El escritor Kipling ostentaba una esvástica en la cubierta de sus libros, incluido El libro de la selva. Pero apareció el nazismo y la tuvo que retirar. También los Boy Scouts utilizaban este símbolo, pero con el auge nazi lo modificaron. Y el pueblo canadiense que se llama Swastika ha sufrido varios intentos para cambiar su nombre, pero lo han mantenido.

La cruz gamada —símbolo que se apropian los nazis— proviene del sánscrito y significa "bienestar". Lo asociamos por defecto al fascismo. Pero la esvástica es un elemento muy común en los templos hindúes. También se encuentra en templos budistas, y en la cultura china se ve a menudo en envases de comida, indicando que es vegetariano. Los griegos, los celtas y el pueblo anglosajón la utilizaron, y no es raro encontrarla en varias piezas arqueológicas y en yacimientos. Se han encontrado en muchas localidades, desde Grecia hasta Irán, desde las catacumbas de Roma hasta la India o Norteamérica, en las tribus de los navajos.

En Alemania, el símbolo está prohibido desde finales de la guerra, y los alemanes intentaron que se prohibiera en toda la Unión Europea en 2007, pero no lo lograron. Pero para miles de hinduistas es un símbolo de buena fortuna. Muchos estudiosos de sánscrito, sobre todo en Oxford y Cambridge, popularizaron la esvástica como símbolo hinduista porta-fortuna. Además, establecieron una conexión entre los indios y los alemanes y derivaron que existía una raza que los representaba: la raza aria.

Con la llegada de los nazis al poder, el símbolo entra en crisis y ya se asocia solo al fascismo

Steven Heller, escritor americano, en el libro La esvástica, símbolo irredimible?, describe cómo Occidente se entusiasmó con la esvástica y la utilizó para todo, desde ornamento de ropa a usos arquitectónicos o utilización en la publicidad. Uno de los casos emblemáticos es la Coca-Cola, que se anunciaba con una esvástica, o la cerveza Carlsberg. También el club infantil femenino americano bautizó como Esvástica su revista para miembros. Con la llegada de los nazis al poder, el símbolo entra en crisis y ya se asocia solo al fascismo. Como hay de todo en la viña del señor, en Dinamarca existe un taller de tatuajes donde celebran un acontecimiento llamado "Aprenda a amar la esvástica", en el que varios tatuadores quieren resarcir la esvástica de los fascistas y la diseñan gratuitamente en la piel para recordar que es un símbolo "del amor" y que Hitler la malinterpretó y manipuló.

La periodista Deepa Bharath, en la agencia AP, explica que hace pocos días una chica del barrio neoyorquino de Queens recibió una carta de la comunidad de vecinos diciendo que sacara del balcón una decoración "ofensiva". Era una esvástica que decoraba una de las fiestas hinduistas, Diwali. Efectivamente, en la postal ponía "Feliz Diwali" y había una esvástica, como en tantas casas estadounidenses, en las que se hace muy presente gracias al crecimiento de la inmigración asiática hinduista. La redención o no de un símbolo es ahora una cuestión que implica la libertad religiosa en dos vertientes. Para los hinduistas, es parte de su identidad y herencia religiosa y los vincula a su libro sagrado, el Rig Veda. Para los judíos, es un símbolo traumático que despierta las peores pesadillas del Holocausto. Son más de 5.000 años de historia de un símbolo que, después del secuestro por parte de los nazis, lucha por volver a sus orígenes. El mal causa demasiado mal como para ser olvidado, y la esvástica no puede deshacerse de sus nefastas connotaciones.