El pasado 11 de diciembre publicaba una pieza dónde me enfadaba bastante con lo que estaba sucediendo en la residencia de personas mayores que la Fundación Fiella tenía en Tremp. En aquel momento, ya había cuarenta y cinco muertos (CUARENTA Y CINCO), todavía no teníamos toda la información y hacía falta prudencia, pero ya se intuía que estábamos ante un caso absolutamente intolerable. A raíz de aquel artículo, varios familiares de algunos de los difuntos se pusieron en contacto conmigo para explicarme situaciones que ponen los pelos de punta. La inhumanidad de los irresponsables del centro fue tan grande... Les dejaron tan abandonados... Y lo peor es que lo afrontaron dedicando su tiempo a mentir y a culpar los otros de la situación. Todavía hoy no se sabe quién gestionó exactamente el centro durante dos días.

El 14 de diciembre repetí. Ya habían muerto 53 personas y aquel día Lídia Heredia (Els Matins de TV3) había entrevistado a su programa a Josep Maria Mauri, vicario general de la diócesis de Urgell y miembro del patronato de la Fundación Fiella, la responsable del funcionamiento del centro. No calificaré las explicaciones de este individuo porque espero que se ocupe de ello la justicia, pero su actitud desde el punto de vista humano fue tan lamentable. ¿Qué tiene que hacer la sociedad con un personaje que aparece en un medio de comunicación sin ninguna empatía ni sensibilidad hacia las cincuenta y tres muertos de aquellos momentos y sus familias? ¿Cómo nos protegemos de gentuza así? ¿Tanto costaba pedir perdón a las familias? En privado y en público. Ojo, sobre todo porque este ciudadano... ¡¡¡es cura!!!

El 19 diciembre publiqué un tercer artículo. Entonces los muertos ya eran sesenta, un 42% de los 144 residentes. Los contagiados llegaban al 95%. Hacía dos semanas que cada día moría alguien y continuaba la indiferencia, la falta de explicaciones, la nula asunción de responsabilidades por parte de nadie. Y, lo más terrible, la omertà. Y el significado de la palabra lo explica todo. Sólo hay que preguntar a algunos de los familiares que lo sufrieron. Finalmente murieron sesenta y una personas (¡SESENTA Y UNA!). Un desastre que sólo se entiende si piensas que, teniendo en cuenta la población del Pallars, todo el mundo tiene un pariente más o menos próximo, un vecino o un conocido que murió en aquella residencia.

Hoy hemos sabido que la Generalitat ha decidido apartar definitivamente a la Fundación Fiella de la gestión de la residencia de Tremp. Aparte, la Fiscalía sigue investigando a sus gestores por un posible delito de homicidio imprudente. Gran noticia y veremos cómo acaba todo. Lo que sí está claro es que todavía hoy no es cuantificable el daño que esta gente hizo a la imagen del conjunto de residencias, la mayoría de las cuales salió adelante sin muchos medios y con mucha profesionalidad.

Como no tenemos una máquina del tiempo, es imposible ir atrás y devolver a la vida a las 61 personas muertas. Pero estaría bien que, por una vez en la vida, se resarciera humanamente a las familias. Nunca está de más un abrazo y pedir perdón no contagia la COVID. Sobre todo cuando quien debería hacerlo dice que ha sido elegido por Dios y se hace pasar por representante suyo en la Tierra.