En Suiza han hecho un referéndum. El tema era si instauraban o no una renta básica universal de unos 2.200 euros para todos los habitantes del país (600€ para los menores de 18 años).

Un 76,9% de los suizos (y las suizas) dijeron que no. Seguramente la reacción rápida es decir: “Esta gente son tan asnos que podrían sonarse con las orejas. A quien se le ocurre estar en contra de cobrar 2.200€ sin dar un palo al agua”?.

Pero en la vida, y en las sociedades, y aunque no lo parezca, las cosas son más complejas. Y opinar quedándose en la superficie es una temeridad.

La consulta fue una iniciativa del propietario de un bar de Basilea y pretendía abrir un debate sobre el futuro laboral de la gente en un mundo cada vez más tecnológico. Él defendía que este “sueldo” ayudaría a mejorar la dignidad humana y los servicios públicos. Los partidarios del no, encabezados por el gobierno, defendían que la medida sería demasiado costosa y debilitaría la economía.

Pero el gran debate de fondo era si dar una paga a todos los ciudadanos crearía una sociedad desincentivada. ¿Si tienes dinero para sobrevivir, por qué trabajar? ¿Y si mucha gente no trabaja, quien mantiene el sistema? ¿Y si el sistema no se puede mantener porque hay muy poca gente creando riqueza y el sistema cae, como se reintegra al mundo laboral la gente que decidió no trabajar? Y, ¿estamos seguros de que estas personas aceptarían la nueva situación? ¿Y los que han estado trabajando todo este tiempo, como reaccionarían?

¿Cómo afectaría a la convivencia que en una sociedad haya gente trabajando al lado de quien decide no hacerlo porque opta por vivir del subsidio? ¿Puede colapsarse la convivencia en una sociedad donde una parte importante de su fuerza de trabajo decide no hacer nada? ¿La renta garantizada favorece la mediocridad, empresarial y laboral? ¿Un país con renta garantizada universal rodeado de países que no tienen, pierde competitividad y está condenado al fracaso?

Vaya, que la reacción inicial simplista y precipitada de “estos suizos son tan asnos que podrían sonarse con las orejas...”, tapa un debate complejo sobre modelos sociales, laborales y económicos que, por cierto, en España no hay muchas ganas de hacer porque están más preocupados por Venezuela.

Por cierto, pequeño inciso: ¿qué resultado cree que habría en un referéndum como este en España? ¿También saldría que no o ganaría el sí?

Opinar sobre otras realidades (sean suizas, esquimales o tortosinas) y, sobre todo, dar lecciones desde la distancia sobre como hay que hacer las cosas es tan sencillo como arriesgado. Porque las realidades, a veces, son mucho más complejas de lo que parecen. Y si lo son desde dentro, imagínese desde fuera.