Un fuerte mensaje cruza últimamente los mercados financieros globales. Llega la hora de nuevos recortes del precio del dinero. James Bullard, presidente de la Reserva Federal de San Luis, fue el primero en hacer sonar la alarma: las perspectivas de crecimiento se están debilitando y se suman a las tensiones comerciales. Hay que hacer frente a la marea negativa antes de que sea demasiado tarde.

Tras el mal dato de evolución del empleo en Estados Unidos, con la creación de tan solo 75.000 puestos de trabajo en mayo, y recortes de los datos de los dos meses precedentes, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed), se mostró dispuesto a bajar tipos y mantener una política monetaria que asegurase la expansión de la economía.

El crecimiento de la economía americana fue del 3,1% en el primer trimestre, pero la Fed de Atlanta ha advertido que puede caer al 1,5% en el segundo.

En EE. UU., las señales de una pérdida de velocidad de la actividad se acumulan. Se aprecia un retroceso de la inversión empresarial, en los gastos del sector de la construcción y vacilaciones en la evolución del consumo. Llamativamente, EE. UU. ha resistido mejor de lo previsto a los derechos de aduanas.

Desde comienzos de mes, una fosa se ha abierto entre los economistas y los mercados, que han eludido una corrección en sus valores confiando en que los bancos centrales están dispuestos a hacer lo que sea para mantener el crecimiento en los países desarrollados.

Algo así se ha visto en Europa, donde Mario Draghi, presidente del BCE, prometió en Lituania mantener los tipos próximos a cero hasta mediados de 2020, a lo que se sumará un programa de oferta de liquidez a los bancos con el fin de incitar a estos a ofrecer abundantes préstamos a partir de septiembre.

La zona euro ha crecido el 1,2% en el primer trimestre, y se espera que lo haga el 1,4% a lo largo de todo el año. La inflación en mayo fue del 1,2% (el objetivo es del 2%), lo que obligó a Draghi decir que "de verdad no creemos estar ante una situación de deflación".

La política monetaria ultraacomodativa ha mostrado eficacia para estabilizar la situación, pero no para relanzar el crecimiento.

China, la tercera en discordia (con EE. UU.) se encuentra en una disyuntiva similar. Sus mercados de exportación se han vuelto menos dinámicos. Donald Trump les ha impuesto aranceles, sus proyectos de la Nueva Ruta de la Seda generan crecientes preocupaciones sobre la falta de transparencia, contra los que Pekín está aplicando agresivas políticas de estímulo. El esfuerzo está siendo tremendo para lograr un crecimiento del 6-6,5% en 2019.

El Banco Central de China (PBC) ha inyectado a primeros de junio  en el sistema financiero 500.000 millones de yuanes (72.000 millones de dólares para licuar la economía. Yi Gang, gobernador del PBC, ha indicado estos días que "tenemos un montón de espacio en los tipos de interés", que está fijado en el 4,350%.

Helen Qiao, del Bank of America Merrill Lynch, prevé que el Banco Central Chino rebaje dos veces los tipos de interés en 2019 y una vez en 2020. En su opinión, el PBC cuenta con que la Fed recorte tipos en septiembre y diciembre.

David Brown, jefe ejecutivo de New View Economic, dice que "las tasas de interés de China probablemente deba bajar otro punto porcentual, al menos, para evitar riesgos de crecimiento a la baja".

Quizá entremos ahora en una fase de guerra de tipos de interés como continuación de la comercial y tecnológica. Los nuevos tiempos no van a ser sencillos.

Una política monetaria más expansiva por parte de China podría tener efectos sobre el yuan, que podría dar lugar a un gran desorden financiero en el mundo de las divisas.