El martes 6 de noviembre llega la hora H a los Estados Unidos con las elecciones de medio mandato en que se dilucida el color del Congreso y del Senado que quieren ahora los americanos, si demócrata o republicano. La economía está a favor de Donald Trump, pero la polarización social y el ambiente crispado que se respira se inclinan hacia el otro bando. La figura polémica del inquilino de la Casa Blanca despierta intensas pasiones contrarias en el electorado.

En general, las urnas se mueven por la evolución de la renta disponible de los ciudadanos y por el índice de popularidad del primer mandatario y de su gobierno, que depende de la "moral" de los electores y de la situación política. El factor local también cuenta en la selección de los 435 miembros de la Cámara de Representantes y de los del 100 Senado (que sólo se renueva parcialmente).

La coyuntura económica es claramente favorable a los republicanos, con un crecimiento del 3,5% en el tercer trimestre, tras alcanzar el 4,1% en el segundo. En los dos primeros años de mandato de Trump se han creado cerca de 4 millones de empleos nuevos. La reciente remontada de popularidad permite al presidente presentar una cuota del 44%, según Gallup, y del 48%, según Rasmussem.

Pero el ambiente casi de guerra civil que se vive en los EE.UU. durante los últimos meses hace que el resultado final sea incierto y turbio, donde nada está garantizado.

Los demócratas plantearon desde el primer momento una guerra de desgaste poniendo en cuestión el nombramiento del nuevo inquilino de la Casa Blanca, a lo que siguió con la aparición del equipo especial de Robert Mueller para dilucidar si hubo colusión rusa en su elección, algo que en todo este tiempo no se ha demostrado.

La economía está a favor de Donald Trump, pero la polarización social y el ambiente crispado que se respira se inclinan hacia el otro bando

Más reciente ha sido el caso del ya juez del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh, acusado de un asalto sexual treinta años antes, en el que se advirtió el impacto del movimiento Me Too. El libro de Bob Woodward ha atacado la figura de Trump sin contemplaciones.

A todo eso se ha sumado en las últimas semanas el envío de simulacros de bombas contra 14 prominentes demócratas, que Trump condenó como "actos o amenazas de violencia política". También ha sido contabilizado en su debe el asesinato de judíos en una sinagoga de Pittsburgh, aun cuando cualquiera que se dé una vuelta por Jerusalén se topará con cartelones a favor de Trump, "amigo de Israel". En este caso, se habló del discurso del odio que emana de la Casa Blanca. 

Y eso sin mencionar la carta anónima en el New York Times de un "alto responsable con puesto en la Casa Blanca" que declaraba ser un saboteador (un "resistente") para limitar los daños contra el país. Aún está pendiente la marcha de los hondureños, otro reto que se ha aplicado en vísperas electorales.

En este entorno de crispación, las encuestas prevén que la Cámara de Representantes pase a manos de los demócratas y el Senado siga bajo control republicano. En caso de que el Congreso proponga un impeachment (destitución) del presidente, se encontrará con un Senado que juzgará sus acusaciones.

En este agresivo clima, la positiva y cordial conversación que mantuvieron el jueves Trump y el presidente chino, Xi Jinping, para acercar posiciones en materia comercial resultó casi un bálsamo. Porque el factor global y la American First afectan a todo el mundo.