Una de las ventajas de conocer más de una lengua es la incorporación de nuevas palabras y giros expresivos que, muchas veces, nos permiten comunicar mejor lo que queremos decir, además de ampliarnos la mente con respecto a variedades gramaticales. A veces, sin embargo, hablar más de una lengua nos limita el nivel de la profundidad que alcanzamos en cada una y, sin querer, cometemos errores en algunas construcciones por desesperación de los monolingües. Forman parte de nuestra vida diaria las "catalanadas" cuando hablamos castellano, o las "castellanadas" cuando hablamos catalán. En conjunto, sin embargo, hablar más de una lengua es un enriquecimiento intelectual que nos permite hablar y comunicarnos con gente de otras regiones y, además, divertirnos con juegos de palabras o entretenernos con la aparición y uso de ciertos términos que sólo se pueden comprender en la globalización de ciertas lenguas. Si, por ejemplo, nos fijamos con el inglés, hay toda una serie de palabras que cuando era joven nunca había escuchado ni leído (y eso que era una ávida lectora), pero que ahora son frecuentes con muchos textos y conversaciones. Por ejemplo, nunca había escuchado la palabra serendipia (del inglés serendipity, palabra que deriva de un cuento persa y significa 'casualidad, un golpe de suerte'), conundrum (una palabra inglesa de origen incierto que significa 'dilema'), oxímoron (que a pesar de tener origen griego y significar 'contradicción', es mucho más usada por los ingleses que por nosotros) o procrastinación (una palabra latina que significa 'dilación', y que raramente he escuchado o leído en catalán, pero es muy usada en inglés académico). Palabras todas que hoy día podemos escuchar en cualquier tertulia radiofónica o encontrar en artículos en los diarios.

Es curioso como las lenguas van cambiando en el transcurso del tiempo, y palabras que nos parecían muy conocidas y útiles van cayendo en desuso, y van ocupando su lugar otras nuevas. A veces lo que cambia es el significado que le damos o la acepción preferencial. Los que hablamos inglés tenemos que hacer esfuerzos por recordar las diferencias entre assist y attend, las dos de origen latino y que tienen sus palabras homólogas en asistir y atender, pero por las que preferimos acepciones diferentes en catalán/castellano con respecto al inglés. Así nosotros decimos asistir a una reunión y atender a los enfermos, mientras los angloparlantes intercambian los dos verbos. Seguro que podéis pensar muchos más casos similares en estas u otras lenguas.

Darwin intuyó que la evolución de las lenguas podría tener rasgos similares con la evolución de las especies 

Los lingüistas hace tiempo que estudian la evolución de los lenguajes y cómo de una lengua ancestral se han derivado varias lenguas. Existen muchas escuelas de lingüistas que han estudiado y estudian cómo se generan lenguas nuevas, y como estas pueden evolucionar a lo largo del tiempo. Pero los tiempos cambian y también cambian cómo se hacen estos estudios y análisis. Estas cuestiones que antes sólo interesaban a los estudiosos de humanidades, ya hace tiempo que llaman la atención de otros científicos. Por una parte, ya Darwin intuyó que la evolución de las lenguas podría tener rasgos similares con la evolución de las especies. De hecho, durante el siglo XX en que la genética maduró como ciencia, esta similitud entre información lingüística e información genética se ha hecho cada vez más patente. Todos los genetistas moleculares hablamos del ADN haciendo comparaciones con el lenguaje y dando nuevos significados a términos inicialmente lingüísticos como son transcripción (copiar la información del ADN en ARN), traducción (pasar de la secuencia de nucleótidos en el ARN a la secuencia de aminoácidos de la proteína mediante el código genético), incluso, hacemos símiles más directos y hablamos de las cuatro letras del ADN (nucleótidos), de que las palabras del ADN tienen tres letras (tripletes), y de signos de puntuación. Incluso cuando hablamos de mutaciones, decimos a clase una frase en que cambiamos una letra de una palabra por ilustrar como el significado de la frase con una sola letra cambiada es diferente.

También la lingüística ha recibido influencias de ciencias, en principio, ajenas. Ya en el siglo XIX, se elaboraron árboles filogenéticos de las lenguas que se hablan en el mundo, con las lenguas ancestrales haciendo de troncos, y las lenguas y dialectos actuales como ramas y ramitas, empezaron a ser comunes en muchos libros. Y a finales del siglo XX, se intentó encontrar explicaciones de por qué las lenguas actuales son como son, utilizando comparaciones con la genética evolutiva. Así, se habló de fuerzas de selección a favor o en contra (como en la selección natural darwiniana) para explicar que ciertas palabras o formas verbales perduraran e hicieran fortuna en una lengua o, por el contrario, se perdieran a causa del azar (como en la deriva genética). A inicios del siglo XXI, este tipo de estudios se formalizaron, con la aplicación de modelos matemáticos que fueron publicados en revistas científicas de mucho prestigio (como Nature y Science), pero que fueron recibidas con mucho pesar por los lingüistas que hacía años y años que estudiaban los detalles de muchas lenguas para elaborar teorías, y vieron, de repente, como su tema preferido de estudio "era ocupado por recién llegados" que aplicaban fórmulas y algoritmos matemáticos para resolver temas complejos de los cuales desconocían muchas cuestiones.

A finales del siglo XX, se intentó encontrar explicaciones de por qué las lenguas actuales son como son, utilizando comparaciones con la genética evolutiva

Afortunadamente, en la frontera de la interdisciplinariedad es donde se puede crecer más rápidamente, y como dijo un importante genetista y neurocientífico evolutivo, Steven Pinker, "quizás los lingüistas de más edad no cambiarán de manera de hacer y pensar, pero los jóvenes serán más proclives a aprender nuevas ideas y usar todas las herramientas a su alcance". Pues bien, justo ahora hace un mes fue publicado un nuevo estudio científico en que las herramientas de análisis de muchos datos, la ciencia del Big Data, se ha usado para analizar varias cuestiones de la evolución de la lengua inglesa. Formalmente y sistemáticamente (es decir, con herramientas de análisis matemática e informática), los autores analizaron 100.000 textos, desde la ocupación normanda de la isla británica hasta la actualidad, un hito impensable para el ojo o el cerebro humano. Mediante este poder estadístico y unos buenos algoritmos matemáticos y simulaciones, analizan cómo evolucionan las formas verbales del pasado inglés: si quedan regulares (el infinitivo acabado con –ed, como learned, cutted) o bien se acaban incorporando como irregulares (como learnt, cut). Los ejemplos son anecdóticos, pero lo que es importante es que se demuestra que las lenguas no siempre evolucionan por selección natural (en la que se incorporarían las formas regulares, que son más fáciles y salen de forma natural cuando aprendes un idioma como niño), sino que también hay fenómenos de azar, porque son palabras que se usan mucho y las aprendemos de pequeños, o quizás porque tienen un ritmo y una acentuación mejor o se parecen a otras palabras...

No todo en nuestra vida se puede prever; interviene la selección y la necesidad, pero también el azar. Y ahora procrastinemos, pero quizás en cincuenta años nadie procrastinará, ni conocerá el amor de su vida por serendipia, ni le parecerá que este artículo es un oxímoron que lo pone en un conundrum...