Los humanos somos animales sociales, es decir, vivimos e interaccionamos en una comunidad. Vivir en una comunidad implica que muchas de las acciones que llevamos a cabo tienen consecuencias más allá de nosotros mismos. Por eso, aunque somos individuos y nos gusta sentirnos dueños de nuestras decisiones, no podemos tomar siempre decisiones individuales. Es evidente que hay algunas que sólo nos afectan a nosotros (por ejemplo, si hoy compramos fresas o naranjas, cogemos el bus o vamos andando, o si preferimos estudiar biología o historia), pero hay muchas decisiones que son grupales: o bien las tomamos entre todos, o bien las toman nuestros representantes comunitarios.

Cuando hablamos de decisiones grupales, raramente encontraremos situaciones en que las decisiones sean unánimes y que gusten a todo el mundo, ya que la mayoría de veces hay diversidad de opiniones e intereses. Sin embargo, como animales sociales que somos, intentamos conseguir un consenso que nos permita adoptar una posición única. Llegar a un consenso es mucho más complicado de lo que parece a priori, porque hay muchos elementos en juego. Aun así, circunstancias en que se requiere tomar una decisión más o menos pactada son muy frecuentes. Para poner ejemplos que vivimos todos diariamente, podríamos hablar de decisiones que hay que tomar en la comunidad de vecinos, en clase o en la empresa. ¿Cómo llegamos a este consenso?

Una manera de consensuar una decisión es tener un líder, y el líder ―normalmente con un selecto grupo de representantes― decide en nombre de todos. Eso sucede en las conversaciones entre sindicatos y empresa, pero también en los ayuntamientos, en los parlamentos, en el gobierno u otros lugares con una organización representativa. En otras ocasiones, el grupo que tiene que decidir es más limitado y puede intentar llegar a un consenso con todos los afectados. Una posible solución es votar, sin embargo, no siempre la votación permite conseguir el consenso. Todos sabemos que hay votaciones que nos dejan con un sabor agridulce. ¿Cómo lo decidimos, entonces? Os pondré un ejemplo directo y fácil. El grupo que tengo en clase tiene un examen programado para un día determinado, pero el examen no se podrá hacer en aquella fecha, y tenemos que buscar otra. Se propone una fecha alternativa, que va fenomenal para el 85% de la clase, pero que es imposible para un 15%, que tiene programada otra actividad ineludible a esa misma hora. Hay una segunda fecha que no es imposible para nadie, pero esta no va tan bien para el 85% de la clase que hemos comentado inicialmente. ¿Qué haríais en estas circunstancias? Si votáis preferencias, podría ganar la primera fecha con un 85% por ciento de los votos, pero estaríais impidiendo a un 15% de los alumnos que pueda hacer la evaluación el mismo día. En cambio, si se habla entre todos y se hace ver la necesidad de que hay que encontrar un día que no deje fuera a nadie, quizás se puede pactar que la mayoría ceda a favor de una minoría que no tiene otra opción (una minoría que podríamos definir como minoría persistente). Si cedemos en favor de la minoría, es probable que tengáis algunos alumnos descontentos, pero no dejáis descolgado a nadie y mantenéis la cohesión del grupo. La votación de la mayoría os habría permitido imponer una fecha, pero a expensas de dividir el grupo.

Si las minorías no tienen otra opción y representan un porcentaje de la comunidad suficientemente grande, pueden hacer cambiar el sentido de la decisión de una mayoría, porque el coste de no ceder es la división del grupo

Pues bien, este tipo de pacto que nos puede parecer muy humano, y que se aplica en la resolución de conflictos o situaciones en que hay división de opiniones (por ejemplo, un caso muy claro se ve en las coaliciones políticas entre una fuerza mayoritaria y una minoritaria) también se puede observar y estudiar en animales que tienen un elevado sentido de comunidad, por ejemplo, en los insectos eusociales, como las abejas o las hormigas. Un experimento publicado recientemente, llevado a cabo en hormigas, muestra cómo se puede llegar a un consenso haciendo que la mayoría abandone su posición a favor de una minoría persistente. El experimento se hace con una colonia de hormigas obligadas a buscar un nuevo hormiguero, ya que el suyo original ha sido destruido. Se les colocan dos hormigueros opcionales, uno tiene muy buenas cualidades de luz (lo llamaremos "nido óptimo"), mientras que el otro no presenta unas condiciones tan adecuadas (lo llamaremos "nido deficiente"). Las hormigas exploran su espacio y llegan a los nidos, entran y salen y se comunican entre ellas. El nido óptimo no es asequible para todas ellas (la puerta no se abre para todas, sino que selecciona quién puede entrar), mientras que el nido deficiente es asequible para todas. Ante la disyuntiva, nido óptimo para unas pocas o nido deficiente para todas, la comunidad de hormigas escoge el nido deficiente. Los investigadores hacen un modelo matemático para estudiar y predecir el comportamiento, de forma que van cambiando el porcentaje de hormigas que tienen acceso al nido óptimo, que cada vez es más alto, hasta convertirse en una mayoría. La decisión de la mayoría sigue siendo trasladarse al nido deficiente, porque priorizan no dividir el grupo y mantener la cohesión. Evidentemente, eso se mantiene hasta que el número de las hormigas minoritarias se hace lo bastante pequeño, porque hay un equilibrio de decisiones dentro de la comunidad (en su estudio, el punto de inflexión está en el 60-70% de hormigas que pueden ceder ante un 40-30%). Aquí adjunto el magnífico vídeo, muy divulgativo, que han preparado los investigadores para entender cómo hacen el experimento y cómo llegan a estas conclusiones.

¿Nos podemos preguntar si este es un fenómeno único? Los investigadores creen que refleja un comportamiento extendido en los animales sociales, que de esta manera evitan una imposición de la mayoría y al mismo tiempo mantienen el grupo cohesionado. Otros animales, a pesar de que no tienen un comportamiento social tan potente como las hormigas, también favorecen un comportamiento comunitario compartido, y evitan escindirse. Por ejemplo, experimentos en cucarachas (Periplaneta americana) en que exploran cómo se hace la decisión de la búsqueda del nido, muestran que normalmente se impone un comportamiento común siguiendo el comportamiento de una minoría. ¿Cómo se llega a esta decisión común? Parece que, en este caso, se sigue el comportamiento de los miembros del grupo que toman una decisión más proactiva, es decir, de los miembros más seguros ―que tanto puede ser porque han tenido experiencias previas que les dan información (sí, los insectos aprenden, huyen de las experiencias negativas y buscan repetir las experiencias positivas) o bien porque tienen más hambre o sienten un impulso superior― que toman sin dudar una determinada decisión, sea o no acertada. Estas cucarachas influencer hacen que las cucarachas indecisas se decidan a seguirlas. Evidentemente que este comportamiento también se puede modelizar y se observa que el efecto llamada depende del tamaño del grupo. Este comportamiento grupal debe haber sido seleccionado a favor, porque incrementa la supervivencia de la mayoría, mientras que la división excesiva favorece que los pequeños grupos sean más fácilmente depredados o tengan menos capacidad de supervivencia. No obstante, si el grupo de cucarachas inicial es muy grande, puede ser que el efecto llamada sea potente en dos direcciones diferentes, y el grupo se escinda en dos. Si la diferencia entre dos grupos de opinión es grande y hay bastantes individuos, los grupos escindidos se pueden llegar a hacer independientes y sobrevivir.

En todo caso, la búsqueda de un consenso no siempre pasa por imponer la decisión de una mayoría y hay que escuchar la decisión de la minoría. En muchas situaciones, si las minorías no tienen más opción y representan un porcentaje de la comunidad suficientemente grande, pueden hacer cambiar el sentido de la decisión de una mayoría, porque el coste de no ceder es la división del grupo. En una comunidad, los peces grandes no siempre tienen que imponerse a los pequeños. Depende mucho del coste que la decisión de continuar juntos o escindirse tenga para el grupo.