El todavía presidente del País Valencià, Carlos Mazón, ha reunido este sábado a varios miembros de su gobierno en un almuerzo de despedida en un exclusivo restaurante, El Xato, situado en La Nucía, en Alicante. Según ha avanzado elDiario.es, al encuentro también han asistido algunos de sus consellers más relevantes, como el titular de Sanidad, Marciano Gómez, y especialmente el controvertido responsable de Educación, José Antonio Rovira, duramente criticado por sus planteamientos ideológicos y su gestión. La comida llega a menos de una semana del pleno de investidura de su sucesor en la presidencia de la Generalitat Valenciana, el también alicantino Juan Francisco Pérez Llorca, hasta ahora portavoz del PP en las Cortes y alcalde de Finestrat.

El restaurante, distinguido con una estrella Michelin, ofrece una experiencia gastronómica de alto nivel con menús que comienzan en los 85 euros, y que pueden llegar hasta los 170 euros por persona si se opta por la propuesta más completa, que incluye maridaje con diez vinos. El local está situado en La Nucía, municipio gobernado por el también popular Bernabé Cano, que formó parte del mismo equipo que Mazón en la Diputación de Alicante durante el anterior mandato. De hecho, La Nucía es también el municipio de origen de Marián Cano, consellera de Innovación, Industria, Comercio y Turismo.

Mazón anunció su renuncia el pasado 3 de noviembre, justo un año después de la DANA que provocó la muerte de 229 personas en el País Valenciano. En una declaración institucional sin turno de preguntas y con su Consell sentado en primera fila, pidió perdón por los “errores” cometidos durante su gestión, reconoció que “ya no puede más” y aseguró que la Generalitat necesitaba “un nuevo tiempo”. Admitió que, por voluntad propia, habría dimitido antes, porque ha vivido momentos “insoportables” tanto en el ámbito personal como familiar. “Sé que cometí errores, lo reconozco y viviré con ellos toda mi vida. He pedido perdón y lo repito, pero ninguno de ellos fue por cálculo político o por mala fe”, dijo, asegurando que nadie de su gobierno sabía que el barranco de Poio se desbordaría, ni que había víctimas mortales hasta la madrugada del día 30, ni que la tragedia tendría una magnitud tan grande. Ante algo "tan grave" como lo que ocurrió aquel 29 de octubre, hablar de su situación personal, orgánica o política siempre le había parecido "una frivolidad", señalaba entonces para reconocer que había asumido este "desgaste" desde el principio.