invernadero.

En materiales utilizados en la producción, lo que se denomina "inputs directos de materiales" (incluye tanto los de extracción doméstica como los importados), Catalunya utiliza en torno a 130 millones de toneladas anuales. Eso da un uso directo de cerca de 17 toneladas de materiales por habitante y año. Con respecto al consumo de materiales a escala doméstica (producción local, más importaciones y menos exportaciones) la cifra es mucho más baja, concretamente de unas 7 toneladas por habitante y año, un valor parecido al del conjunto del Estado.

Con respecto a la generación de residuos, hay tres grandes tipos. Los industriales, de los cuales se generan anualmente unos 4 millones de toneladas. De estos, una décima parte que se consideran peligrosos (con el sector químico y farmacéutico como principal generador). En teoría, según la Agència de Residus de Catalunya, el 80% de los residuos industriales se "valorizan", devuelven de alguna manera u otra al sistema productivo, se saca alguna cosa de valor. Sin embargo, en la realidad, no se sabe exactamente. En este sentido, recomiendo ver un Sense Ficció de TV3 reciente (20/06/23, “Insostenible, rere la brossa”) relativo al tráfico internacional de residuos industriales y mafias. Otro tipo de residuo es el de la construcción y demolición, del cual en Catalunya se genera en torno a 6 millones de toneladas. En este caso, según los datos oficiales que aporta la Agència se valorizan cerca del 60%. Finalmente, hay los residuos municipales, de los cuales se generan anualmente unos 4 millones de toneladas, eso es unos 520 kg por habitante y año (1,4kg/h/dia), una cifra ligeramente inferior a la de la UE-27. De estos residuos la recogida selectiva (orgánico, papel y cartón, cristal, envases ligeros) es un poco inferior a la mitad. El resto se incinera (640.000 toneladas), se hace un depósito controlado (1,1 millones de toneladas) o se recupera (160.000 toneladas).

Con respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero, en Catalunya emitimos 40 millones de toneladas de CO₂ equivalente, una cifra relativamente estancada del 2015 hasta hoy, y al mismo nivel que estábamos en 1990. Los principales sectores que contribuyen son la industria (31%) y el transporte de mercancías y de personas, incluidos nuestros coches (30%). En conjunto, la emisión que le corresponde a cada catalán es prácticamente de 6 toneladas de CO₂ equivalente cada año.

Estos son datos que muestran algunas de las huellas ecológicas que dejamos los catalanes en consumos de materiales y en vertidos a la atmósfera, nuestro granito de arena al maltrato que los humanos de todo el mundo estamos sometiendo al planeta. Saberlo para corregirlo, si somos capaces, aunque solo sea por consideración a los que vienen detrás de nosotros.