Seguramente usted ya ha leído la entrevista a Carles Puigdemont que publicamos hoy en El Nacional. Y allí ha podido saber qué piensa el 130º president de la Generalitat sobre la actualidad y sobre el país.

Pero, como siempre sucede, en la entrevista no sale la respuesta a la pregunta que te hace todo el mundo cuando sabe que has ido a Waterloo: "¿Qué, cómo lo has visto?". Bien, pues la respuesta a esta pregunta la encontramos en la zona de tiendas del aeropuerto de Bruselas. Allí hay una reproducción del inmenso cohete de Tintín, una de las estructuras de estado de los belgas. Me lo miré un rato mientras me comía un extraño bocadillo cazado poco antes del cierre del último establecimiento abierto a aquellla hora y que hizo las funciones de cena. Mientras me lo miraba (el cohete, aunque también me miré mucho el bocadillo y, sobre todo, el precio) y pensaba que yo siempre he sido de Astérix y no de Tintín, me vino a la cabeza la inevitable comparación entre Carles Puigdemont y el personaje de Albert Uderzo.

Incluso para sus enemigos más declarados, que son muchos y muy poderosos, Puigdemont es un Astérix que está instalado en una especie de Galia, tampoco muy lejana geográficamente a la de las historietas, desde donde resiste a los ataques de los poderosos ejércitos romanos del imperio.

Cuando vas a Waterloo te das cuenta de la debilidad externa de todo y no puedes evitar pensar que haber conseguido crear aquel espacio allí en medio es un éxito brutal del que no somos conscientes. Y lo percibes todavía más claramente cuando ves que todavía continúa en su sitio la famosa bandera española situada en la famosa ventana de la famosa casa situada unos metros más allá de la infinitamente más famosa Casa de la República. Es aquella de la que ya le hablé en mi última visita.

La bandera española continúa allí recordando que más allá de la Galia, todo continúa igual y que los romanos mantienen el poder del imperio en forma de Junta Electoral, Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional... Y ahora, si usted es poco de Puigdemont me dirá: "Oiga, que todos estos son la ley". Sí, la ley del imperio. Pero fuera del imperio también hay ley. Y es la que permite que Carles Puigdemont viva en Waterloo. Y que en Bélgica también vivan Meritxell Serret, Toni Comín y Lluís Puig, que Marta Rovira y Anna Gabriel estén en Suiza y que Clara Ponsatí resida en Escocia y viaje habitualmente a Bélgica. Y es la ley que permite a todos ellos haber visitado Alemania, Austria, Dinamarca, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Reino Unido y Suecia. 11 países europeos. ONCE. Y no precisamente menores. Europa, 11; Llarena, 0. Un 1 en la quiniela.

Por cierto, hablando de Ponsatí y Comín. El jueves, cuando estuvimos en Waterloo, ellos también estaban. Junto con Antoni Castellà, Isaac Peraire y Rut Ribas y para participar en una reunión del Consell de la República.

Mientras charlábamos con todos ellos, después de haber acabado la entrevista que hicimos en una de las salas de la planta baja, se produjo un momento interesante. Por una ventana vimos que en el exterior había un montón de gente con esteladas y color amarillo en general. Toni Comín nos explicó que era un autocar de Lleida que estaban de excursión por Bélgica y que habían venido a ver la famosa casa.

No se puede ni imaginar la cara que hicieron los de fuera cuando se abrió la puerta y salió el president. Pasar de las selfies delante de la puerta a las selfies delante de la puerta, pero con Puigdemont, Comín y Ponsatí fue el premio sorpresa que no iba incluido en la excursión y que no tendrán que pagar aparte. Espero.

Y ahora usted me dirá: "¿Por qué ha dicho que el momento fue interesante?". Pues porque antes de empezar la entrevista, el president nos explicó que estaba incubando un resfriado. De hecho, se acababa de beber una infusión caliente y se le notaba aquello que se llama "destemplado". Pues bien, a pesar de la lluvia, salió a saludar a la gente, sin paraguas y sin abrigarse. Y estuvo un ratito. Y cuando volvió a entrar se había repuesto. Y si se fija en las comparecencias que ha hecho desde jueves, que han sido unas cuantas, ni rastro del resfriado. Interesante manera de curarse.

Bien, pero esta crónica está a punto de acabar y todavía no le he contestado la pregunta inicial sobre como lo vi. Pues en forma. Muy en forma. Y muy consciente de su papel y de cómo tiene que jugarlo. Y dolido, mucho, con aquello de Coripe. "Mirad que me han crucificado en artículos y canciones, en chirigotas, en las fallas... pero aquel ensañamiento sobre mi figura y con fuego real lo supera todo".

Y, si quiere y de propina, también le respondo la otra gran pregunta que todo el mundo te hace cuando vuelves de Waterloo: "¿Saldremos adelante?". La respuesta es del propio president: "Estamos saliendo adelante, aunque no nos damos cuenta. Hoy en día ya somos un sujeto político". Y quizás la prueba es la respuesta a la tercera pregunta que todo el mundo hace: "¿Y qué hace Puigdemont todo el día allí?". Bien, pues aparte de reuniones y cenas con gente diversa, atender un montón de entrevistas de medios de todo el mundo. 

Y hablando de salida, cuando nos fuimos y permitimos que por fin empezara la reunión, delante de la casa había una pareja de mediana edad rondando por allí y curioseando. Como con ganas de hacerse una foto pero sin acabar de atreverse. Y menos con nosotros allí en medio, recién salidos por la puerta y sin saber quién narices éramos. Jordi Barbeta, con quien viajar es una aventura constante de la que todo el mundo tendría que poder disfrutar al menos una vez en la vida, se les acercó. Y resultó que eran asturianos. Y acabaron fotografiados por el propio Barbeta con el móvil de ella mientras les decía: "Ustedes seguro que son muy republicanos, ¿verdad? Mucho, se les nota. Y la pareja sonreía con cara de preferir hacerse la foto delante de la famosa bandera española de la famosa casa de más abajo.