Hoy tenía que ser aquel día en que todo el mundo saldría de las grandes ciudades para ir al campo. A que nos toque el aire. Porque como entre semana no hay confinamiento perimetral, ahora vayan pasando pa la naturaleza, que es grande y al fondo hay sitio. Pero no me aparquen todo en el mismo lugar, por favor. (Inciso: quién me iba a decir a mí hace nueve meses que acabaría escribiendo "confinamiento perimetral" con la misma naturalidad que Dembélé se lesiona).
Pues bien, al final ha sucedido lo contrario. O sea, lo que la gente ha colapsado ha sido el centro de las grandes ciudades. A mediodía las radios explicaban que en BCN han tenido que cerrar los accesos en coche a los aparcamientos de la zona de plaza Catalunya por exceso de vehículos. Y en muchas otras ciudades el atasco se deshará, aproximadamente, por Sant Esteve. Pero ya a última hora del día. ¡Memorable!
Y aquí se abre nuevamente el apasionante debate titulado "Economía o salud" que arrastramos desde aquello que nos dijeron del "Abrimos el grifo porque somos un país pobre que no puede pagar ayudas a los miles de negocios cerrados". Y todos estuvimos de acuerdo. Y hubo quien todavía pidió un poquito más. Porque fue permitir abrir y decenas de sectores salir como un solo hombre (y una sola mujer) a reclamar que a ellos, mucho todo. Pero es aquello otro que ya he escrito más veces del "Yo lo hago todo muy bien y la culpa es de los demás". Y el Gran Teatre del Liceu de BCN pidiendo más aforo es el último ejemplo. Muy bien, pues ya hemos abierto para evitar la ruina del 100% del pequeño comercio y de la restauración. ¿Y la gente, qué ha hecho? Pues ir a comprar. Caramba, es que si las tiendas estaban abiertas, nos han dicho que gastemos para recuperar la economía, hoy era puente, nos recomendaban no salir de las ciudades, hace el tiempo de un embarazo entero que no consumíamos y justamente ahora viene Navidad, ¿qué querían que hiciera el personal con su vida? ¿Hacer un Lari-mago Pop-mag Magoo y autodesaparecer de sí mismos? Pues no, todo el mundo ha salido a comprar. Lógico. Y coherente.
Y así ha sido como nos hemos amontonado en la puerta de las tiendas y hemos llenado los grandes almacenes, unas imágenes que entran en contradicción total con la prohibición de permitir abrir los centros comerciales. Pero es que vivimos en una contradicción permanente. En todo. Y en eso también. Hemos pasado del "por qué sí el transporte público donde todo el mundo va amontonado y no las escuelas" al "por qué están abiertos los centros de El Corte Inglés y no Les Gavarres, el Espai Gironès o La Maquinista?". Y nos lo preguntamos porque nadie nos lo ha explicado. Y hoy lo hemos hecho mientras nuestras bolsas llenas de regalos estaban junto a las bolsas de regalos de miles de burbujas ajenas a la nuestra. Porque ahora ya no somos personas, somos burbujas.
Hemos pasado del gran embotellamiento en el parking del Montseny al del parking Saba de la plaza Major de Vic o del Blondell de Lleida. Porque si abres el grifo, el agua mana. Y cuando eso sucede lo que no puedes hacer entonces es quejarte porque has quedado empapado. El mejor resumen de todo lo ha hecho la usuaria de Twitter @mramoneda (Mònica Ramoneda) con el siguiente tuit: "Los deberes de mi hija para el puente: Describe dónde has ido de excursión, qué clima hacía, si era playa o montaña... SEÑORA MAESTRA, QUE NO SE PUEDE IR A NINGÚN SITIO". Pues el mundo de la contradicción es exactamente esto.