1. DESHOJAR LA ACCIÓN POLÍTICA. Ya está. Se terminó una larga etapa de inestabilidad derivada de dos formas completamente opuestas de encarar el postprocés. El debate que se ha producido en Junts no iba sobre la estrategia a seguir, sino sobre con qué instrumentos hacerlo. En teoría, un partido político aspira siempre a ocupar espacios de poder, pero a veces resulta imposible insistir en una acción política que tiene como consecuencia la disolución de la identidad. Junts nació como un partido independentista, con gente que provenía de distintas tradiciones. Con repasar los nombres de la ejecutiva basta para verlo. A diferencia de lo que dice el cliché periodístico, no son lo mismo, para citar unos cuantos nombres, Laura Borràs que Jordi Turull, Jordi Sànchez que Aurora Madaula o bien Toni Comín que Míriam Nogueras. Lo he escrito un montón de veces y vuelvo a repetirlo: sin el independentismo, este partido no existiría. No se puede entender Junts, por lo tanto, si se obvia la idea que es la vanguardia de un movimiento más que un partido clásico. Junts es ideológicamente muy plural, pero ninguna tendencia es, por resumirlo periodísticamente, cupera. El sector de izquierda de Junts es más bien socialdemócrata y coincide con no pocos liberales que el impuesto de patrimonio, para poner un ejemplo, es injusto tal y como está concebido. Por lo tanto, estos días no se ha votado para saber qué ideario se imponía en Junts, sino sobre la relación con Esquerra y sobre si seguir vinculados a la estrategia de los republicanos impedía o no desplegar la estrategia de ruptura y desbordamiento que Junts comparte con el Consell de la República. Aunque en Junts haya mucha gente que proviene del PDeCAT o de la antigua CDC, el perfil del militante no es el mismo que años atrás. En las votaciones de la semana pasada, no todos los que votaron marcharse del Govern son alocados activistas. Quienes menos han evolucionado después de una década de lucha por la independencia son los viejos dirigentes convergentes, muchos de los cuales están desconectados incluso de la realidad de su partido porque llevan años sin pisar la calle y el cromosoma se ha deformado. Los que tiene un problema son los de Esquerra, porque en poco más de un año han conseguido perder el apoyo de la CUP y de Junts. En un país democrático, como por ejemplo Dinamarca, por mucho menos, por el escándalo del sacrificio masivo de visones en la lucha contra la covid, la primera ministra Mette Frederiksen ha decidido convocar elecciones anticipadas.

Junts no puede seguir apostando por lo mismo si quiere promover una política diferente y consolidarse como alternativa al autonomismo de los republicanos, que aliñan con un independentismo retórico y romántico

2. LA BATALLA MUNICIPAL. El movimiento independentista se generó en los pueblos y ciudades. Las consultas populares de 2009-10 y el crecimiento de la Assemblea son de carácter local. El referéndum del 1-O fue un éxito porque en cada pueblo y ciudad del país había gente dispuesta a arriesgarse. La trama era tan espesa, que las fuerzas represivas no pudieron contener a los dos millones de personas que acudieron a votar. La fuerza del 1-O fue esta, más allá de si un partido político hizo esto o aquello para facilitar la llegada de las urnas. Después de la decisión que tomaron la semana pasada, Junts debe volcarse ahora en preparar las elecciones municipales. Con las manos libres, los alcaldables independentistas podrán realizar una campaña más coherente, centrada en los intereses de cada lugar, pero también con un ideario general que justifique la oferta. Nadie puede negar que esto no pueda ser así, porque si no, no tendría sentido que un pueblo, el que sea, gobernado por gente de Junts, esté adherido a la Associació de Municipis per la Independència (AMI). Ser pragmático y mantener los principios no tendría que ser jamás incompatible. Lo local es la base de lo global. Es su cimiento y su fuerza que ningún partido debería ningunear. Es verdad que Junts tiene problemas para encontrar un candidato adecuado para dos plazas fuertes, Barcelona y Girona. Deberían resolverlo rápido y con mucha valentía. La opción de Xavier Trias no es muy creíble. No lo digo yo, lo señalan las encuestas. La más reciente, una promovida por Foment del Treball Nacional y que pronostica que Junts se situaría en cuarta posición, por detrás del PSC, Esquerra y los comuns, a pesar de que la valoración ciudadana del exalcalde sea la más alta de todas, de un 4,4, idéntica a la obtenida por el republicano Ernest Maragall. La diferencia es que la popularidad de Trias no comportaría una ventaja en términos electorales. Junts no puede seguir apostando por lo mismo si quiere promover una política diferente y consolidarse como alternativa al autonomismo de los republicanos, que aliñan con un independentismo retórico y romántico. Será imprescindible que empiecen la remontada desde la base. Junts tiene un potencial enorme, como se ha visto. Cuando la militancia se moviliza, el partido se fortalece y la estrategia que defiende el sector que se ha impuesto en la consulta para salir del Govern gana. Cuando se trata de repartirse cargos, vota poca gente y los que controlan el aparato se imponen, como pasó en Argelers. Al conjunto les conviene aprovechar la sacudida para cohesionar la dirección y remar juntos de una vez por todas, como al principio, cuando nació una coalición triunfadora.

3. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES. A pesar de que las movilizaciones del Onze de Setembre y del 1 de Octubre no llegaron a tener el volumen de otras épocas, también fueron un toque de atención para los partidos tradicionales. Buena parte de la crisis actual arranca, precisamente, de esas movilizaciones y del error cometido por Esquerra de ningunearlas. El Consell de la República tiene hoy 102.852 afiliados, que no son pocos, sobre todo si tenemos en cuenta que Esquerra se opone a él descaradamente. Pero el cañamazo social del independentismo es todavía más amplio. La importancia de la lucha desde la calle es por ahora importantísima y es lo que mantiene vivo el independentismo, porque parlamentariamente está fragmentado y dividido. Lo explicaré con un ejemplo que puede entender todo el mundo y que fue un argumento que escuché en boca de uno de los dirigentes de Junts partidarios de salir del Govern. La ofensiva judicial para imponer el 25% de castellano en las escuelas está claro que no puede pararla el Govern. Y todavía menos un gobierno que no está dispuesto a desobedecer por miedo a las inhabilitaciones y a las sanciones y porque está ligado al PSOE. Quizás sea humano, no lo sé, pero está claro que Esquerra no está dispuesta a tomar riegos y deja pasar el tiempo. La defensa de la lengua tiene que volver a la sociedad, como así fue históricamente, lo que ha asegurado su pervivencia. Tienen que ser los padres y las madres los que deben convertirse en el bastión de la defensa del catalán en las escuelas. Si la lengua se convierte en una mera identificación institucional, a la larga morirá. La intensidad de la lucha por el catalán en la escuela en otras épocas generó un estado de ánimo favorable a la catalanización de la enseñanza que fue suficiente para que el modelo de inmersión lingüística fuera aceptado e incluso promovido por personas que no tenían como primera lengua el catalán. Según el Idescat, en 2000, el 68,8% de la población catalana había nacido en Catalunya, el 27,2% en el resto del Estado español y el 4%, en el extranjero. El 2022, la distribución es esta: 63,7%, 15,2% y 21,1%, respectivamente. Estos cambios son básicamente porque hay 1,3 M más de ciudadanos nacidos fuera y 0,5 M menos de nacidos en otros lugares del estado. Resumido gráficamente: el año pasado llegaran a Catalunya más personas que habitantes tiene toda Tarragona. No es una alteración demográfica cualquiera. Al contrario, debería empujarnos a reflexionar sobre cómo garantizar la catalanidad y la fusión en un solo pueblo de todos los ciudadanos de Catalunya. Las consecuencias sociales y económicas de un fenómeno como este son monumentales, sobre todo porque el estado estrangula Catalunya año tras año. La independencia es una necesidad más que un mero ideal. Los cambios surgen de abajo a arriba, como siempre ha sido así gracias a la fuerza de los movimientos sociales. La revuelta institucional es una jugada a cara o cruz, mediante la cual ganas o pierdes. El 27-O los partidos independentistas perdieron. La revuelta de la gente puede ser sostenida en el tiempo y tiene efectos a menudo más eficaces. El independentismo debe encarar ahora un trabajo de reconstrucción que revitalice el movimiento apoyando a iniciativas, para mencionar una, como “Todos somos referentes lingüísticos. ¡No más excusas!”, que es la campaña impulsada por Plataforma per la Llengua y los sindicatos SEPC, USTEC-STEs e Intersindical-CSC a favor del catalán. Junts, que es un partido movimiento, guste o no a algunos de sus dirigentes identificados con el sí a continuar en el Govern, tiene la oportunidad de practicar dos formas de acción política que le permitan combinar la movilización y el desbordamiento con la gobernabilidad.