La identidad de una colectividad se construye a lo largo del tiempo, no es algo estático que quede fijado de una vez para siempre, sino que es algo que, lejos de ser lineal, posee muchas aristas, condiciones cambiantes y necesidades de adaptación, siempre que la colectividad se quiera viva y tenga voluntad de afirmarse encarando un futuro como parte activa de la humanidad entera. Y en el mismo sentido, es necesario que la identidad se base en la cohesión social de la colectividad que quiere conformar.

Cuando hablo de cohesión social, lo primero que me viene a la mente es el equilibrio territorial. Dado que cada uno es hijo de sus circunstancias y de sus vivencias, el equilibrio territorial es para mí un factor clave.

Pero hablando de este tema nos vemos confrontados más bien con un manifiesto desequilibrio territorial. En la Catalunya actual, en el 80% del territorio solo vivimos el 9% de la población, mientras que el 65% de los habitantes vivís amontonados en un exiguo 4% del territorio del país. Y el desequilibrio también se manifiesta en que en los pueblos de menos de 1.000 habitantes solo vive el 2,5% de la población total, pero sus municipios deben gestionar un 51% del territorio. Veremos si el recientemente aprobado Estatut dels Municipis Rurals puede ayudar a que al desequilibrio no se le sume la falta de equidad.

He aquí un segundo factor que condiciona la construcción de nuestra identidad actual, la falta de equidad. ¿Qué es la equidad? La equidad es la condición por la cual todas las personas deben disponer de las mismas oportunidades, y que nadie debe encontrarse con desventajas que se puedan evitar. Y este principio debe valer tanto para los niños y jóvenes con necesidades educativas específicas, como con respecto a la ausencia de corrupción en la función pública o en los mercados, y también para la población dispersa que no tiene acceso, o lo tiene excesivamente dificultoso, a herramientas básicas de eso que hemos convenido en denominar el estado del bienestar.

La cohesión social tiene muchas aristas, pero la falta de equilibrio territorial y de equidad son dos de las más grandes y evidentes

Me solidarizo totalmente con los miles y miles de ciudadanos del Área Metropolitana de Barcelona y comarcas de la segunda corona que tienen un servicio ferroviario absolutamente obsoleto y que cada día es una fuente de problemas para ellos y para el digno ejercicio de su vida laboral y personal. Es insostenible que los trenes lleguen sistemáticamente con retraso, y que la respuesta sea recomendar paciencia, una paciencia que no puedo entender cómo aún no se ha agotado para muchos de ellos.

Pero falta de equidad también es que el transporte público sea caro, escaso o inexistente en partes significativas de nuestro territorio. Si nos referimos en concreto a los trenes, no es que lleguen tarde, es que no llegan, y solamente en la circunscripción de Lleida no llega ningún tren a cinco comarcas: Alt Urgell, Pallars Sobirà, Solsonès, Aran y Alta Ribagorça. Ciertamente, ha mejorado la línea Lleida-la Pobla de Segur (que hace años que habría que continuar Pirineos arriba), pero que Dios os pille confesados si cogéis la línea interior o la de la costa. Por la interior, acabaréis en Terrassa después de pasaros horas —porque ahora han decidido que no acabe en Barcelona, que es donde va la mayoría de usuarios—, eso si tienes la suerte de que no surja ninguno de los obstáculos habituales. E ir en tren de Lleida a Tarragona se ha convertido en una empresa titánica, con frecuencias escasas y sometidos también a situaciones, trato e informaciones dignas del siglo pasado.

Se me dirá que pueden coger coches de línea, pero el servicio es el que es, y a veces —más bien muy a menudo— es prácticamente imposible ir y volver en el día. Esto implica que hay que pernoctar en Lleida o en Barcelona, donde tendrán la ocurrencia de cobrarte la tasa turística, a pesar de que tú tengas que ir por motivos de trabajo o de tratamientos sanitarios, por el simple hecho de que los grandes centros sanitarios que disponen de todas las especialidades médicas están ubicados en la capital. Excepto en determinadas patologías, y gracias a acciones solidarias, no se han previsto espacios donde los familiares de los enfermos puedan hospedarse sin que les cueste un ojo de la cara.

Como también es una falta de equidad que haya comarcas (Alta Ribagorça y Pallars Sobirà) que solo dispongan de Centros de Atención Primaria, pero de ningún Centro de Urgencias (CUAP). Quienes deciden deberían saber qué significa tener que coger el coche —si tienes— en plena noche en invierno para ir a un centro de urgencias desde Vall de Cardós a Tremp, por ejemplo. Tener poca población no exime que no se deba garantizar el ejercicio de los mismos derechos que se reconocen a todo el mundo en el conjunto del país. ¿O la equidad solo es una palabra que va bien sacar de vez en cuando en algún acto político o social? ¿O esto de la equidad solo es para los suizos?

Para la cohesión social iría muy bien que los catalanes fuéramos conscientes de que tenemos un país desequilibrado, que hace que vivir y trabajar en determinadas regiones sea muy (demasiado) complicado, que hace que no se garantice la igualdad de oportunidades, que hace que no se trabaje lo suficiente para la eliminación de desventajas que se pueden evitar. La cohesión social tiene muchas aristas, pero la falta de equilibrio territorial y de equidad son dos de las más grandes y evidentes.