Creo que tenemos que parar, respirar y reiniciarnos. Creo que tenemos que parar y empezar de cero. Esta sociedad ha perdido todos los valores: es una sociedad vacía, ansiosa y depresiva que el único objetivo que tiene es consumir y no disfrutar de nada de lo que consume. Como muy bien dijo mi querido Jacques Lacan, en paz descanse, “Nada satisface el deseo del todo”, y la sociedad actual cree que cambiando de objeto de deseo cada cinco minutos (es decir, yendo de viaje cada semana, comprándose quince prendas de ropa al mes y haciendo doscientas actividades al día) podrá evitar esa falta innata de los humanos y será feliz para siempre y comerá muchas perdices. Ya hemos visto que no, que somos una sociedad de depresivos y ansiosos y que, más que perdices, lo que consumimos, en grandes cantidades, son antidepresivos, ansiolíticos y drogas para evadirnos de la realidad y ser unos autómatas sin demasiados sentimientos. Las farmacéuticas están contentísimas —"En Catalunya, más de 1,2 millones de personas tomaron antidepresivos en 2023"—, y los que los consumimos o los hemos consumido sufrimos los efectos secundarios físicos y mentales día tras día. Que con esto no digo que no sean necesarios en casos puntuales, pero no hay que consumirlos como si fueran pipas Churruca.
Antes no conseguías lo que deseabas con un solo clic, hacía falta hacer un esfuerzo físico y/o mental previo
Empezaba el artículo diciendo que hemos perdido todos los valores, creo que uno de los valores más grandes e importantes que hemos perdido es la cultura del esfuerzo. Para los que no sepáis qué es el esfuerzo, porque habéis nacido en los 2000 (y vuestros padres os han tratado como si fuerais de azúcar para no traumatizaros): antes la gente tenía que trabajar —¡eficientemente!— para conseguir lo que quería. Antes no conseguías lo que deseabas con un solo clic (habría que hablar aquí del significante desear, pero Lacan lo explicó mucho mejor que yo; así que os animo a hacer un GRAN esfuerzo y leer sus seminarios, y, ya que estáis, leer la obra de Sigmund Freud), hacía falta hacer un esfuerzo físico y/o mental previo. Y os aseguro que el placer que te daba conseguir lo que tanto esfuerzo te había supuesto era inmenso y duradero, y lo que es más importante: lo VALORabas mucho. La gente ya no quiere hacer esfuerzos, está cansada, solo tiene ganas de tener satisfacciones inmediatas sin mover ni un dedo; bueno, un dedo sí, para hacer un solo clic en Amazon y que te traiga el siguiente “tampoco es eso” (la siguiente insatisfacción).
Creo sinceramente que hemos subestimado a las nuevas generaciones y las hemos protegido demasiado: se han convertido en la generación de cristal. Seguramente pensando que era lo mejor para ellos y sin darnos cuenta de que detrás de esta protección materno-paternal excesiva hay intereses económicos gigantescos. La vida es maravillosa, pero no es un cuento de hadas; tarde o temprano todo el mundo se acaba dando cuenta. Querer evitar este duelo a los hijos es muy bonito, pero contraproducente; es convertirlos en seres dependientes e incapaces de aceptar las frustraciones. No hace falta decir que todo ello no augura un final muy feliz. En la escuela no se les puede decir que no para no ofenderlos y crearles un trauma; lo que no les produce ningún trauma, parece ser, es acabar la ESO con un nivel cognitivo de un niño de cuatro años y pensando que Franco era el protagonista de una película de Disney.
Los humanos necesitamos valores, necesitamos referentes, límites mentales que nos permitan dibujarnos y saber quiénes somos y cómo somos. Ya hemos visto que el sálvese quien pueda y el ¡viva la Pepa! solo nos han llevado al vacío existencial (tan necesario para las multinacionales). Fomentemos el esfuerzo (que las cosas cuestan de conseguir), el amor al prójimo, la empatía, el ponerse en el lugar del otro, el no pasa nada si no tengo todo lo que deseo, el valorar las pequeñas cosas del día a día, el encontrarse con los amigos y charlar un rato; fomentemos la sencillez y la humildad. ¡Que tengáis una buena entrada de año!
