Al final quien ha ganado ha sido José Ignacio Wert, aquel ministro de Educación del PP que en 2012 aseguraba que “nuestro interés es españolizar a los niños catalanes”. Al final ese hombrecillo con las ideas claras lo ha conseguido y ahora el Parlament de Catalunya le da la razón. Ahora se podrá españolizar a todo quisqui en lengua española porque, dicen, hay que obedecer al TSJC, y es una cuestión de libertad, de derechos fundamentales, y ya sabemos que los jueces españoles son los campeones internacionales de la libertad. Cuidado. Los expertos en leyes de todo el mundo ahora realizan periódicas peregrinaciones a Madrid y visitan el Tribunal Supremo y aprenden su Derecho salvífico. Es la nueva Lourdes de los juristas y don Carlos Lesmes Serrano, su mayor profeta, con el mandato caducado pero con una barba hirsuta como la del ayatolá Jomeini. Además, Nueva York está estudiando trasladar la estatua de la Libertad a la entrada de Madrid, para ponerla entre las Torres Kio, como homenaje.

El ministro Wert tenía razón precisamente porque nuestro Parlament acaba de darle la razón. El ministro justificaba el adiestramiento, el adoctrinamiento de nuestros hijos, perdidos por el veneno del catalanismo, porque así tendrán una “vivencia equilibrada de ambas identidades”. Ser equilibrado entonces consiste en ser medio español para que más adelante puedas acabar convirtiéndote en español entero, como en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Ya tienes medio trabajo hecho. Porque ya que las escuelas de Catalunya llevan más de veinte años sin trabajar la inmersión ⸺ por dejadez y falsa pedagogía ⸺, ya que la lengua española nos está matando el catalán, sobre todo entre nuestros jóvenes, ahora lo que necesitamos es rematarlo para que no colee, para que nunca más se pueda recuperar. Será muy bonito ver ese día, como cuando estás en Alicante y no se oye ni una sola frase en la lengua de Joan Fuster. Ahora, por fin, amparados por el escudo de la Generalitat de Catalunya y por el presupuesto que pagamos todos los catalanes, ahora españolizaremos a nuestros muchachos y a nuestras muchachas que todavía no piensan en español para que no sean unos desequilibrados, enfermos independentistas.

El Parlament también ha dado la razón al tío Josep Borrell y por eso desinfectaremos a nuestros niños y adolescentes del exceso de catalán, como mandan los jueces. Que en Ripoll y Tortosa hablen más español será una gran mejora para nuestro país. Gracias a Esquerra Republicana y a Junts per Catalunya, que han pactado el decreto correspondiente con el PSC y las Comunas, el catalán deja de ser, legalmente, la única lengua de la Enseñanza. Ya era hora de que la ley se correspondiera con la realidad, oye. Desde la plaza de Sant Jaume, PP y Vox no lo habrían hecho mejor. Si el PP y Vox gobernaran la Generalitat no se hubieran atrevido nunca a llegar tan lejos, porque al menos Josep Bou les habría advertido de que podrían quemarles el coche. Pero no, ahora gracias a nuestros dirigentes independentistas ha sido más fácil. Gracias al president Aragonès que me decía hace años que quería venderse el catalán, gracias a Laura Borràs que vuelve a hacer otro Juvillà, ya han logrado un acuerdo histórico. Los partidos independentistas para mantener su gobierno buscan consenso y lo que fuere necesario. No existen límites a la hora de ponerse a renunciar. Más allá de los grandes discursos, a la hora de la verdad, la lengua catalana les resbala, qué pena que se vaya perdiendo, ¿verdad? Qué mal todo, neng.

La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya habla de un mínimo del 25 por ciento en español porque nadie mejor que un juez español sabe lo de santa Teresa de Jesús, que la letra mata y el espíritu vivifica. La cuestión es legitimar el español porque con un único 1% ya te has cargado la inmersión. La santa señora era de Ávila, de donde también era Adolfo Suárez, quien dijo en su momento que el catalán en la escuela sí, pero que la Física Atómica, hombre, algo tan importante como la Física Atómica, sólo en español. Todo el mundo sabe que el español es una lengua harto atómica, y que no hace falta saber otra para estar equilibrado en la forma adoctrinada del ministro Wert. La que estabiliza de verdad es la lengua de Ávila donde todos son buena gente porque son buenos españoles. La lengua buena es la lengua de Franco, que no hablaba gallego. La lengua catalana, en cambio, te hace volverte loco, te hace convertirte en independentista y te hace reclamar derechos a los que mandan, tener exigencias. Te hace ser mala persona y peor español. Esto ni es ser constructivo ni equilibrado ni nada. Tienes malos pensamientos como éste, por ejemplo: Lesmes, hace más de tres años que deberías haber dimitido según la ley. Un juez que incumple la ley no puede exigir que se cumpla la ley.

Para llegar a este nuevo texto de la vergüenza, los de Junts podían haber aprobado lo que ya tenía pactado el diputado Francesc Xavier Ten i Costa. Por lo menos era un texto claro. El nuevo texto del decreto, en cambio, es peor porque es una auténtica estafa, una mareada de perdiz y de chocha, supuestamente técnica, para incautos. Porque algún desaprensivo ha convencido a nuestros diputados de que pueden ser muy sagaces y que, al mismo tiempo, engañarán a la Guardia Civil y a los votantes independentistas. Que si nada se entiende del texto será mucho mejor. Que si lengua vehicular, que si lengua de aprendizaje, que si el proyecto lingüístico de cada centro... ¿Por qué debemos hacerlo fácil si podemos complicarlo más? Y lo complican porque les da vergüenza admitir que se han bajado los pantalones por debajo de los tobillos. El nuevo decreto ya se lo resumo yo aquí con una frase de los hermanos Marx: “la parte contratante de la segunda parte...”. Un juego de tecnicismos que puede entenderse de una manera y de la contraria. Y como los jueces son, todos y todas, de la parte contraria, de la contraparte, siempre lo entenderán de forma contraria al catalán. Esto es tan seguro como la muerte. A mí me da pena oír a Carme Junyent, que de política sabe tanto como de la cara oculta de la Luna, diciendo que debemos ser más listos que los enemigos del catalán y jugar con el lenguaje legal. Estaría bien dejar de vivir en las nubes y de perderle el respeto a España. Cuando ayer vi que Empar Moliner también estaba a favor de aceptar, estratégicamente, un tanto por ciento de español para después engañar a los jueces, entendí que estamos en manos de los más espabilados de todos y todas.

Con este nuevo decreto se legitima que los jueces hagan y deshagan lo que quieran, porque el documento permite cualquier interpretación. Porque el documento acepta sumisamente que el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya haga y deshaga y suplante al Parlament de Catalunya. ¿Cuándo piensa salir la presidenta Borràs a defender las competencias y la jurisdicción del Parlament? ¿O esto no es su competencia? ¿Desde cuándo el TSJC decide la política lingüística y fija porcentajes? Durante la pandemia ya pudimos ver que los jueces también se veían con el valor de decidir si se debía decretar la cuarentena o no. Por encima de la opinión de los epidemiólogos y de los médicos. Hoy, si queréis saber la verdad, quien manda en Catalunya es un señor llamado Javier Aguayo Mejía, presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, un juez que ya fue acusado por otro tribunal de revelación de secretos, prevaricación administrativa y detención ilegal. Lleva en la muñeca una banderita española que le identifica ante todo aquél que tenga ojos y sentido común. ¿Es este señor un juez imparcial que puede decidir sobre nuestros hijos y arrodillar a todo un Parlament elegido por el pueblo? ¿Lo decís en serio, presidents Aragonés y Borràs? ¿Lo reconocen como juez legítimo?

Esta mayoría independentista de nuestro Parlament no trabaja por el país ni por la lengua. Sólo trabaja para sí misma, para su beneficio particular. Y es justo que en las próximas elecciones municipales no les vote nadie más, al menos nadie de los que nos sentimos estafados. Que nuestros políticos sólo tienen miedo de la Guardia Civil y no de quienes deberían temer, de sus votantes. Cada nueva decisión de la mayoría de Govern es un nuevo error, una nueva muestra de pánico. La prueba de que este decreto ley es un pésimo decreto es que le gusta al PSC y a Òmnium, pero es rechazado por Plataforma per la Llengua y por la ANC. La idea de que se pueda llegar a un consenso legal que contente a la vez a la CUP y al PSC no sólo es imposible, además es una estupidez. Porque este planteamiento olvida que el PSC ha pasado de defender la inmersión a combatirla, como reconoce Salvador Illa el Siniestro, un diputado que te saluda diciendo bones tardes y se queda tan ancho. No siempre se puede contentar a todo el mundo y Esquerra y Junts han escogido al PSC por encima de sus votantes naturales. Han escogido el miedo y no decir la verdad a sus electores. Esto ya no es apoyar a Pedro Sánchez por el buen gobierno de España o gobernar con el PSC la Diputació. Esto ya es ir contra el núcleo duro del pensamiento independentista. Esto ya es como ser del Opus y al mismo tiempo aprobar el aborto. La traición a la lengua fija un antes y un después entre los partidos independentistas y su electorado tradicional.

El PSC del 155 puede ser compañero de viaje de Junts y de Esquerra sólo si se quieren desentender de sus votantes independentistas. Las mentiras tienen las piernas muy cortas y lo que no haré yo desde aquí es engañar a los lectores contando cuentos chinos. Todos podemos cambiar de opinión política, todos, y bueno es, pero al menos algunos no queremos cambiar de país ni queremos renunciar a la lengua catalana, que vive hoy el período más crítico en mil años de historia. Nuestra generación será la primera del final del catalán, la primera generación que no quiso detener la desaparición de la lengua. Por miedo.

El posibilismo y la política del pájaro en mano llega hasta donde llega. Basta con ver lo que queda de la obra del Govern de Jordi Pujol, artífice involuntario de la inmersión: nada de nada. Mientras la doctrina jurídica de Boye, la doctrina de la confrontación legal, no sea la doctrina del Parlament, mientras el Parlament no le meta una querella por prevaricación al TSJC y por invasión de competencias, mientras no se plante cara y se diga que ningún grupo político tenía previsto en el programa electoral cambiar la inmersión esto no se acabará nunca. No pararán hasta destruirnos.