Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ha subido el rojo a la cabeza este fin de semana en la Fiesta de la Rosa socialista en Gavà y ha dicho, alto y claro, que habrá un nuevo modelo de financiación esta legislatura que él encabeza. Me vienen a la cabeza un montón de dichos, frases hechas y refranes que tienen que ver con rosas, y flores en general, que resumen bien cuál es la situación y qué podemos esperar de ello.
No quiero empezar con que los catalanes y las catalanas vamos con el lirio en la mano, aunque podría parecerlo. Por ejemplo, cuando Esquerra Republicana —aunque también pareció otra cosa— dio la presidencia de Catalunya al PSC a cambio de un pacto por una financiación singular inverosímil. El presidente del Gobierno ha dejado bien claro que de singular nada; no ha dicho la palabra, pero ha afirmado que beneficiará a todos los territorios porque mejorará el estado de bienestar. O sea, otra vez, nada que signifique un cambio sustantivo y necesario en un tema tan central; no solo porque debería ser un acuerdo de legislatura firme, sino porque el bienestar a los catalanes y a las catalanas ya nos aprieta lo suficiente. Por eso confundir a estas alturas un rosal con una zarza es tener la cabeza muy vacía.
Sabemos perfectamente que, del Gobierno, recibimos siempre un tratamiento singular que en Madrid tachan de privilegio y que nos lleva directamente a la cola de las ganancias y al frente de las pérdidas
Parece, pues, que debe ser verdad que no hay rosas sin espinas; y si no basta con la letra pequeña del anuncio, sobre la que el PSC pasa de puntillas, podemos entregar las declaraciones más recientes, o no, de la vicepresidenta Montero. Sabemos perfectamente que, del Gobierno —haya quien haya en el poder y sean cuales sean sus socios—, recibimos siempre un tratamiento singular que en Madrid tachan de privilegio y que nos lleva directamente a la cola de las ganancias y al frente de las pérdidas. La singularidad, en nuestro caso, ni siquiera debería consistir en que algún día nos trataran mejor que al resto de ciudadanos y ciudadanas del territorio español, sino que sencillamente nos trataran igual. Como el nuestro no es, claramente, un camino de rosas, quizá por eso celebramos Sant Jordi con tanta devoción.