No me llame turista, por favor, llámeme viajero. Sí, porque yo voy a los lugares a integrarme en su realidad, no a hacer fotos.
Por este motivo, siempre me alojo en el centro de las ciudades y en sitios con encanto. Cuando iba a Girona, por ejemplo, me encantaba estar en la zona próxima a la Catedral. No, básicamente para empaparme de lo que transmiten las piedras y para captar aquella luz tan especial de todo el entorno.
Y, sí, ha leído "iba" y "encantaba" porque hace tiempo que decliné ir. Naturalmente, la culpa la tuvieron las campanas de la Catedral. Es increíble cómo permitían que sonaran. ¿Dónde se ha visto que una catedral tenga campanas? ¡¡¡Y que suenen!!!!
Pero ahora volveré a ir. A Girona, quiero decir. Con muy buen criterio, las autoridades han decidido que dejen de fastidiar (las campanas) y las han silenciado. De momento, sólo por la noche. ¡Sí señor! (Y señora). ¡Bien hecho! Si unos pocos clientes de un hotel situado cerca de una catedral se quejan del ruido de las campanas, que callen las campanas y no los clientes. El cliente siempre tiene razón.
Ahora espero que este acierto se extienda. Porque un servidor, gran defensor del kilómetro cero, el producto local y de temporada, la sostenibilidad y el retorno a aquello de siempre (incluida la decoración con cajas de fruta de madera) está harto de ir a un pueblo y tener que soportar molestias inadmisibles para una persona sensible y con un mínimo de inquietudes.
La gente aquella (la de los pueblos, quiero decir) se mete a trabajar en el campo muy temprano y con máquinas que hacen ruido. ¡Es terrible! Y, en la tierra donde plantan cosas, ¿sabe qué?, tiran no-sé-qué que apesta. Peste a mierda, concretamente. Y las granjas, ¡también apestan! ¡Todas! Cerdos, vacas o aves de corral. Y los animales hacen ruido. Y los gallos cantan. Y los pájaros gritan. Pero, a ver una cosa ¿cómo quieren que gente que ama tanto la autenticidad como un servidor vaya a relajarse a un lugar donde no son capaces ni de garantizarte un mínimo de paz y de serenidad y, sobre todo, no te evitan olores que ofenden?
Por lo tanto, seguiré sin ir a embadurnarme el intelecto a lugares rurales y primitivos y recuperaré la autenticidad del centro de Girona, donde por fin han entendido a los que valoramos las cosas como son.
Pep Florolos, presidente de la Asociación Catalana de Defensores de la Vida Rural, Auténtica y Natural Sin Artificios.