Seguramente, si os pregunto qué recordáis de las paredes de vuestros institutos, me responderéis que algunos mamarrachos anónimos y algún desconchado de pintura. Si concreto un poco más y os pregunto por pósteres o imágenes que adornaban las desnudas paredes amarillentas (al menos las de mi instituto público, del cual guardo un buen recuerdo), os vendrá a la cabeza un mapamundi y una tabla periódica de los elementos. Sí, me refiero a aquella tabla periódica con símbolos en negrita en cada cuadrado, que nos son tan útiles para acabar de resolver los crucigramas de los diarios. Me refiero a aquella tabla de disposición sistemática y columnas de colores, que los que estudiábamos ciencias mirábamos para inspirarnos en los exámenes de química y así acertar su peso atómico y, con un poco de suerte, recordar las valencias necesarias para saber formular.

Pues bien, las Naciones Unidas han declarado que el 2019 es el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos, en el cual conmemoramos que hace 150 años que Dmitri Ivánovich Mendeléyev generó una tabla donde colocó de forma ordenada y sistemática los elementos químicos puros conocidos hasta aquel momento. Evidentemente, no fue un trabajo único y hay otros químicos que contribuyeron previamente, tanto a aislar elementos puros, como a proponer posibles ordenaciones, pero sólo un genio como él pudo proponer un orden que se ha mantenido hasta ahora, que no sólo es sistemático y ordenado, sino que captó que las propiedades de los elementos, según su peso atómico, eran periódicas y predictibles, mucho antes de que se conociera la estructura básica de los átomos en protones, neutrones y electrones. Tanto es así, que se dio cuenta de que le faltaban elementos dentro de la Tabla propuesta, para los cuales predijo qué propiedades físicas y químicas presentarían antes de que se descubrieran, como fue el caso del galio, el escandio y el germanio, que se descubrieron mientras él todavía estaba vivo. Un verdadero oráculo de la química. Como pasa con muchos genios, la vida de Mendeléyev no debió ser nada fácil. A pesar de nacer en un pequeño pueblo de Siberia, el hijo pequeño de 14 hermanos, pudo estudiar química y ser profesor de universidad en San Petersburgo, aunque por culpa de intrigas y envidias científicas poco edificantes, nunca se le concedió el Premio Nobel de Química, que merecía con creces por su gran contribución a esta disciplina.

Así que este año, varias revistas científicas dedican artículos recordando este gran hito. En particular, os recomiendo una visita visual y muy divulgativa a la historia del descubrimiento de los elementos en estado puro y la creación de la Tabla periódica en la revista Science. ¿Sabíais que los humanos aprendimos a purificar un elemento químico, el hierro, antes de saber escribir? La edad de hierro, en el paleolítico ―cuando conseguimos fundir a altas temperaturas la mena que tenía hierro con el fin de obtener este valioso metal― supuso un punto de inflexión en la historia de los humanos. ¿Sabíais que la alquimia, que buscaba la generación de oro a partir de materias más innobles, espoleó el descubrimiento de nuevos elementos? ¿Sabíais que el fósforo fue purificado por primera vez en el siglo XVII a partir de orina? ¿Quién se podía imaginar que se podría purificar un elemento químico de la orina que excretamos fuera de nuestro cuerpo? La historia del descubrimiento y caracterización de nuevos elementos es fascinante: a finales del siglo XIX descubrían un elemento por año, el siglo XX se caracterizó por la purificación y caracterización de la gran mayoría de elementos radiactivos, que son muy inestables.

El 2019 es el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos, en el cual conmemoramos que hace 150 años Dmitri Ivánovich Mendeléyev la creó

La mayoría de los elementos caracterizados a partir de mediados del siglo XX son sintéticos y sólo se pueden obtener después de bombardear núcleos atómicos pesados con protones para provocar la generación de núcleos atómicos superpesados. El primer elemento obtenido sintéticamente fue el tecnecio el año 1937. Este elemento es uno de los más utilizados en medicina, porque tiene una vida media de 6 horas y permite hacer análisis de imágenes por contraste, sobre todo en traumatología y oncología. Por si no os llegó la información, no hace mucho, el año 2016, se llenaron los cuatro últimos agujeros en la Tabla actual. El último elemento, de peso atómico 118, se llama organesón, en honor al físico ruso que dirigió la investigación que lo obtuvo, aunque es un elemento tan inestable que dura menos que un suspiro. Y no os penséis que ahora que hemos acabado todas las filas ya se ha acabado la Tabla, porque hay muchos químicos en varios lugares del mundo anhelantes de empezar una nueva fila de la Tabla periódica con los elementos 119 y sucesivos. Este hito no será fácil, porque serán extremadamente inestables, si es que en algún momento se pueden obtener.

Aunque la mayoría de científicos y químicos que han obtenido elementos químicos son hombres, me gustaría destacar que también hay químicas reconocidas detrás de bastantes elementos químicos. La más reconocida es Marie Curie, todo un referente para las mujeres científicas, porque le otorgaron dos premios Nobel, y fue la descubridora del radio (Ra) y el polonio (Po). Otra química rusa, Lermontova, fue coetánea de Mendeléyev y sabemos, gracias a la correspondencia entre los dos, que se dedicó a separar y categorizar elementos químicos próximos al platino (Pt), entre los que se encuentran el osmio (Os) y el iridio (Ir). Todavía hay más químicas e investigadoras en el siglo XX y XXI que han intervenido en el descubrimiento de nuevos elementos y de sus propiedades, sea en los laboratorios, sea haciendo importante labor social, como Alice Hamilton, que en 1910 descubrió la elevada toxicidad del plomo para la salud, y obligó a cambiar las políticas de las compañías de seguros médicas. Si queréis leer un buen artículo sobre la contribución de las mujeres a la Tabla Periódica de los Elementos, os recomiendo el que está acompañado de audio (se puede bajar en formato mp3) en Nature, en abierto.

Y ya para acabar, para los curiosos no científicos que quieren saber más, con una información cuidadosa y divulgativa, os recomiendo un maravilloso libro Los elementos de Theodor Grey (la versión catalana está excelentemente traducida por químicos y editada conjuntamente por el IEC, la PUV y el UAB). Un libro con el texto justo y con muchas fotografías en que se explica cada elemento, dónde se encuentra y el uso que los humanos le hemos dado. Os aseguro que, además de un placer estético, aprenderéis cosas que ni os imaginabais de todas las sustancias que conforman nuestro mundo. ¡Feliz año 2019!